49. MI HOGAR

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Por los viejos tiempos, esperaba que Sebastián no fuera el dueño del anillo, pero es poco probable que alguien más que conozca cargue esa monstruosidad en sus dedos. Hace tres días di la orden de investigar a Sebastián; quiero saber todo lo que se pueda de él, hasta la marca de su desodorante si es posible. Sin embargo, todo es más difícil de lo que creí que sería.

—Se sabe cuidar muy bien —dice Roberto con rostro serio—. Sus medidas de seguridad son perfectas; entrar a su oficina fue muy difícil y su casa es casi un búnker. Ahí fue imposible.

—¿Encontraste algo importante o no? —pregunto impaciente.

—He decidido imprimirlo. Aún no puedo garantizar que él no elimine o supervise la información de los correos o discos duros.

Me pasa una carpeta con varios de los itinerarios de Sebastián y resalta algunas fechas en restaurantes finos.

—Llamaron mi atención por no ser los lugares habituales de tu primo, así que decidí investigar con quién cenaba y, sorpresa.

Arroja varias fotos de Sebastián ingresando y saliendo del lugar con Juliana.

—Las imágenes fueron sacadas de una cámara de seguridad frente al restaurante, pero indudablemente son ellos.

Miro con rencor esas imágenes, pero no por el dolor de perder a Juliana o algo así, sino por la traición que evidencio ahí.

—¿Ya la localizaste?

—No, sigue desaparecida y eso es extraño —sigue hablando, haciendo que este panorama se vea más negro—. La familia la reportó como desaparecida hace más o menos quince días, nadie sabe nada de ella, ni siquiera su agencia.

—¿La desapareció? —miro con incredulidad a Roberto.

—No tengo forma de confirmarlo, pero todo parece indicar que sí.

Juliana no era el amor de mi vida ni mucho menos, pero era una mujer a la cual había decidido cuidar y convertir en mi esposa. Una punzada de culpabilidad golpea mi pecho, haciéndome sentir responsable. Tal parece que tengo que reevaluar todo lo que creía saber de Sebastián. No es alguien tan básico como creí que era.

¿Qué sé realmente de Sebastián? Sé que el abuelo lo involucró primero en los negocios que a Noah y a mí, pero nunca le ofreció el liderazgo, lo que sí ocurrió primero con Noah y luego conmigo. Sebastián no tiene madera de líder, eso siempre saltó a la vista, pero siempre había sido alguien con quien contar hasta que Noah se fue y su temperamento terminó de agriarse.

—Asigna a una persona expresamente para seguirlo, no quiero fiarme de la agenda —digo finalmente—. Necesito que me encuentren una oportunidad para enfrentarlo en plena traición y que no lo pueda negar.

—¿No son suficientes esas imágenes? —pregunta Roberto curioso.

—No, puede decir cualquier cosa y zafarse de esto —miro las imágenes y sigo hablando—. Esto solo indica que se citó con mi entonces prometida en un restaurante, pero ni le está tomando la mano ni tengo un audio que me diga de qué hablaban. No puedo acusarlo de traición con solo esto. Interviene su línea, busca a ese contacto tuyo y págale lo que se necesite.

Roberto sale de mi oficina y ahora debo sumergirme en la fila de papeleo que siempre es urgente. Tengo una hora para hacer lo que pueda antes de salir a encontrarme con Isabella para mirar un apartamento. En medio de todo, hoy es un buen día, un muy buen día a decir verdad, pues ella ya tiene un listado de posibles lugares para visitar y lo mejor de todo es que hoy ya me dejará tocarla, no tiene excusa.


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—Sé que estás ocupado, pero me alegra que pudieras sacar tiempo —dice mientras observamos a través del gran ventanal de uno de los apartamentos.

—No estoy tan ocupado para ti —digo entrelazando nuestros dedos—. Además, quería acompañarte y que eligiéramos juntos. —Observo su rostro y se ve mucho más tranquila que hace unos días—. Me alegra que las cosas con tu hermana se solucionaran.

—A mí también. Fue bueno tener la excusa de buscar el apartamento para poder arrastrarla a esto —me regala una hermosa sonrisa—. Refunfuñó un poco, pero al final accedió a acompañarme y hasta cambió sus turnos en la clínica para poder hacerlo.

Me alegra escuchar eso, pues al ahondar en nuestra relación, cada vez más seguido salía a relucir el tema de lo mucho que le hacía falta su hermana. Isabella no es una persona de muchas amistades, lo cual agradezco pues eso le facilita la vida a su esquema de seguridad, pero valora mucho a las pocas que tiene: su amiga Cloe y su hermana Sophia.

—Espero poder sacar tiempo pronto para conocerla.

Tras decir eso, aparece la mujer que nos está mostrando el inmueble.

—Tiene una vista encantadora, ¿verdad?

Sonrío y acerco a Isabella para abrazarla por la espalda y quedar mirando los dos la vista en el mismo ángulo.

—¿Nos imaginas haciendo el amor aquí? —digo suave a su oído y ella voltea a verme tratando de contener su sonrisa antes de contestar.

—También me gusta este lugar —y se aprieta a mí.

—Nos quedamos con el lugar —le digo, mirando a la mujer cuyo rostro se ilumina. Supongo que está imaginando la comisión que acaba de ganar.

—Muy bien, señor Pizano. Les haré llegar la documentación y en solo unos días podrán mudarse.

Bajamos los tres por el ascensor y una vez que nos despedimos de la mujer en el lobby del edificio, me sorprende la alegría excesiva que muestra el rostro de Isabella.

—Me alegra verte así —digo, besándola apasionadamente una vez que estamos dentro del vehículo.

—¿Cómo no estarlo? El lugar es hermoso y será nuestro hogar. —"Nuestro hogar", suena bien, suena demasiado bien y escuchar eso solo acrecienta mi miedo de perder esta nueva felicidad—. ¿Dije algo malo?

Pregunta ante el aparente cambio en mi semblante al pensar en defender mi hogar.

—Mi hogar eres tú, no el lugar donde vivamos.

La respuesta solo salió de mis labios sin pensarla, sin razonarla y aun así, creo que nunca había dicho palabras más sinceras. Quedo atrapado en aquella mirada esmeralda que se muestra entre sorprendida y vacilante a mis palabras y comprendo que ella no sabe realmente lo que significa para mí.

¿Qué significo yo para Isabella? Deseo conocer esa respuesta, tanto como la temo.


ADICTA A SUS BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora