86. JULIANA MUERTA

16 4 3
                                    

—Todo habría sido más fácil para ti, para todos realmente, si tan solo te hubieras podido casar con Juliana.

¿Juliana? ¿Por qué la nombra?

—¿Qué tiene que ver Juliana en esto? ¿Dónde está ella? —pregunto, un poco más alerta.

Escucho su risa, mezclada con otros sonidos de fondo. Parece que está en la carretera, supongo que rumbo a su encuentro con Richard.

—Hacer que te fijaras en ella fue fácil. Era muy bella e increíble en la cama, debo admitirlo. Todo avanzaba de maravilla, pero al fin de cuentas, no era más que una modelito tonta y terminó enamorada de ti.

—¿Qué le hiciste? ¡Responde! —prácticamente le estoy gritando al aparato.

Mi tío Ronald pone su mano en mi hombro y me hace gestos para que me tranquilice. No debo dejarme provocar y arruinarlo todo, pero es tan difícil. No esperaba este cambio de tema.

Antony sigue riendo como loco mientras siento cómo la ira burbujea desde mi estómago y asciende por mi pecho hasta llenar mi cabeza. No amaba a Juliana, pero sí había decidido hacerla mi esposa y, sin importar cómo llegó o por qué a mi vida, me siento responsable. Debí protegerla.

—Hice lo que tenía que hacer. Una vez que tu primito metió su nariz, la muy tonta empezó a rebelarse. Aparentemente, se sentía respaldada, así que debí asustarla un poquito y quizá se me fue la mano. Padre dice que con el tiempo aprenderé a medirme.

Este chico no conoce la palabra empatía. Se expresa de Juliana como si fuera un mueble que cambió de lugar a su antojo, como si ella no sintiera o pensara. Ahora siento pesar por ella, ¿cuánto sufrió? ¿Por qué no fui capaz de notarlo?

—Murió protegiéndote, la muy cretina, y tal parece que le seguirá tu esposita. Me aseguraré de que sufra y tú lo sepas, lo escuches.

—Te juro que tendrás un muy mal final, Antony. ¿Por qué pusiste a Juliana en mi camino? ¿Cuál era el plan?

Ríe como loco.

—No te lo diré. Es interesante que estés preguntando más por ella que por tu mujer. Tal parece que sí la querías. Adiós, Alexander, te enviaré un video en un rato —corta la llamada.

—Hiciste bien en contenerte —dice mi tío—. Ve y termina esto de una vez. Demuéstrale de qué estás hecho ayudando a Richard a iniciar su reinado.

Lo miro con extrañeza por esa elección de palabras.

—¿Iniciar su reinado?

—Es evidente que eso es lo que está haciendo ese hombre. Te está usando de trampolín para mandar mensajes en el bajo mundo. Es como si estuviera gritando a todos que no teme cruzar los límites incluso de su territorio y hacer las cosas él mismo. Si no, habría enviado solo a sus hombres para la tarea. Los Williams no son quienes están en la cúspide, pero tampoco son un rival pequeño. Eligió un rival que ya tuviera un nombre establecido, un nombre que suena más que el suyo, hasta ahora.

—¿Por qué te retiraste? —No puedo evitar preguntar.

Mi tío se ve fuerte; no se me ocurre qué tipo de padecimiento tiene para haberle pasado todo el peso a Sebastián.

—Este no es el momento para eso, vete ya.

Tiene razón, este no es el momento.

—Por favor, cuida de Isabella —miro una última vez en dirección a su cuarto antes de salir.

Me subo al vehículo y doy las indicaciones del lugar suministrado por Michael. En el trayecto tengo tiempo para pensar un poco en toda la nueva información y ahora también en mi tío. Pensar en que él entendió mucho más fácil el trasfondo de lo que está haciendo Richard, mientras que yo solo lo consideré extraño. Definitivamente, si soy solo un trampolín, nos conviene estar de su lado. Llegará muy lejos y siempre será mejor tenerlo de amigo que de enemigo.

Llegamos a una pequeña bodega en una zona comercial. Nada destaca en el lugar y, al entrar, encuentro muchos más hombres presentes que en la incursión de esta mañana.

—El botín es grande —dice el tal Michael al acercarse a mí—. Ya ha habido un par de muertos en esta zona y cuentan los rumores que los muertos han sido quienes han intentado llegar a las caletas.

Me está mostrando el mapa en una tablet. Una zona residencial de estrato alto será aparentemente nuestra próxima parada, así que estoy seguro de que no será algo fácil.

—La zona ha tenido vigilancia especial, pero esta madrugada, gracias a los atentados, hemos logrado que retiren algo de personal de ahí y lo redistribuyan en las bodegas, bajando la seguridad. Apenas llegue el niñato con Richard, estoy seguro de que muchos más se irán de aquí para respaldar a su jefe, y es ahí cuando nosotros entraremos.

Entiendo la lógica del retiro de personal; lo que no entiendo es cómo Richard saldrá vivo de ahí. Hago un movimiento de cabeza para que sepa que comprendo todo el plan, y justo en ese momento mi estómago gruñe, haciendo que el hombre me regale una expresión comprensiva.

—Tienes razón, tal vez sea buena idea aprovechar el tiempo para comer. Nosotros tampoco lo hemos hecho —dice Michael—. Mientras conseguimos algo, al fondo alguien preparó café; eso rara vez falta aquí.

Me sorprende ese comentario, pero igual hago caso y me sirvo una taza. La calidad del café es excelente. Mientras tanto, tres chicos son los encargados de salir y traer sándwiches para que comamos.

—Muy bueno, ¿no? —dice un hombre más o menos de mi edad, quien, recostado a un muro, disfruta su café—. Me agrada el nuevo contacto del jefe, aunque creo que está también algo loco. El tal Pablo nos trae café de muy buena calidad. Realmente quiero conocer Colombia.

Es un dato interesante, aunque poco relevante en este momento. Observo a los hombres y me sorprende que, pese a que el negocio de Richard sea la fabricación y distribución de drogas, sus hombres no parezcan consumidores asiduos. Sí los he visto consumir, pero no están perdidos en el vicio ni nada parecido. Al preguntar sobre eso a Michael, solo dice que su jefe tiene algunas normas especiales que exige a su personal.

Una notificación ingresa a mi teléfono, y al revisarla, es una imagen. Sonrío, sonrío como un loco al ver al niñato arrodillado con las manos tras la nuca. Luego vuelve a sonar el aparato mostrando el siguiente mensaje de Richard: "Lo tendré guardado hasta que me entregues lo mío. Nos vemos después, en la hacienda de tu familia".

—Es hora de irnos, el personal ya está dejando la zona —informa Michael.

No alcancé a comer, pero no importa, me daré un banquete después. Hoy termina todo, hoy termina todo, repito una y otra vez en mi mente mientras salimos del lugar.

ADICTA A SUS BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora