67. SOY EL VILLANO DE MI PROPIA HISTORIA

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Isabella está en el celular en videollamada con su madre y, según parece, será una larga llamada, pues pudo vincular a su hermano, quien está en el extranjero, y por fin le habla. Me alegra saber eso y, tras una breve intervención en la cual me presento formalmente y dejo la casa a completa disposición para cuando quiera venir, me retiro para que sigan hablando y yo pueda hacer lo mismo con mi abuelo.

Lo encuentro en su despacho tomándose una de las tantas pastillas que debe tomar en el día.

—Aprovecha la vida todo lo que puedas, Alexander —dice al verme entrar y guardando el pastillero—. Casi todo de ser viejo apesta.

Me ubico en la poltrona contigua a la que él está sentado. Lo miro y pienso en que tiene razón. No puede comer todo lo que quiere, en ocasiones tiene dificultad para levantarse de la silla, es esclavo de las pastillas y los horarios, y últimamente hace siestas como lo hacen los niños pequeños.

—¿Casi todo? ¿Qué salvas? —no puedo evitar preguntar.

—La experiencia, Alexander, la experiencia. Quisiera tener un cuerpo más joven y la mente de este momento para poder comerme el mundo.

Toma otro sorbo de agua antes de seguir hablando.

—Sé que me veo viejo, lo extraño es que mentalmente no me siento así, pero ya el cuerpo no me responde igual —me mira fijamente—. Pero no estás aquí para saber cosas de viejos.

Me pongo serio a la vez que mejoro mi postura en la silla.

—Tengo demasiadas preguntas, abuelo.

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Tal parece que se me está volviendo costumbre salir de la cama a la madrugada para pensar, solo que ahora no puedo resistir la tentación de encender un cigarrillo. La conversación con el abuelo me hizo llegar a nuevas conclusiones en las cuales yo soy el villano de la historia.

El humo se eleva confundiéndose rápidamente con la oscura noche y pareciera que activa mi estado reflexivo. Ahora me doy cuenta de que siempre he sido un niño consentido que no fue capaz de ver más allá de los lujos y el brillo de mi entorno. Al morir mis padres, me encerré por un tiempo en mi mundo y todo dejó de tener sentido. Era doloroso para mí ver a mis primos con sus padres felices en las reuniones familiares. Fue ahí que me alejé de ellos, pese a sus evidentes intenciones de apoyarme, pero el Alexander adolescente interpretaba eso como pesar y no quería que me vieran así.

—No es que no confíe en ti —dijo el abuelo—, pero tus primos tuvieron a sus padres para que les enseñaran el trabajo y cómo se lidiaba con el día a día, mientras que yo estaba tan enfrascado con el trabajo y lidiando yo mismo con la muerte de mi hijo, que no miré que necesitabas apoyo.

Me miró con rostro apenado.

—Pese a que tu tío Liam me lo advirtió, no quise conseguirte un psicólogo. En mi estúpido pensamiento del momento, los psicólogos eran para las personas débiles y tú eras muchas cosas menos débil. Era más fácil dejarte operar a tus anchas y esperar que superaras solo tus problemas.

Recostó la cabeza en el espaldar de la silla antes de seguir hablando.

—Un día apareciste con Roberto, un muchachito más o menos de tu edad, quien aparentemente te estaba ayudando a centrarte; fue ahí que pude crearte rutinas gracias a que incluí a ese chico, pero las cosas no mejoraron del todo. No quisiste volver a integrarte a la familia y cuando por fin empezaste a trabajar, se hizo evidente que no estabas pensando en nadie más que en ti, no estabas pensando en el bienestar de la familia.

Bajé la cabeza recordando tantas veces en que me negué a pedir ayuda, solo porque quería demostrar que podía solo.

—Por eso Noah siempre me ganaba —el abuelo movió la cabeza de manera afirmativa—. No por ser más inteligente, sino por pensar en el bienestar de todos.

—Cuando Noah nos dijo que se iba, fue un golpe duro para todos. Dijo que estaba enamorado y que no quería someter a su familia a este ambiente —el abuelo sonrió amargamente—. Esa relación no funcionó, pero dijo que descubrió un mundo que le gusta más ahí afuera y no quiere regresar.

—Poco después de la partida de Noah fue que me diste el plazo para casarme y tener un hijo, ¿cuál era la lógica de eso? —no puedo creer que pregunte eso de forma seria tanto tiempo después.

—Que encontraras a alguien a quien quisieras, una persona a quien amar aparte de ti y te obligara a pensar en conjunto, en familia. Si no amabas a tu esposa, por lo menos amarías a tu hijo y actuarías pensando en el bien de esa criatura.

Peiné mi cabello con los dedos mientras procesaba la información.

—No puedo creer que esa locura funcionara —respondí—. Amo a Isabella y siento que mi relación con Sebastián está mejorando.

—Isabella fue una gran elección, necesito una mujer así para Sebastián, una que lo enloquezca —lo miré ahora con otro nuevo hilo de conversación que continuar.

—¿Sebastián tampoco piensa de manera colectiva? ¿No piensa en la familia y por eso quieres que forme una familia? —lo miré dudoso, pues aunque Sebastián es demasiado serio, en estos días la impresión que me ha dado es que solo piensa en la familia.

—Claro que no —me miró como si fuera obvia la respuesta y no entendiera mi pregunta—. El problema con Sebastián es que se toma todo demasiado en serio.

Arrugué el ceño pareciéndome un absurdo lo que acaba de decir, ¿cómo tomarse todo muy en serio puede ser malo? Se inclinó hacia el frente posando los antebrazos en sus piernas.

—Digamos que tú y Sebastián fueron los lados opuestos de una balanza. ¿Alguna vez le has conocido mujer o macho a Sebastián? Sé que tiene sus enredos, pero oficialmente nunca nada.

—Eso no quiere decir nada —contesté desestimando ese comentario y negándome a pensar en la vida sexual de mi primo, pero entonces el hombre prosigue,

—Bien, ese puede ser un pensamiento muy de viejo, pero entonces vamos con algo más de lo que piensan o valoran ustedes los jóvenes. ¿Alguna vez has escuchado que Sebastián esté de fiesta? ¿Que haya sufrido una resaca? ¿Siquiera sabes de alguna actividad que haga ese muchacho diferente a hacer ejercicio o trabajar?

La verdad es que no. Siempre está serio y trabajando, incluso en época de universidad nunca escuché nada al respecto, ningún escándalo, un aguafiestas total.

—Está tan preocupado por todos que se olvidó de vivir su propia vida.

—¿Por qué dijo algo sobre estar obligado a quedarse y cumplir este trabajo? —el abuelo ocultó su rostro con las manos y se quedó un momento en silencio generando suspenso en su respuesta.

—La inclinación de Sebastián es la misma de su padre: protección. Cuando Ronald debió entregar su función de protección por temas de salud a Sebastián...

Interrumpo al abuelo.

—¿Cómo que el tío Ronald está enfermo? —levanto la voz impactado por la noticia.

El tío Ronald es alguien que se ve tan fuerte que no lo imagino ni siquiera con gripe.

—Ellos no quieren que eso se sepa, no te puedo decir mucho más, es mejor que tu propio tío te cuente si quiere, pero por eso Sebastián le empezó a recibir el cargo desde el inicio de la universidad.

Me miró directo a los ojos entrecruzando sus dedos para hacer énfasis en sus siguientes palabras.

—Por eso Sebastián tenía mucho más claro que no podemos salir de este mundo sin consecuencias. Siempre hay algún enemigo y si Noah pudo salir de aquí, es solo porque Sebastián fue capaz de mover algunas fichas y borrar en papel la relación sanguínea que Noah tiene con nosotros y eliminó problemas potenciales.

No tengo duda sobre cómo eliminó los problemas potenciales y me duele saber que lo hace por nosotros.

—Se preocupa por todos, especialmente por Noah y por ti —remató el abuelo.

Eso fue lo más importante de la conversación y aquí estoy, sentado en el patio mirando como se desaparece un cigarrillo tras otro, mientras pienso en como carajos me desordené la vida. Lo único bueno que puedo sacar de esto, es Isabella.


NOTA DE AUTOR

Hola chicos, pregunta seria, ¿sienten que me estoy poniendo muy trascendental?¿Muy reflexiva?

ADICTA A SUS BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora