21. UN PRE

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—Apoyo la idea de comer algo, pero no de salir. Ya es muy tarde y no quiero.

Miro hacia la ventana y descubro que, evidentemente, no ingresa luz a través del poco espacio que dejó el blackout y que la única luz que hay en la habitación la genera el televisor.

—¿Cuántas horas dormí? —pregunto, perpleja.

—Son ocho capítulos de la temporada y ya casi termino el último, así que calcula.

Recuerdo que cuando desperté la última vez, ya era tarde, más de las dos.

—Quiero comer, terminar este capítulo y ahora sí hacer lo que mi esposa no me ha dejado hacer —me asustan y emocionan un poco sus palabras, pero el muy zorro suelta la carcajada quizás ante la cara que estoy poniendo—: dormir, Isabella, dormir.

Río como una tonta y me levanto camino al baño.

—Pide comida y ahora yo cuido tu sueño —digo antes de ingresar al baño.

Cepillo mis dientes y observo mi reflejo en el espejo. Me siento descansada y un poco hambrienta, es verdad, pero me siento bien, absurdamente bien. Al salir del baño, Alexander sigue mirando la serie, así que me acomodo a su lado, pero es él ahora quien va al baño. Me acuesto y miro la imagen estática de la serie y pienso que ahora seré yo quien vigile su sueño y mire televisión.

Alexander vuelve a mi lado y le da reproducir nuevamente al capítulo. Mi mente está despierta y mi cuerpo recargado de energía y, ahora, gracias a la escena que está en la televisión, quiero probar esos labios una vez más y enredar mis dedos en su castaño cabello. Es como si hubiera leído mi mente, pues se inclina hacia mí y me besa de manera apasionada de un momento a otro y, por fin, puedo enredar mis dedos en su cabello.

Quiero probar, explorar y degustar todo lo que pueda de sus labios, de esos labios que hacen que mi corazón se desboque y mi cuerpo lo desee como no sabía que se podía desear a alguien. Nuestras lenguas están jugando y, al separar nuestros labios para volver a respirar, no puedo evitar sonreír y echar la cabeza hacia atrás para atraer sin reparo lo suya a mi cuello y dejarme consentir.

—Se me acaba de ir el sueño —dice muy quedo a mi oído— y es tu culpa.

Una mano se cuela bajo mi camisa y ejerce un poco de presión en mi cintura mientras que la otra está en mi nuca y ahora me ayuda a marcar el compás del beso.

—Quieto —le digo con voz suave y él se detiene dejando sus labios a escasos milímetros de los míos.

Muerdo suavemente su labio inferior y su mirada de deseo termina de causar desastres en mí. Estoy loca, debo estarlo, pues en este momento lo único en que puedo pensar es en continuar deleitándome con sus besos. Reduzco aún más la distancia de nuestros labios y paseo mi lengua por el borde interno de su labio inferior haciendo que estos se separen y su lengua sea visible levemente para invitar a jugar a la mía.

Quiero jugar, no pienso en más que en jugar con ellos, entonces cual si no pesara nada me alza y se recuesta contra el espaldar de la cama. Quedo sentada sobre él y con mis piernas a cada lado de su cadera. Después del sonido inicial de sorpresa que escapa de mis labios, mis brazos se acomodaron automáticamente en sus hombros y nuestras miradas vuelven a conectar.

Mi mirada baja a sus labios y solo debo estirarme un poco para volver a disfrutar de su contacto. Besa demasiado bien, me gusta y odio que tenga tanta experiencia. Se está acomodando a mi ritmo, así que cuando me dí cuenta ya tenía enredado un brazo en su cuello y el otro sobre su pecho. Soy yo quien está sobre él y eso me da una especie de control que me agrada y puede que más que eso, me excita.

Un jadeo escapa de mis labios y escuchar mi propio sonido ayuda a afianzar lo erótico del momento en mi cabeza. Sus besos descienden por mi cuello y ya puedo sentir perfectamente la excitación en su entrepierna. Los cambios en sus expresiones al frotarme contra su virilidad son grandiosos y eso solo acrecenta mis sonidos y supongo que también mis expresiones faciales. La situación indudablemente está por salirse de control y el aire acondicionado se torna insuficiente para controlar el calor de la habitación, cuando el golpeteo en la puerta nos interrumpe.

—Llegó la comida —digo, sorprendida por el sonido.

—No puede ser —dice abrazándome y respirando hondo—, tendrás que recibirla tú, porque yo no estoy en condiciones.

Miro su entrepierna y en definitiva no se verá bien que le abra él la puerta a la persona que trae la comida, así que no puedo evitar burlarme y, antes de bajarme de su regazo, le dejo un último beso. De camino a la puerta enciendo la luz y le pido a la persona que deje el carrito de la comida para poder ingresarlo yo misma. Siento la mirada de Alexander que me sigue todo el camino y me gusta.

—Deja de mirarme y pasa a comer algo —digo escondiendo la sonrisa por saber que su cuerpo aún sigue muy motivado en nuestro juego previo.

Puede que yo me sienta igual que él, pero para mi buena fortuna, eso no es evidente a simple vista. Para confirmarlo, él tendría que hacer una exploración muy específica a cierta zona de mi anatomía.

—Bien —afirma tras cerrar los ojos y respirar pesado un par de veces—, pero ten presente que este momento pienso continuarlo. Evidentemente lo estás disfrutando tanto como yo.

Pasa por mi lado y besa mi cuello antes de tomar asiento a mi lado. No creo que pueda comer mucho sabiendo lo que vendrá después, sabiendo que muy seguramente será mi primera vez y que, aunque no lo amo, aunque sé que no le puedo entregar mi confianza, por el momento ya tengo claro que mi cuerpo sí. Increiblemente y por voluntad propia, Alexander será mi primera vez.




ADICTA A SUS BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora