43. TE RECUERDO: ROBERTO

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La mañana fue algo extraña y agitada. Creo que a Alexander se le estaba olvidando que no podemos tener acción por estos días, pues antes de que sonara la alarma, sus manos, al igual que sus labios, se volvieron algo exploradores y debí frenarlo cuando mi conciencia despertó.

—Sabes que no podemos —dije, levantando la cabeza para besar sus labios.

Su cuerpo estaba totalmente sobre el mío, pero soportando el peso sobre sus codos. Me miró como si me estuviera interrogando y luego hizo un gesto de recordarlo. Dejó su cabeza en mi pecho e inicié a consentir su cabello. Me gusta enredar mis dedos en su cabello, es casi un fetiche hacer eso y siempre termino besándolo.

—No puede ser, ahora debo solucionar esto —dijo acostándose a mi lado y mirando su entrepierna.

—Pero, ¿cómo te pusiste así tan rápido? —reí al ver su cara de frustración.

—No es mi culpa. Cuando abrí los ojos, ya estaba a más de media asta; luego te miré y ya sabes el resto —dijo, tapando su rostro con las manos.

Ayer me sentía relativamente bien, sangrando, pero bien. En cambio, ahora me siento inflamada, así que estoy sopesando en este momento la situación para "ayudarlo" o no con su problema. Decido que se ve lindo con esa cara de tortura.

—Solo te ayudaré esta vez —dije, liberando lo que es mío y tomándolo con una de mis manos.

Amo ver las expresiones de su rostro y el movimiento de su boca, aunque no emita sonido. Los músculos de su pecho y sus brazos se tensan y de manera involuntaria me muestran lo fuerte que es su cuerpo, pero más su autocontrol, pues no se mueve. Mi marido tiene un cuerpo hermoso y lo devoro inicialmente solo con la mirada.

Esa parte de su anatomía es increíblemente sensible y no pude resistir mucho antes de buscar sus labios y permitir que nuestras lenguas danzaran de manera lasciva una contra la otra. Qué mal, qué mal, mis ganas de sentirlo se han alborotado ahora y creo que me estoy torturando.

—Después me recompensas —dije, apartándome de sus labios y acercando los míos bajo su mirada atenta a aquella parte de su anatomía que originó este problema.

Puedo decir que no resistió mucho después de eso, así que tal parece estoy mejorando y tomándole el gusto.

—Ahora sí puedes salir a correr —le dije con malicia al ver la satisfacción dibujada en su rostro.

Sonríe y me mira fijamente mientras su pecho aún sube y baja de manera agitada.

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Mientras él corría, yo usé ese tiempo para arreglarme y organizar la habitación. Así que, cuando él volvió, yo había aprovechado para alistarle la ropa. No me pidió hacerlo, pero me pareció pertinente y entretenido hacerlo. Nunca se lo voy a decir, pues posiblemente se ofendería, pero me sentí como cuando jugaba con muñecas y vestía a Barbie y a Ken. Pensé en qué tipo de colores se le ven mejor y qué combina, y me descubrí disfrutando ese proceso.

Desayunamos los tres y, ya casi para partir, Alexander me presenta al famoso Roberto. El hombre se comporta de manera formal conmigo, como si fuera la primera vez que nos vemos, pero sí lo recuerdo. Aquella noche en la discoteca nos cruzamos un par de veces y lo recuerdo solo porque mi amiga Cloe me hizo notar que él me miraba de manera insistente. A Cloe le gustó apenas lo vio, así que se quejó de que me mirara a mí y no a ella.

Verlo me recordó que Alexander es un espejismo y eso me entristeció. Alexander le ordenó ir por mí y este hombre sin chistar obedeció esa orden. ¿Qué tipo de persona genera una orden así? ¿Qué tipo de persona acata una orden así? ¿Cómo sabía qué droga debía darme y cómo suministrarla?

—Hoy no me moveré de la empresa, así que una vez que llegue, Roberto volverá y aprovechará para instruirte en temas de seguridad y, de paso, podrán hacer las entrevistas para que elijas a tu esquema de seguridad.

Solo atino a asentir con la cabeza y recibir su beso de despedida. El tal Roberto mira para otro lado mientras el beso, y luego me regala una mirada extraña antes de salir junto a Alexander. Mi corazón está desbocado y creo que me tiemblan las manos, así que me abrazo a mí misma en un intento por contenerme.

—Esto no es real, Isabella, recuérdalo. Solo estoy tratando de aprovechar lo que puedo y vivir lo mejor posible atrapada en esta situación —dije en voz baja, como si tratara de convencerme.

En un inicio, Alexander dijo que lo único que no podía pedirle era mi libertad y prácticamente me ofreció el cielo, siempre y cuando me quedara voluntariamente y no denunciara nada. Claro que a estas alturas del partido, ¿quién me creería? No creo que esa condición haya cambiado en este mes, así que es el momento de volver a tener una vida fuera de Alexander.

Ingreso a mis redes sociales y logro conseguir el número de mi mejor amiga. Tras el regaño inicial, que tengo muy bien merecido, logro convencerla de que venga hasta aquí luego de que terminen sus clases a las cuatro de la tarde.

Miro el reloj y hasta ahora van a ser las ocho de la mañana. El abuelo insiste en que lo vuelva a acompañar al club, pero declino el ofrecimiento con la excusa de las entrevistas del personal de seguridad, a lo cual el hombre me ofrece ayudarme también con eso, si así lo deseo. Acepto sin dudarlo. No quiero estar sola con el tal Roberto.

Mientras él lee o hace lo que sea que haga en su estudio, me concentro en tratar de recolectar la documentación que le indicaron a Alexander en la universidad que era necesaria para el traslado. Afortunadamente, toda la documentación necesaria se puede conseguir ahora por internet y, en mi caso, tengo cargados en la nube todos mis documentos importantes, así que sobre el mediodía solo tengo pendiente que me asignen la entrevista.

Estoy sentada en un cómodo sofá con la PC en mis piernas cuando el sonido de golpes en la puerta me hace levantar la vista para encontrar al tal Roberto en la puerta de la sala.

—Perdone la demora, señora —dice el hombre—. Inconvenientes de última hora.

—Hola, Roberto —respondo, retirando la PC de mis piernas y disponiéndome a ir por el abuelo para que nos acompañe.

—Usted me recuerda, ¿no es así?

Quedo estática y trago saliva.

—Así es —respondo, sosteniéndole la mirada—, lo recuerdo.

Me alegra haber pasado ya el impacto inicial, pues ya no tiemblo y a mi mente llegan las palabras de Alexander cuando dijo en el centro comercial que nadie podía hacerme sentir mal, pues al ser su esposa, tengo su mismo poder. Espero que sea verdad.

ADICTA A SUS BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora