Según le entendí a Alexander, Sebastián dejará unos temas listos en la oficina, al igual que "aquello otro", para poder ir a apoyar a Noah. De verdad me habría gustado ir a ayudar, pues aunque no lo conozco, es imposible que una desgracia tan grande como esa no toque mi corazón, más aún cuando está afectando también a mi nueva familia, a personas que amo.
El abuelo está más tranquilo aparentemente, pero estoy segura de que es una fachada.
—Claro que es una fachada —dice Cloe cuando hablamos en la oficina—. Entre más envejece una persona, más sentimental se vuelve. Al menos eso fue lo que pasó con mis abuelos, es como si poco a poco volvieran a tomar la personalidad de niños.
Yo no recuerdo a mis abuelos, así que no tengo punto de comparación. Tal vez le pregunte a Sophia sobre eso, puede que ella sí los recuerde.
—Me ofrezco para ir a cuidar a la bebé —dice Cloe con ojos soñadores.
—No puedes, eres nueva en el trabajo. No puedes pedir permiso o vacaciones, mientras que Sophie sí. Además, lo único que tú quieres es una excusa para estar pegada a Sebastián.
Cloe no hace ni el intento de esconder que le gusta.
—No me culpes por intentarlo. Ese hombre está como se le da la gana. ¿Has visto ese cuerpo? Oh, y esa voz de mando que tiene, prácticamente me mojé cuando lo escuché hablar la primera vez.
Pongo los ojos en blanco ante lo atrevido de sus palabras. Además, aunque Sebastián tiene lo suyo, mi Alexander está mucho mejor. Es bueno que todas tengamos diferentes gustos en hombres.
—A todas estas, ¿por qué es que no puedes ir tú?
La pregunta de Cloe me recuerda que ella no sabe nada, así que debo inventar algo rápido.
—Alexander tiene una riña cazada con Noah y creo que teme que me enamore de su primo —digo, siendo lo único que se me ocurre.
Cloe queda estática ante mis palabras.
—No puede ser, ahora tengo más ganas de ir. Eso quiere decir que el tal Noah está más bueno.
Le reprocho sus palabras, pues ese hombre está a punto de perder a su esposa, así que este no es el momento para esas cosas. Aunque sí tengo curiosidad por saber cómo es Noah.
Al mediodía llamo a Sophia y le explico la situación. He tratado de dibujarle lo mejor posible la situación de Noah y, conociendo el corazón bonito que tiene mi hermana, no podrá resistir ayudar a esa bebé. Tras un breve silencio que me pareció una eternidad, mi hermana por fin responde.
—Precisamente había pedido una semana libre para descansar. No puedo darte más de ese tiempo. Pensaba viajar a algún lugar tranquilo, pero creo que ayudar con una bebé también cuenta como cambio de rutina. Además, sabes que amo los bebés.
—Gracias, hermana, yo me encargaré de que Alexander te recompense esta ayuda —digo con alivio.
—Dile que necesito playa, sol y una isla desierta —dice Sophie en broma.
Lo que mi hermana no sabe es que Alexander literalmente le puede cumplir esa broma.
—Lo haré —le aseguro—, pero mientras tanto, le daré tu número a Sebastián para que cuadres con él los pormenores del viaje.
—Él ya tiene mi número, solo dile que me llame.
—¿Cómo que Sebastián ya tiene tu número? —pregunto intrigada.
—Ese no es tu asunto —dice cortante.
Corto la llamada y, aunque todo salió bien, siento que se avecina un drama entre Cloe y Sophie, y no creo que tenga forma de escapar de ese fuego cruzado.
El tiempo pasa y en cada espacio de trabajo que he tenido, he ido a la oficina de Alexander y no está. Martha, su secretaria, me dice que está en una reunión importante con Sebastián en otro lado, así que no me queda más opción que esperar que me responda alguno de mis mensajes. Su teléfono suena, pero me obligo a pensar en que efectivamente está en una reunión y no en problemas.
Siento que cada vez que nombra a Sebastián es porque está trabajando en "aquello" y me da miedo. Ahora sé que no puede desligarse fácil de ese mundo, solo espero que pueda cumplir lo que me prometió: un equilibrio, encontrar un punto en el cual pueda bajar el nivel de peligrosidad de esta situación.
—Recuerda no sobreesforzarte —digo una vez que ingreso a su oficina—. Estás mejor, pero aún debes tener cuidado mientras termina de cicatrizar la herida.
—Lo sé, amor —dice, atrayéndome de forma enérgica hacia él—, pero no podría seguir aplazando algunas cosas. Noah necesita que Sebastián viaje, así que estoy tratando de desocuparlo lo más pronto posible.
—Tengo buenas noticias. Sophie dijo que sí, pero que le debes sol, playa y una isla desierta para descansar —digo mientras enredo mis brazos en su cuello.
—Dile que lo dé por hecho.
Nos besamos suavemente y siento cómo rápidamente su cuerpo se enciende.
—Deberíamos cerrar las persianas —dice a mi oído—. Pienso tomarte sobre ese escritorio.
Me alejo un poco de él, escandalizada y temerosa de lo que acaba de decir.
—¿Estás loco? Podrían escucharnos.
Escucho cómo se ríe mientras simplemente va cerrando él mismo todas las persianas.
—Entonces supongo que no debemos hacer ruido.
Vuelve hasta mí y, en medio de besos, me hace retroceder hasta que mi trasero choca con el escritorio.
—No es debido hacerlo aquí —alcanzo a decir en medio de la ola de caricias y besos deliciosamente repartidos en mi cuerpo.
—Te necesito ahora, no he hecho más que pensarte y desearte todo el día. He estado en medio de mucha testosterona, así que tengo que sentirte.
Me gira sobre el escritorio y quedo mirando hacia el gran ventanal exterior desde el cual puedo ver nítidamente nuestro reflejo. La expresión de su rostro es maravillosa, pero la imagen completa que observo es tan erótica que, una vez que me hace inclinar sobre la superficie de vidrio, siento cómo me humedezco inmediatamente.
Separa mis piernas, levanta mi falda y retira mi ropa interior. Sus dedos juguetean en mi centro y constatan que ya he iniciado a lubricar.
—Shhhh, recuerda que no hay que hacer ruido —dice el muy cínico una vez que lo siento entrar en mí.
Saber que el teléfono puede sonar o que Martha o cualquier persona pueda tocar la puerta e intentar entrar es algo que me asusta un poco. Estoy muy sensible, supongo que por la situación y él lo siente, lo sabe. El reflejo me permite ver su rostro completamente satisfecho por el resultado que está obteniendo.
Muerdo mis labios intentando contener los sonidos que amenazan con salir, haciendo imposible que pueda contener un par cuando acelera su ritmo y aprieta con fuerza sus caderas contra las mías.
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ADICTA A SUS BESOS
RomanceUna mañana, Isabella se despierta en la cama de un desconocido, sin recordar cómo llegó ahí. El hombre a su lado, Alexander, resulta ser un atractivo heredero de una familia poderosa, pero también con un lado oscuro: su abuelo le ha legado un negoci...