63. SOPHIA ME CREE MALO PARA SU HERMANA

29 4 3
                                    

Me disculpo por un momento y me alejo hasta la ventana para contestar la llamada.

—Hola, amor —la saludo, sabiendo que ya está en la casa—, ¿cómo te fue en la entrevista?

Me habría gustado haberla acompañado a la universidad, pero insistió en que eso era algo que quería hacer sola. Además, no le hice mucha fuerza teniendo en cuenta la visita anunciada por Sebastián.

—Bien, fue complicada, pero creo que me fue muy bien. Por lo que había dicho el abuelo, realmente alcancé a pensar que la entrevista era solo requisito, pero fueron muy meticulosos y hasta intimidantes.

No se supone que debiera ser intimidante; las notas de Isabella son buenas y, con el contacto del abuelo y la generosa donación que realicé a la institución, debieron haber sido laxos.

—No te preocupes, amor, sé que te irá bien —digo para calmarla.

Luego la conversación se encamina a mi estado de salud, el cual, según Isabella, sigue delicado y por eso no debo sobreesforzarme. Sin querer, terminamos en medio de una discusión debido a que olvidé traer los medicamentos que debo tomarme en una hora.

—Amor, estamos en la clínica con Sebastián y hablando con mi cuñada. Te cuento en la casa a qué venimos, pero si quieres, te paso a Sophia para que te confirme que ya puedo salir.

Creí que decir eso sería suficiente para disuadirla, pero, para mi sorpresa, me pide que le pase a Sophia. Exhalo derrotado. No debo pelearle por preocuparse por mí, menos cuando la verdad es que disfruto que lo haga. Debo buscar la forma de disuadirla para poder ir sin afanes con Sebastián a la famosa discoteca y buscar la forma de resolver el problema con Yoshua.

Miro hacia el lugar donde dejé a Sophia y a Sebastián, y los dos están mirándome fijo. Sophia estira su mano para que le entregue el celular sin que yo le diga nada, mientras Sebastián está con una expresión burlona en el rostro.

—Tranquilo, escuchamos todo. Pásame el celular —tal parece que hablé más duro de lo que creí, así que le entrego el celular a mi cuñada.

—Hola, Isa —hay un silencio corto en el que supongo Isabella le está contando a su hermana toda la situación, así que yo solo debo esperar a que mi cuñada la haga entrar en razón, pero entonces habla—. Claro, tienes razón, yo le digo. Sí, tranquila, se ve bien y, aunque está bien que salga y tome sol, tampoco debe excederse...

Perdí. Ahora no tengo que esperar a que cuelgue la llamada o me pase a Isabella para saber eso.

—Parece que tendrás que ir solo, Yoshua. No quiero estresar a Isabella. Obviamente está prevenida por el atentado.

—No hay problema, llevamos a la doc a su apartamento y luego te dejo en la casa, pero debemos apurarnos para que me alcance el tiempo —dice Sebastián de manera descuidada.

Realmente a él no le importa que lo acompañe o no.

—Mejor lo llevas a él —dice Sophie, entregándome el celular y mirando a Sebastián—. Yo puedo tomar un taxi o un Uber, lo que sí es verdad es que debes llevarlo a casa.

—Creí que me apoyarías, ya estoy mucho mejor —reclamo.

—Te sientes mejor comparado con hace unos días, pero aún no lo estás. Recibiste una herida de bala y estás aquí en un hospital nuevamente, dando vueltas, buscando contagiarte Dios sabe de qué cosa. Este es un momento en que tu organismo es especialmente vulnerable. No debes romper el ciclo de ese medicamento y sigues requiriendo reposo.

La mirada de Sophia se vuelve más fría al mirarme.

—Supongo que es momento de sincerarme, Alexander. No creo que seas la persona indicada para mi hermana. Ustedes están metidos en algo turbio —posa su mirada en Sebastián y luego vuelve a mí—. No estoy segura de en qué, pero ya Isabella es grande y sabe que algo no está bien. Así que está contigo porque te ama, eso salta a la vista. Por eso es que estoy hablando con ustedes. Si algo te pasa, ella va a sufrir y eso no es algo que me agrade. Ve a casa, déjate cuidar y trata de no hacerla sufrir.

Luego voltea a ver a Sebastián.

—Y tú no deberías ser tan alcahueta. Llévalo a casa.

No creo que a mi primo le guste que Sophia le diga qué hacer y, fuera de eso, lo regañe, así que me preparo para intervenir y suavizar lo que sea que le conteste Sebastián, pero, para mi sorpresa, no reacciona tan mal como creí.

—No soy alcahueta. Alexander es un hombre adulto y verá qué hace. No lo estoy arrastrando conmigo, él no es una damisela en peligro y, entre llevarlo a casa a él o llevarte a ti, prefiero llevarte a ti. Corres más peligro durmiéndote en los carros de un desconocido que este idiota solo.

Para mi sorpresa, las mejillas de Sophia se tiñen un poco de rosa antes de contestar.

—Esa noche estaba muy cansada, no es habitual quedarme dormida.

—Bien, entonces lo llevo a él primero para que estés más tranquila y luego te dejo a ti en tu edificio para que puedas descansar —esas palabras de Sebastián me hacen suponer que hay entre ellos una historia de fondo que desconozco.

—Es verdad —apoyo a mi primo—. Si estás muy cansada, descansa y sales otro día de rumba —digo, recordando las palabras de la mujer en la recepción del primer piso—. Debes desestresarte, pero descansar también.

Me mira con sorpresa, supongo que por saber de la dichosa salida, así que le cuento:

—La recepcionista quiere que asistas y te despejes porque nunca los acompañas a las reuniones que ellos organizan, y el médico que se va te quiere ahí.

Sacude la cabeza en señal de negativa.

—Ya me comprometí a ir, mi noche será larga. Mañana no trabajo, así que podré descansar —luego mira a Sebastián—. Bien, voy con ustedes, pero lo dejas primero para que Isabella esté tranquila.

Vamos hacia la salida y el idiota de Sebastián me manda para la parte de atrás del vehículo. Lo entiendo, yo habría hecho lo mismo; uno prefiere una mujer linda de copiloto que a otro hombre. Tengo curiosidad por saber si en presencia de una mujer, Sebastián se contiene y por fin cambia su espantosa música o si simplemente decide torturarla también a ella.

ADICTA A SUS BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora