En un parpadeo, mi sueño húmedo se convirtió en una pesadilla, así nada más, sin siquiera una transición. Pasé de sentirme desinhibida y excitada a estar completamente aterrada, con la espalda pegada al espaldar de la cama. Esto es una situación absurda en verdad, hace un par de minutos mi voz resonaba de manera vergonzosa en esta habitación y tocaba con energía y totalmente encantada el cincelado cuerpo del hombre ahora junto a mí.
Las barbaridades que salen de sus tentadores labios son realmente aterradoras, aunque no tanto como el tono pausado y casi frío que usa para hablar, pese a que puedo ver muy bien que sigue muy excitado por nuestro juego previo. Aunque traté de no mirarlo, fue imposible no darme cuenta de que su miembro seguía muy duro dentro de esos pobres bóxer, los cuales dejaban entrever una pequeña mancha de humedad, producto de lo que supongo es el líquido pre seminal.
El hombre con quien hasta hace poco estaba en la cama y prácticamente me hizo tocar el cielo y gemir como nunca lo había hecho, resultó ser real. Estoy segura de que en este momento está en ese baño masturbándose para poder volver a caminar con normalidad con los pantalones puestos.
Una vez que mi supuesto marido ingresa al baño, me pongo la ropa interior blanca que encuentro a la vista, la cual supongo que usé ayer. Luego, revuelvo el armario hasta encontrar algo con lo que cubrirme. El problema eran los zapatos: los únicos que me quedaron fueron unos tacones blancos. Así que tendría que salir descalza, lo cual no me importaría, pero para mi sorpresa, la puerta del apartamento no se abre así como así.
Corro hasta la ventana y casi muero de la impresión al ver lo alto que estamos, así que saltar no es una opción. Pensé en gritar, pero luego me pareció una tontería, pues si yo secuestrara a una persona, la llevaría a un lugar donde no pudieran escucharla. Busco desesperadamente un teléfono, un celular, una PC, cualquier cosa que me permita comunicarme con el mundo exterior y llamar a la policía, pero todos mis intentos son en vano. Supongo que el único celular lo tiene él.
Voy decidida a la cocina y escarbo los cajones tomando un gran cuchillo en mis manos dispuesta a con esto exigirle abrir esa puerta, pero luego, pensé en que si lo lastimo, la mala sería yo, pues herir a alguien es infinitamente peor que un secuestro, secuestro del cual no tengo ningún tipo de marcas en mi cuerpo, ni fui abusada sexualmente, es más, tengo un corte de cabello nuevo, uñas pintadas y nunca había sentido mi piel tan suave.
La verdad es que estoy físicamente mejor que cuidándome sola y eso es terrible.
—Piensa Isabella, piensa —me digo en voz baja mirando desesperadamente todo el lugar y eureka, pensé en la forma perfecta de escapar.
Este apartamento es de tan alta gama que tiene aspersores para casos de incendio. Solo sería cuestión de activar uno de esos aspersores para que las alarmas suenen y llegue alguien. Los bomberos, la policía, no me importa, puede ser el conserje; cualquier persona decente que me ayude a salir de aquí está bien.
Encuentro un encendedor en un cajón de la cocina y, justo cuando estoy por subirme a la barra de la cocina que da a la sala, siento los pasos de aquel hombre acercarse a la puerta y salir del cuarto. Me regaño mentalmente por haber sido tan lenta en llegar a esta idea, así que guardo el encendedor en el bolsillo y trato de disimular para que a ese hombre no se le ocurra lo que pienso hacer.
Tengo una mezcla de rabia y miedo, principalmente miedo, pues al mirar todo el lugar y lo costoso que se ve todo, incluyendo el anillo en mi dedo, me doy cuenta de que mi "querido marido" no es un don nadie. Tras salir de la habitación, se acomoda tranquilamente en una de las poltronas de la sala, y juro que si no estuviera tan asustada e irritada con él y por él, realmente caería ante cualquier sonrisa o mirada que hiciera en mi dirección.
El hombre es jodidamente sexy con esa sonrisa de chico malo y actitud calmada. No puede ser mucho mayor que yo; tal vez esté llegando a los treinta años. Con ese cuerpo, estoy segura de que las mujeres le llueven. Claro, eso podría explicar por qué besa tan bien y supo despertar en mí todo lo que sentí hace un rato. El hombre debe tener mucha experiencia sexual y yo, por el contrario, soy una chica sin experiencia, así que caí deslumbrada. Eso debe ser.
La pequeña "plática" que tuvimos en la sala nos llevó a ver el video de nuestro supuesto matrimonio. Todo se ve hermoso en ese video, y hasta sonrío en muchas de las tomas, lo cual es impactante y hace que todo esto parezca real. Me escucho decirle "sí" a esa unión ante Dios, y fue terrible. Ahí verdaderamente se me desmoronó el mundo. Ninguna de las condiciones mínimas para un matrimonio se cumplieron ahí.
Hay muchas razones por las cuales se casan las parejas, pero yo quería hacerlo por amor y que en un día tan feliz como ese, mi familia me acompañara, así no fuera posible una boda con todo el lujo que aparentemente tuve. El resto de la conversación se sintió extraña, Alexander dice querer que nos conozcamos, que prácticamente puede ponerme el mundo a mis pies si eso es lo que quiero, pero que lo único que no le puedo pedir, es mi libertad.
En un momento, siento que intenta suavizar las cosas conmigo, pero al siguiente me amenaza. Trato de entender lo que pasa por la mente de este hombre, pero no puedo. Pudo elegir a cualquier mujer, ¿por qué a mí?
Es como si tuviera la loca idea de que dándome cosas pudiera borrar su pecado y que yo simplemente decidiera seguirle dócilmente el juego.
¿Conocernos? Para eso son las citas antes del matrimonio, no después, piensa mi lado lógico, pero mi cuerpo desea seguirle el juego y robarle unos cuantos besos a este hombre, argumentando tontamente que estuve bajo su control total y no tuvimos intimidad. No me forzó a nada, mi virginidad sigue intacta y creo entender que no me va a tocar hasta que yo lo deje, al menos no por el momento.
Qué horror, qué bochorno, acabao de recordar que fuí yo quien lo tocó, fuí yo quien lo besó e inició el contacto.
—Vamos a salir —me dice, algo más relajado—, pero necesitamos poner unas cuantas reglas.
—¿De verdad quieres que este "matrimonio" funcione? —digo, haciendo una seña de comillas con los dedos.
—Es lo que más quisiera en este momento, Isabella —me responde, serio.
—Entonces yo también tengo unas reglas que necesito que cumplas —levanta sus cejas, como si lo que acabo de decir fuera algo increíble para él—. No me mires así, acabo de ver un video en el cual nos comprometimos ante Dios. Tampoco es como si yo tuviera más opciones.
—Te escucho —murmura, curioso.
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ADICTA A SUS BESOS
RomanceUna mañana, Isabella se despierta en la cama de un desconocido, sin recordar cómo llegó ahí. El hombre a su lado, Alexander, resulta ser un atractivo heredero de una familia poderosa, pero también con un lado oscuro: su abuelo le ha legado un negoci...