51. ÉL ¿ME AMA?

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Rato después, llama Sophie para confirmarme que ya está en casa. No vi nada raro en sus miradas, pero decido picarle la lengua un poco, por aquello de hacerla pensar en otra cosa que no sea el trabajo.

—¿Qué te pareció Sebastián? Es guapo, ¿verdad? —Sé que está sonriendo al otro lado de la pantalla.

—Parece ser buen hombre, muy centrado, y eso es algo contradictorio con su apariencia. —Ahora es mi turno de sonreír, pues evidentemente sí lo detalló.

—Tiene buen trasero, debe hacer mucho ejercicio —digo para saber qué tan minucioso fue el detalle, pero mi hermana solo se ríe y se despide.

No me siguió el juego, pero ahora sé que ya no se cohibe de mirar a otro hombre. Ya terminó su periodo de duelo por su relación anterior, y eso es bueno. Trataré de hacer que me acompañe al club; buscaré la forma de que asistamos las tres o quizás le diga a Alexander que hagamos una salida nocturna y la obliguemos a ir.

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—Sé que estás ocupado, pero me alegra que pudieras sacar tiempo —digo mientras observamos a través del gran ventanal de uno de los apartamentos.

—No estoy tan ocupado para ti —entrelazamos nuestros dedos—. Además, quería acompañarte y que eligiéramos juntos.

A mí también me alegra que saque tiempo para esto. Quiere decir que le importa.

—Fue bueno tener la excusa de buscar el apartamento para poder arrastrar a mi hermana y hacer que me perdonara —sonrío como tonta al recordar su gesto—. Refunfuñó un poco, pero al final accedió a acompañarme y hasta cambió sus turnos en la clínica para poder hacerlo.

Saber que las cosas están mucho mejor con mi hermana es algo que me da paz. La he extrañado mucho y, aunque amo a Cloe y siempre he dicho que es mi hermana de otra madre y otro padre, la verdad es que hay algunos temas personales que preferiría hablarlos con una persona más centrada como mi hermana.

—Espero poder sacar tiempo pronto para conocerla —dice Alexander y veo en su mirada que es verdad.

La mujer que nos está mostrando el inmueble termina la llamada que tenía en curso y vuelve con nosotros.

—Tiene una vista encantadora, ¿verdad?

Alexander sonríe mientras me acerca a su cuerpo y me abraza por la espalda para quedar mirando los dos en el mismo ángulo.

—¿Nos imaginas haciendo el amor aquí? —dice suave a mi oído, haciendo que la piel de mi nuca, pecho y senos se erice. Volteo a verlo tratando de contener mi sonrisa antes de contestar.

—También me gusta este lugar —me aprieto a él.

—Nos quedamos con el lugar —dice, mirando a la mujer, cuyo rostro se ilumina.

—Muy bien, señor Pizano. Les haré llegar la documentación y en solo unos días podrán mudarse.

La noticia es fabulosa, aunque aún no sé cómo tomará esto el abuelo. Pero Alexander tiene razón, ya deseo nuestro espacio a solas nuevamente, así como deseo no tener que estar cuidando el volumen de mi voz cada vez que tengamos relaciones.

Bajamos los tres por el ascensor y, una vez que nos despedimos de la mujer en el lobby del edificio, ingresamos al vehículo.

—Me alegra verte así —dice, besándome apasionadamente.

—¿Cómo no estarlo? El lugar es hermoso y será nuestro hogar. —"Nuestro hogar", suena bien, y espero de todo corazón que pronto se sienta de verdad así—. ¿Dije algo malo? —pregunto ante el repentino cambio en su semblante.

—Mi hogar eres tú, no el lugar donde vivamos.

Quedo fría y dudosa de qué es lo que realmente quiere decir con sus palabras. No quiero arriesgarme a sacar conclusiones y arrepentirme después. No quiero ilusiones y soñar de más, soñar con lo imposible. Mi vista cae al suelo, pero sus siguientes palabras hacen que lo mire con asombro y, si no estuviera sentada, quizás mis piernas habrían flaqueado ante el peso tan grande que tiene lo que dice.

—Suena imposible, suena loco y, aunque sé que no iniciamos como debía iniciar un matrimonio, mi verdad en este momento es que no me imagino con nadie más a mi lado —asegura mi mirada con una mano sosteniendo mi mentón—. Isabella, te amo.

Creo que mi corazón quiere escapar de mi pecho. Creo que estoy soñando o quizás alucinando, pues no creí que esas palabras fueran dichas en esta relación y menos que fuera él quien las dijera primero. Estoy por decir algo cuando, con un dedo en mis labios, me frena.

—No quiero que digas nada en este momento, no quiero que te sientas obligada o presionada a decir algo ahora.

Por primera vez desde que nos conocemos, veo a un Alexander sobrepasado con la situación. Su mirada me dice que no sabe qué más decir o hacer y eso lo hace ver adorable a mis ojos. Retiro su dedo de mis labios.

—¿Sabes que después de esas palabras es tu obligación hacerme el amor, verdad? —le haré caso y no diré nada hoy, pues debo reconocer que estoy extasiada, inundada de felicidad debido a lo que acaba de decir, pero definitivamente quiero hacer el amor con este hombre.

Acepto como posible que estemos haciendo el amor y no solo teniendo sexo y, tras escucharlo, ahora sí puedo permitirme analizar qué es exactamente lo que siento por él, qué es todo lo que Alexander remueve en mí.

Sonríe, me atrae a él y me besa primero con ternura y luego con pasión, pero después frena en seco lo que hacemos y abre la ventanita que nos separa del conductor y el otro escolta.

—Para, dile a la moto que la necesito —miro con extrañeza la acción y luego solo sonríe—. Ya verás, te gustará.

La curiosidad se apodera de mí cuando efectivamente paramos y llega un escolta motorizado. Intercambia algunas palabras con Alexander y luego veo a Alexander extenderme la mano para que descienda del vehículo y me pasa un casco.

—Espero que seas buen pato, porque nos iremos los dos en la moto —me sorprende, no creí que Alexander supiera manejar una, pero aun así me pongo el casco y subo con él a la moto.

—¿A dónde vamos? —subo el volumen de mi voz a la vez que aprieto su cintura para no caerme.

—Dije que te daría la experiencia completa y te lo voy a cumplir, ten paciencia —creo que dimos un par de vueltas innecesarias, pero supongo que eso fue por seguridad, hasta que por fin veo el gran letrero muy bien iluminado que marca nuestro destino.

—Un motel —digo, no esperando esto en este preciso momento.

—No me pareció pertinente traer a los escoltas —sonríe después de quitarse el casco.

ADICTA A SUS BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora