58. CONVERSANDO DE VERDAD 2

18 4 2
                                    

Estamos recostados en la cama, mirándonos el uno al otro y teniendo la conversación que debimos haber tenido hace rato. Ahora conozco su versión de las cosas y quiero pensar que también un poco de los tintes con los cuales está pintada su alma. El hombre a mi lado no solo tiene lastimado el cuerpo, sino que está reconociendo ante mí su inmadurez, pero a mis ojos está demostrando ahora todo lo contrario.

Estos días tuve tiempo más que suficiente para pensar. Ya no puedo seguir tapando el sol con un dedo; algo turbio pasa aquí y, aunque no estaba segura exactamente en qué consistía, sabía que tenía que ver con algo ilícito. Eso gritaba mi mente al unir los puntos: la forma en que terminé casada, que Roberto ejecute ese tipo de órdenes sin siquiera pestañear, los comentarios algo fuertes que he logrado escuchar por parte del abuelo y del mismo Alexander, pero finalmente, la forma en que se dio la amenaza y el atentado que sufrió Alexander.

Mi hermana Sophie afirma que el atentado fue extraño, que todo se ve muy personal. Aunque al inicio me burlé de ella por dárselas de detective, la verdad es que tanto tiempo trabajando en el área de urgencias le debe de haber dejado experiencias como para juzgar ese tipo de cosas, así no tenga un sustento.

—Puedes irte si quieres —cierra los ojos y su tono de voz se apaga—. Prometo que no te faltará nada y que tendrás toda la protección necesaria mientras todo este problema pasa.

Seguramente, si Alexander hubiera hablado conmigo antes del atentado, me habría escandalizado y armado todo un drama por haberse mantenido en silencio, pero en este momento eso no tiene sentido para mí.

—Nadie te va a cuidar tan bien como yo —digo acercándome y besando muy suave sus labios—. No pienso dejarle el camino libre a ese montón de enfermeritas.

—No se me ocurre qué pude haber hecho bien en la vida para merecerte —dice poniendo su brazo en mi cintura—. Supongo que no fue en esta vida; posiblemente me están premiando por algo bueno que hice en una vida pasada.

Sacudo la cabeza y sonrío.

—No te puedo decir que me gusta la situación, no es el sueño de nadie y ahora comprendo que tampoco es del todo tu culpa —siento tristeza al saber que carga sin querer el karma familiar, pero aun así debo dejarle en claro algo—. Pero Alexander, no quiero que me vuelvas a esconder nada. Todo nos va a afectar a los dos, así que no quiero ser excluida.

—Prometo ser más cuidadoso y no esconderte nada. Por eso ahora debo decirte algo más.

Alexander me cuenta que duda de Sebastián y tal parece que está conflictuado porque ahora duda también del abuelo y eso lo tiene mal. El abuelo fue quien lo crio, es su familia más cercana.

—Tienes que hablar con él, incluso con Sebastián, ellos siguen siendo tu familia y debes darle el beneficio de la duda —beso suavemente sus labios antes de continuar—. Aunque ahora yo soy tu familia principal, nosotros dos ahora somos una nueva familia.

Sonríe ante mis palabras.

—Eres mi hogar, ya te lo había dicho —ahora soy yo quien sonríe al recordar que efectivamente él ya me había dicho eso.

—Tal vez tengas razón y es una tontería de mi parte no hablar con ellos —responde pegando nuestras frentes y cerrando los ojos—. No imaginas las ganas que tengo de hacerte el amor.

Me separo alarmada por sus palabras. No importa lo cuidadosos que seamos, tener relaciones en este momento solo retrasará su recuperación y posiblemente traiga complicaciones a su estado.

—Ni lo pienses, Alexander. Necesitas toda la energía que tu cuerpo produzca para poder recuperarte, así que esto es un no rotundo —me mira con ojos de cachorro, pero debo ser más fuerte que él en este momento—. A contar ovejas para dormir.

✿︶︶︶︶︶︶︶✿

Han pasado ya varios días y la recuperación de Alexander avanza muy bien, incluso debo pelearle en ocasiones para que suelte su celular o el PC y descanse. Afortunadamente, no está afanado en salir y en parte es porque confía su seguridad en Roberto, quien también está incapacitado y lo estará por un tiempo largo, pues está con una pierna enyesada por un disparo que recibió.

Según hemos conversado, Roberto es su mano derecha para muchas cosas, así que es quizás la persona en la que más confía.

—Nos conocemos desde muy jóvenes —me contó un día—. Durante mi fase de rebeldía, antes de que el abuelo me disciplinara, adquirí malas compañías y me escabullía mucho. Un día no les quise entregar dinero a mis supuestos amigos y me estaban dando una golpiza increíble y ahí fue que apareció Roberto y me ayudó. Él es solo un poco mayor que yo, pero aunque lo golpearon también, no me dejó botado.

Acomodo mejor la almohada y sigo atenta a la historia que me está narrando.

—Entonces me llevó a su casa y ahí su madre nos curó las heridas y nos regañó por igual, pues supuso que había sido por buscapleitos. Recuerdo que era un mal barrio, un apartamento estrecho y dos hermanos menores, uno de ellos con problemas cognitivos. Ese día comí comida casera y me comprometí a ayudar a esa familia.

—Por eso confías tanto en él —asiente.

—Sí, él era solo un poco mayor que yo, pero ya trabajaba para ayudar en su casa, pues su padre los había abandonado y lo que ganaba la madre era insuficiente, así que hice un trato con él y aquí estamos.

—Siendo así, trataré de darle una oportunidad a él —digo pensativa.

—Sí, por favor hazlo —dice abrazándome en la cama—. Ya me siento mucho mejor y el médico dijo que ya podemos tener intimidad.

Sus palabras hacen que el color suba vertiginosamente a mi rostro al recordar que el muy descarado fue capaz de preguntarle al médico si ya podíamos tener relaciones sexuales. Yo también quiero, me muero de ganas por sentirlo, pero no creo que sea bueno que él se exceda.

—Bien, pero esta noche me dejarás a mí tener el control de la situación. No quiero que te lastimes —introduzco mi mano bajo su camisa con suavidad y la retiro—. Hasta nuevo aviso, solo podrás estar abajo.

—¿Qué? —protesta, pero no me pelea, ya he aprendido cómo hacer que ceda a lo que quiero en la cama.

ADICTA A SUS BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora