Isabella está muy ansiosa por conocer a mi abuelo, es evidente y se ve muy tierna así. El abuelo vive en Staten Island y, una vez que el vehículo atraviesa la reja que demarca el inicio de la propiedad, puedo ver también en el rostro de Isabella que ella quisiera vivir en un lugar así.
Observo la casa y el amplio jardín que la rodea, y aunque debo reconocer que es bonito, para mí en este momento no es algo especial, pues es el lugar en el cual viví por muchos años. Bajamos del vehículo y la señora Emma ya nos está esperando en la puerta con una gran sonrisa y otras dos empleadas.
—Señor, señora, es un gusto verlos, felicidades por su matrimonio —dice la mujer con una sonrisa sincera en el rostro.
—Gracias, señora Emma —abrazo alegremente a la mujer que prácticamente ayudó a criarme—. Le presento a mi esposa, Isabella.
Isabella nos observa y saluda tímidamente a la mujer, quien no duda en presentarse antes de que yo lo haga.
—Es un gusto conocerla por fin, señora Isabella. Soy Emma, ama de llaves de esta casa. Cualquier cosa que necesite durante su estancia, por favor no dude en pedirla.
—El gusto es mío, señora Emma —responde Isabella—. Espero que no seamos mucha molestia.
La señora Emma me mira algo extrañada, pero luego vuelve su mirada a Isabella y le responde:
—No se preocupe, señora. Si sobrevivimos a los daños que causó este hombre en su adolescencia y primeros años de universidad, podemos con lo que sea.
El comentario casi me hace sonrojar, pues debo admitir que mi comportamiento no siempre fue el mejor. Llega a mi mente un fin de semana loco en el cual yo tendría unos diecisiete años y esta mujer debió lidiar conmigo y mis amigos del momento, borrachos y desnudos en el jardín. El comentario logra sacar una sonrisa a Isabella y relajarla un poco.
—Deberá contarme sobre esa etapa de Alexander después —dice Isabella—. Tengo mucha curiosidad.
La señora Emma acepta con un ligero movimiento de cabeza, antes de colver a hablar y ahora creo que necesito hablar yo primero con ella para pedirle que se reserve algunas historias solo para ella.
—Así será, pero mientras, el señor los está esperando con ansias en la sala principal. Por favor, sigan, y mientras tanto, Sophia y Olivia se encargarán de sus cosas —intercambiamos una mirada y saludo rápido con ellas dos para posteriormente agradecerle a la señora Emma y seguir hasta el salón principal.
Tomo a Isabella de la mano y, antes de cruzar el arco que da a la sala principal, la abrazo para tranquilizarla.
—El abuelo no come gente. Ya te darás cuenta de que es un buen hombre.
No me responde nada y creo que está apreciando los acabados del lugar. El brillante suelo de mármol, los grandes jarrones, las porcelanas, los cuadros anticuados que delatan sin necesidad de conocerlo la edad que tiene el dueño de casa, todo eso es lo que está detallando Isabella.
—Me siento una atrevida al estar aquí no solo para saludar, sino para quedarme —responde sin darse cuenta de que mi abuelo ha llegado detrás de ella.
—Tonterías, querida. Ya quisiera yo que esto fuera permanente y que llenaran esta casa tan grande de niños.
Siento cómo se estremece en mis brazos debido a la sorpresa y aflojo mi abrazo para que ella gire y pueda mirarlo.
—Hola, abuelo —le saluda Isabella, tan roja como un tomate, entregándole a mi abuelo la mano que él le pide.
—Alexander, suéltala. Estás igual que el día de la boda —dice mi abuelo con rostro divertido hacia Isabella—. Recuerdo que a duras penas te dejó bailar conmigo.
Giro los ojos por lo exagerado que es. Solo la estaba abrazando y los sigo al interior del salón, al cual guía a Isabella para hablar. Le pregunta principalmente si la he tratado bien y que si no es así, no dude en contarme que él me disciplina. No lo dudo. Le pide que le cuente a qué lugares hemos ido y la pobre casi se atraganta con el jugo cuando el hombre le pregunta si ya está embarazada.
—Abuelo, nos estamos cuidando. Aún no vamos a tener hijos —lo miro serio—. Pienso disfrutar un poco de mi esposa antes de tener que compartirla.
El hombre me mira serio, pero juraría que la comisura de uno de sus labios se levantó por un momento antes de volver a su puesto habitual. Obviamente, el tipo de mirada para mi mujer es muy diferente a las que me da a mí, mucha risa y palmadas amenas en la mano, y no es que me guste mucho eso.
—Pero sí van a tener hijos, ¿verdad? —mira a Isabella, quien rápidamente dice que sí con la cabeza antes de hablar—. Estamos de acuerdo con que sean tres.
El rostro del hombre se ilumina y hasta temo que eso fuera mucha emoción para alguien de su edad.
—Esa noticia amerita algo más fuerte —me pide servir algo de licor.
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—La comida estuvo deliciosa —afirma Isabella una vez solos en mi antigua habitación—. Tenías razón, el abuelo es una buena persona.
—Sí, es una buena persona, pero algo intenso con el tema de los hijos —complemento su afirmación y le robo una sonrisa de paso.
—Un poco —corrobora ella—. Fue difícil pararlo cuando empezó a hablar de todo el espacio que tiene esta casa para criar niños y ahora creo que será muy difícil volver a salir de aquí.
Ahora soy yo quien ríe al escucharla, pues no puedo estar más de acuerdo con esa afirmación. El hombre habló de instalar juegos en el patio trasero, cuáles serían las habitaciones de los pequeños y lo pertinente que es este tipo de casas para festejar cumpleaños, no como en los apartamentos modernos en los cuales ni mascotas se pueden tener.
—Sí, creo que estamos en un gran lío ahora.
Abre el armario y encuentra nuestra ropa ya organizada ahí, así que, sin refutar, toma una pijama demasiado cubierta para mi gusto.
—¿Te cuento un dato curioso? —digo sonriendo a su espalda.
—Dime —sus sostén cae y la suave bata larga de tirantes en seda llega a sus manos para empezar a cubri su cuerpo.
—Nunca he tenido sexo en esta casa, ni siquiera este cuarto.
Voltéa a verme con el ceño fruncido y se encuentra conmigo tal y como Dios me trajo al mundo.
—Pero voy a corregir eso ahora.
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ADICTA A SUS BESOS
RomanceUna mañana, Isabella se despierta en la cama de un desconocido, sin recordar cómo llegó ahí. El hombre a su lado, Alexander, resulta ser un atractivo heredero de una familia poderosa, pero también con un lado oscuro: su abuelo le ha legado un negoci...