81. COMO EL PRELUDIO DE UNA GUERRA EN UNA PELÍCULA DE MAFIA

20 3 3
                                    

El vehículo se detiene tras pasar una reconocida zona industrial y llegar a un área de bodegas gigantes, en cuyas calles nadie quisiera transitar de día, y mucho menos de noche.

La bodega es la misma en la que estuve hace unos días con Sebastián para finiquitar el tema de Roberto. A pesar de que tiene la misma estructura de espacios amplios, polvo por doquier e iluminación deficiente por tramos, el lugar está repleto de vida. No tengo idea de cómo reunió Richard a tantos hombres, pero aquí están. Mientras atravieso el lugar en búsqueda de su líder, me observan sin dejar de revisar su armamento. Eso hacen: revisan sus armas, la munición e incluso sacan filo a sus cuchillos.

Observo muchos tipos de armas: revólveres, pistolas, pero unas cuantas metralletas llaman mi atención de manera especial. El hombre realmente llegó dispuesto a la guerra; no se va a ir con medias tintas.

Me siento como dentro de una película de mafia. De esas películas en las que hay guerra entre pandillas, llenas de grandes explosiones e increíbles intercambios de balas, con cadáveres de ambos bandos a cada lado.

—Cada uno sabe lo que tiene que hacer —dice Richard, señalando a varios de aquellos hombres—. No es solo sacar la puta arma y lanzarnos a la guerra como animales.

Camina hasta una de las tres mesas metálicas que están en el lugar, toma una bala y me la lanza.

—Nosotros limamos en cruz la punta de las balas y les agregamos algo que las hará más eficientes para nuestros propósitos. Aquí no habrá heridos, Alexander. Fuera de tu familia, no quedará una sola persona con vida que tenga la certeza de que estuve involucrado en esto. Solo me interesa que viva el rumor.

Siento cómo se me seca la garganta, haciéndome difícil tragar saliva. Nunca había sentido tanta tensión, y definitivamente, nunca nadie que no fuera el abuelo me había hablado y mirado de manera tan severa.

—Llegó el agua bendita —grita un hombre atravesando el portón por el cual yo había ingresado hace poco.

Se escucha uno que otro sonido de alegría ante las palabras del hombre. Richard lo mira y le hace un movimiento de cabeza para que continúe con lo que sea que esté haciendo.

—Ese hombre fue hasta la iglesia a traer agua bendita para bendecir las armas. Muchos aquí son hombres de fe, así que una protección extra nunca sobra.

No entiendo cómo la fe religiosa puede tener cabida en esta situación, pero así es. Veo algunos hombres con tatuajes alusivos a la religión, otros portan cadenas con la cruz o escapularios, los cuales estoy seguro de que deben estar benditos.

Caminamos hacia el lugar que supongo fue alguna vez una oficina y cierro la puerta tras de mí.

—Te advertí sobre las malditas monedas de cambio.

Su voz se hace menos fuerte pero más pesada y acusatoria a mis oídos.

—Tu único maldito trabajo mientras yo llegaba a Nueva York era evitar que se llevaran a las mujeres de tu familia, no más. Así que ahora me estoy preguntando, Alexander. ¿Realmente puedo confiar en ti o te me convertirás en un dolor en el culo? ¿Sabes siquiera seguir instrucciones?

—Creí tenerla segura, ese fue mi error y lo estoy pagando. Pero si me ayudas a recuperarla, te juro que haremos grandes cosas juntos.

El despliegue de gente y seguridad de este hombre me hace entender un poco por qué se lleva bien con Sebastián. Definitivamente, esta fue la alianza correcta; el hombre se lanza con todo.

—Bien. Entonces, esta será tu prueba de fuego. No voy a permitir que me hagas sacrificar hombres de forma inútil.

Se para frente a mí, asegurándose de que mire el revólver que esconde bajo su chaqueta.

—Estar aquí me cuesta plata, costará vidas y me estoy jugando el futuro. Así que lo que menos debe preocuparte es morir si llegas a fallarme. Preocúpate de quedar vivo y que yo te siga cobrando la deuda, pues si lo hago, realmente desearás estar muerto.

No parpadea durante todo el tiempo en que habla, y aunque sus palabras son duras, la seriedad casi sepulcral de ese rostro algo regordete me hace pensar que realmente podría llevarme al infierno con él.

—Sebastián no está aquí esta noche y muy seguramente tampoco lo estará mañana, así que necesito que te ensucies las manos, que me muestres qué tan duro puedes llegar a ser. Es necesario que experimentes de una vez la peligrosidad de este negocio y conozcas lo que hacemos nosotros para mantener a tu familia y a ti a salvo. Todo lo que puedo hacer para cuidar a los míos.

—Dije que haría todo lo que tenga que hacer para recuperar a mi mujer —me paro derecho y le sostengo la mirada—. Dime qué hacer.

Después de esa respuesta y un último escrutinio visual, la expresión del hombre se relaja un poco y me sonríe, aparentemente conforme con mi reacción.

—De verdad estás enamorado. Te tiene bien agarrado esa mujer y eso siempre será una debilidad.

—En algún momento te pasará lo mismo —contesto—, y cuando eso suceda, cambiarás y harás cosas que nunca pensaste fueran posibles para ti.

—No sé si eso suceda, no creo. Pero de lo que sí puedes estar seguro es de que si pasa, siempre sabré dónde está mi mujer. Lo que te acaba de pasar a ti, no me sucederá a mí.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? ¿La encerrarás todo el día? —digo en forma sarcástica—. Ninguna relación funcionará así.

—Para empezar, una mujer que se deje encerrar nunca sería mi mujer. No sería posible que me mantuviera interesado, y en segunda medida, algo se me ocurrirá cuando llegue el momento. Te dije que soy muy recursivo y no solo para torturar a alguien.

—Demasiada conversación, ¿nos vamos?

Miro el reloj y me doy cuenta de que Isabella ha estado secuestrada por más de tres horas.

—¿A dónde? Desbarataste todos mis planes, así que ahora debemos armar uno nuevo. Por el momento ya moví unos hilos param conocer movimientos inusuales en la ciudad, siempre hay un adicto que sabe algo y habla por muy poco. Mientras tranto, tú debes esperar a que te llamen. Pon mucho cuidado, necesito que hagas exactamente lo que te voy a decir, tu actuación para esos desgraciados debe ser perfecta.



ADICTA A SUS BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora