—Tus deseos son órdenes.
En ese momento, lo único que tengo en mente es complacer a la mujer que me torturó toda la noche sin saberlo. Me acerco nuevamente a sus labios, disfrutando esa extraña sensación que genera el tocar y no tocar a la vez, sabiendo, por las deliciosas expresiones en su rostro, que está deseosa de que sí la toque. Me alejo solo un poco para observarla mejor y acomodo bien en sus hombros las finas tiras del corto camisón que lleva puesto.
No tardaré en volver a desacomodarlo, pero me gusta la sensación que deja esa tela al tocarla y lo delicada y absurdamente provocativa que la hace ver esta prenda.
—Eres jodidamente sexy —digo sintiendo como aumenta el deseo de hacerla mía —estoy ansioso por probarte.
Su aliento se mezcla con el mío y mis labios atrapan los gemidos que ahora salen con más frecuencia de los suyos. Si todo sigue así, esta será su primera vez, así que, aunque planeo disfrutar su cuerpo al máximo, también quiero que ella lo recuerde como su mejor vivencia hasta este momento. Mi mano se desliza bajo su camisón y, lentamente, recorro su suave piel, disfrutando el trayecto hasta llegar a su busto, el cual cubro con mi mano, quedando más que satisfecho al darme cuenta de que su tamaño es perfecto para ellas.
Masajeo y aprieto el redondo y firme seno en mi mano, para después tomar entre mis dedos el cada vez más duro pezón y apretarlo, para posteriormente poder sentir su punta en la palma de mi mano. Un jadeo especialmente fuerte escapa de sus labios y, en esta oportunidad, decido no atraparlo en los míos; quiero que ella se escuche. Con eso en mente, abandono sus labios y retiro mi mano de su seno, para, sobre la suave tela, morder su pezón, el cual está completamente erecto en este momento.
Su pezón está atrapado suavemente entre mis dientes y la tela, así que, ansioso por conocer aún más sus expresiones, no resisto y lo estiro un poco para luego mirarla.
La expresión en su rostro es una rara mezcla entre deseo contenido y vergüenza, lo cual me resulta increíble de apreciar. Me agrada en sobremanera ser yo quien le quite la vergüenza a todo, ser yo quien le enseñe a conocer y disfrutar del sexo, pero, sobre todo, ser yo quien la haga sentir mujer y ser el primer hombre que le dé un orgasmo. La veo cerrar los ojos y concentrarse por fin en las sensaciones que experimenta su cuerpo, las cuales estoy seguro de que son tan placenteras que no tuvo más remedio que arquear su espalda y apretar los muslos.
Mi mamo libre ahora baja hasta su intimidad, siendo consciente de que no habrá tela que la limite y en su lugar encuentro una piel delicada la cual mis dedos exploran y se deslizan con una facilidad increíble debido a la cantidad de humedad presente en esa zona. La veo morder su labio inferior y mirar ahora hacia abajo, en donde descubre mis ojos hambrientos, mi mano exploradora y la tensión excesiva dentro de mi bóxer.
Le gusta, le gusta mucho la escena completa que ve, así que con esa motivación extra, uno de mis dedos se abren paso entre sus pliegues y ahora húmedos, recorren su clítoris con movimientos circulares que inician suaves y rítmicos, pero que poco a poco van aumentando la intensidad hasta que la siento tensarse bajo mi cuerpo y llegar a su primer orgasmo.
—¿Sigo pareciéndote un sueño? —pregunto mordiendo su labio inferior y aparentemente haciendo que, por fin, ella se plantee la posibilidad de que este momento, sea real.
Está jadeante, sensible y temblorosa aún abajo de mi cuerpo y yo estoy malditamente excitado. ¿Sigo pareciéndote un sueño? Idiota, este no era el momento para volver a hacer esa pregunta.
La mirada de Isabella cambia a una de miedo y retrocede de forma enérgica hasta que su espalda golpea contra el espaldar de la cama.
—¿Pero qué...? — comienza a balbucear la chica.
La interrumpo bruscamente y no la dejo hablar, pues estoy convencido de que si ahora si me cree, debo tomar el control de la situación desde ya para que el problema no se me salga de las manos.
—Eres mi esposa, nos casamos ayer en la tarde. Mi nombre es Alexander Pizano y desde ahora me perteneces, te guste o no.
Me acerco a ella y sus hermosos ojos verdes parecen bailar entre el miedo y la incredulidad y eso me encanta.
—Obviamente, no usé los mejores métodos del mundo para conseguir una esposa. Se una buena mujer y te daré el cielo, vuélvete un dolor de cabeza para mí y te aseguro que ni tú, ni tu familia saldrá bien librada de esto y en serio no querrás conocer el tipo de alcance que puedo llegar a tener.
Sus ojos se humedecen y una lágrima se desliza por su mejilla, la cual seco con un dedo antes de que caiga a la cama. Aun así, se ve hermosa, hermosa y aún más delicada que antes.
—Tratemos de llevar una buena vida, Isabella. Puedo cumplirte casi cualquier capricho que tengas, solo mantenme de humor para cumplírtelos.
He quedado sexualmente iniciado, así que ahora me toca entrar a ese baño y repetir la maniobra de anoche. Me voy a alejar cuando su voz me detiene.
—No entiendo, ¿qué quieres de mí? ¿Por qué yo? —Su mirada se mantiene en la mía.
—¿Por qué tú? —la miro con deseo nuevamente—. Eres de mi gusto, así que, ¿por qué no? ¿Y qué quiero? Quiero un hijo, quiero que, de preferencia, me ayudes a criarlo y seas una buena madre. Aunque si no quieres, te puedes ir, pero el niño me lo quedo yo.
Un sonido ahogado sale de sus labios, los cuales cubre con sus manos. Luego parece caer en cuenta nuevamente de la prenda tan sexualmente sugestiva que tiene puesta y, tontamente, intenta cubrir su cuerpo con sus brazos. Sonrío ante sus acciones tan espontáneas y, nuevamente, hago el amague de retirarme, pero su voz vuelve a frenarme.
—¿Nosotros ya...? —Su frase a medio terminar, mezclada con esa mirada ahora esquiva, me indica que no está acostumbrada tampoco a hablar abiertamente de sexo.
—No —respondo cortantemente—, no te toqué con intenciones sexuales mientras estuviste sin el control total de tus facultades —tomo ahora sí camino al baño—, pero indudablemente pasará. Somos tan compatibles que lo que pasó hace un momento fue la prueba.
Cierro la puerta del baño.
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ADICTA A SUS BESOS
RomanceUna mañana, Isabella se despierta en la cama de un desconocido, sin recordar cómo llegó ahí. El hombre a su lado, Alexander, resulta ser un atractivo heredero de una familia poderosa, pero también con un lado oscuro: su abuelo le ha legado un negoci...