—Garantízame que seré yo quien le ponga las manos encima a ese tipo —digo, poniendo mi brazo sobre el hombro de Richard y frenando su avance.
—No podría ser de otra forma. Me habrías decepcionado si no lo hubieras pedido.
Retira mi brazo y habla en tono de advertencia.
—Antony es tuyo siempre y cuando respetes su vida. En mis nuevos planes, ese chiquillo será mi moneda de cambio. Así tendré a papá Williams en mi bolsillo para lo que necesito.
Nuevamente tengo la sensación de que todo esto es demasiado conveniente para Richard, casi como si yo fuera quien le estuviera haciendo el favor. Estoy a punto de refutar y aclararle que no pienso devolverlo en buenas condiciones cuando vuelve a hablar, casi como si hubiera leído mi mente.
—No te preocupes, te garantizo protección y que en la misión de hoy quedarás sin este enemigo, y así será. Lo que sea que le hagas a este muchacho, no habrá mucha diferencia entre que quede vivo o muerto.
Me ha dejado muy claro en repetidas ocasiones que hay muchas cosas peores que estar muerto. Aunque la violencia y la sangre no son precisamente un gusto para mí, no puedo negar que la curiosidad me pica.
—Si eso es verdad, asegúrate de que yo pueda ver todo ese proceso.
Junta las cejas como si no creyera haber escuchado bien mis palabras y responde:
—Bien.
—————————
Desde que estoy con Isabella no cargo mi arma. No suelo usarla, pero siempre la tenía cerca. Isabella es diferente, delicada. Me era evidente que no estaba acostumbrada a tener armas cerca, a diferencia de las otras mujeres que conozco y que se han criado en este mundo. Por temor a asustarla, había dejado en manos de mi escolta toda la protección y no había vuelto a cargarla.
Pongo atención a todo lo que escucho. Los hombres de Richard se mueven mínimo en pares y uno de esos pares no pierde el rastro del señor Williams.
—La tecnología es maravillosa y terrorífica a la vez, ¿no lo crees?
Me pasa una tablet y veo un punto titilando en ella.
—Lo poco que entiendo de lo que los genios informáticos trataron de explicarme es que ellos calculan la distancia de la señal entre dos torres de comunicación. Ahí está tu mujer.
—La tienen en medio de la nada, algo muy conveniente para nosotros —digo esperanzado.
—O muy inconveniente, dependiendo de cómo lo veas —responde Michael.
Lo miro sin entender hasta que vuelve a hablar.
—En medio de la nada nos verán llegar en vehículos más fácilmente y, suponiendo que no nos vean por la oscuridad, escucharán los motores.
Es verdad, la única ventaja es que cuando inicie la confrontación, el ruido no atraerá a las autoridades. Todo está organizado para comenzar a las tres de la mañana. Según Michael, ahí inicia el tiempo de mayor oscuridad de la noche. Hemos salido de la ciudad y dejado la carretera principal para adentrarnos todo lo que hemos podido por un camino de trocha, donde hemos dejado los vehículos ocultos aprovechando una sección de arbustos y grandes árboles.
Una vez que bajamos de los vehículos, soy detenido por Richard.
—Nosotros nos quedamos un momento aquí.
Le hace señas a unos hombres, quienes salen primero, y luego me explica:
—No podemos ir todos al mismo tiempo. El avance se hace por grupos, y los de adelante van dando el reporte. Cuanto más grande es el grupo, mayor es la posibilidad de que nos detecten los perros, si tienen. Deben verificar si hay cámaras o centinelas y cómo son sus rondas. Así que mejor acomódate un rato, porque aquí nos demoraremos.
—Antony ya no debe estar ahí —miro en dirección a la casa—. Ese muchacho no amanecería en un lugar como ese.
—Eso tiene solución, no te estreses. Lo importante es recuperar a tu mujer sana, el resto es más simple. Es más, el único motivo por el cual estamos teniendo tanto cuidado es tu mujer. Si no, era mucho más fácil conseguir una bazuca y entrar repartiendo bala.
El tiempo avanza y, aunque no escucho la conversación, sé que llamaron a Richard y le están dando los pormenores de los hallazgos.
—Inicia la acción, muchachos —la voz de Richard suena autoritaria—. Ya no hay perros y no tienen cámaras, así que todo será más fácil de lo pensado. Ross, Julius, ustedes quedan afuera como centinelas, el resto nos dividiremos en dos grupos para cubrir las salidas. Avancen con cuidado.
Todo el grupo avanza con paso seguro, menos los dos individuos que se quedan de centinelas. Alcanzamos a los otros hombres, quienes ahora tienen reducido a quien supongo estaba haciendo la ronda.
—Nuevamente, amigo —le dice un hombre con cicatriz en una ceja—, retiraré tu mordaza para que le puedas contar a mi jefe dónde tienen a la señora.
—Si te portas bien, mueres rápido. Si no, igual vas a morir, pero de forma más lenta y dolorosa —el hombre mira aterrado a Richard, quien lo observa con una sonrisa maniaca en el rostro.
—Yo no quería, en serio... —lo interrumpo.
—No me interesa si querías o no querías, mi mujer está adentro. Así que o nos dices a las buenas o igualmente lo sabremos a las malas.
La piedad no es algo que tenga a flor de piel en este momento, pese a la cara de terror del hombre, quien parece ser extremadamente joven.
—También quiero saber exactamente cuántos hombres hay adentro.
El chico nos dice todo lo que necesitamos. Isabella está en una habitación al fondo, tras una puerta metálica. Él dice no saber cómo está, pues solo pueden entrar ahí el patrón y la mujer que la está cuidando. Incluyendo a la mujer, hay nueve personas adentro.
—Gracias —dice el hombre que lo capturó, y después le disloca el cuello. Todos toman rumbo inmediatamente a la entrada.
Ver eso fue algo impactante. Nunca había presenciado algo así. Un minuto estaba vivo y al siguiente los ojos habían perdido su chispa. Sentí sobre mí, la mirada fría de Richard por un segundo antes de avanzar.
—Recompónte, no me sirves si te matan. Y si tú no estás vivo, tampoco tiene sentido que rescate a tu mujer —dice Richard.
—Te dije que haría lo necesario.
Desenfundo mi arma y, al igual que todos, recuesto mi espalda contra la pared de la entrada y tomo aire mientras espero el minuto que falta para que sean las tres de la mañana y Richard dé la orden de ingresar por esa puerta. Nosotros atacamos aquí, pero en simultánea unas cuantas motos pasan frente a las tres fábricas legales que tienen los Williams y lanzan antefactos explosivos.
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ADICTA A SUS BESOS
RomanceUna mañana, Isabella se despierta en la cama de un desconocido, sin recordar cómo llegó ahí. El hombre a su lado, Alexander, resulta ser un atractivo heredero de una familia poderosa, pero también con un lado oscuro: su abuelo le ha legado un negoci...