Aún está oscuro cuando abro los ojos. Isabella está profundamente dormida y nuestros cuerpos están enredados bajo la sábana, por lo cual debo salir de la cama con mucho sigilo para no despertarla. Son poco más de las cuatro de la mañana y estoy seguro de que mi abuelo ya está despierto. Por alguna extraña razón, cada vez duerme menos en la noche y eso lo obliga a tomar algunas siestas durante el día; dice que eso es cosa de viejos.
Es verdad que está viejo, pero es el hombre más lúcido que conozco. Atravieso el corredor y busco su habitación, la cual, obviamente, es la más grande de toda la casa. Bajo la puerta se alcanza a filtrar algo de luz, lo cual me confirma que efectivamente está despierto.
Golpeo tres veces la puerta y hablo.
—¿Puedo pasar, abuelo?
Escucho que una silla se corre levemente y luego el sonido de sus pies al acercarse a la puerta para posteriormente abrirla y dejarme pasar.
—Sigue, Alexander, sabía que vendrías —me sorprenden un poco sus palabras— siéntate, tenemos mucho de qué hablar.
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—Esa boda se veía sospechosa. Roberto entregándola, ella sin un solo invitado, y estuve a punto de levantarme de mi puesto en la iglesia para detener esa locura hasta que te vi —la mirada del abuelo brilló con algo de nostalgia— te veías completamente fascinado con la joven que estaba entrando y, aunque te conocí muchas mujeres, a ninguna habías visto así antes.
Cubro mi rostro con frustración al escuchar al abuelo. Él siempre supo que Isabella no era mi novia y que algo malo pasaba con ella durante la ceremonia.
—Y entonces pensé, si esa joven era capaz de hacerte poner los pies sobre la tierra y hacerte pensar realmente en lo que significa una familia y que entendieras lo realmente importante, no importa realmente de dónde salió, porque la cuidarás y sabrás ganarte su corazón.
Por fin miro nuevamente a la cara a mi abuelo.
—Estoy aterrado. ¿Y si no puedo protegerla? ¿Y si termina odiándome cuando sepa qué más hago? Ya ideé un plan para lo primero y lo estoy implementando, pero no para lo segundo.
En ese momento, suelto todos mis miedos al hombre frente a mí, al hombre que me ha cuidado toda la vida. Le digo que creo amarla, que siento que eso me hace débil, pues ella es mi debilidad, pero que no soy capaz de alejarla. Las palabras salen a borbotones de mis labios y mi abuelo me escucha con atención y hasta creo que se burla un poco de mí.
—Me acabas de decir que has decidido volverte más fuerte y que delegaste una responsabilidad específica en Sebastián. El Alexander de hace dos meses no habría sido capaz de soltar o delegarle algo a Sebastián o a cualquier otro familiar. Estoy orgulloso.
Río con algo de tristeza al escucharlo.
—¿Orgulloso dices? ¿Admitir que hay alguien mejor que yo para un trabajo te genera orgullo?
—Así es, ahora estás pensando en el bienestar de alguien más y por eso estás haciendo sacrificios y cambiando. Estás tomando decisiones de una forma más responsable y más consciente de cómo eso puede afectar a tus seres queridos.
Es verdad, el hecho de que tenga que pensar en la seguridad de Isabella cambia muchas cosas en mí. Creo que será más fácil protegerla si logro hacer que todos actuemos de manera coordinada. Hasta el momento, nunca tuve problemas con mis tíos; ellos nunca quisieron realmente el poder, pues el abuelo mentalmente ha sido siempre un roble. Pero ahora el título nos lo estamos debatiendo mi primo Sebastián y yo.
Tengo otro primo al cual trato menos, se llama Noah y no quiere tener nada que ver con el negocio alterno y, obviamente, tampoco con nosotros. Mi tío trató de convencerlo entonces de liderar alguna de las empresas, pero se negó de forma rotunda, argumentando, con razón, que eso al final terminaría involucrándolo en cosas ilícitas. Ahora es un ingeniero en alguna multinacional.
—Todos tienen habilidades diferentes —interrumpo al abuelo ahí.
—Aun así, Noah era el mejor para ser tu sucesor, ¿verdad? Aunque yo era tu consentido, siempre habías pensado en él para este cargo hasta hace tres años, cuando él desapareció.
—Es verdad que a Noah no habría tenido que obligarlo a casarse para que se ajuiciara y aprendiera a pensar en los demás; su forma de ser siempre fue más colaborativa —la mirada del abuelo se torna triste al saber que él está lejos—, pero no puedo obligarlo a hacer algo que no quiere. En cambio, tú tienes el potencial, solo necesitas pulirte.
La conversación da varios saltos. El abuelo me cuenta cómo fue su historia con la abuela, cómo superaron varios obstáculos hasta que el cáncer se la llevó dos años después de la muerte de mis padres. Ahora ha quedado solo en esta gran casa y me ruega que Isabella y yo lo acompañemos aquí, que al final esta casa podría ser la nuestra cuando él falte.
No me encanta la idea, pues esta no sería mi casa sino la del abuelo mientras él exista, eso sin contar que quiero vivir a solas con Isabella por un tiempo y aprovechar para cometer todas las locuras que pueda con ella. Cuando salgo de la habitación del abuelo, el sol ya está en lo alto y desde el pasillo ya puedo oler el maravilloso aroma del café.
Bajo hasta la cocina y me sirvo dos tazas y las llevo hasta la habitación para darle una a Isabella. Sigue dormida, así que beso uno de sus hombros para despertarla de forma suave.
—Buen día, esposa mía. ¿Quieres un tinto?
Se estira en la cama sin dignarse a regalarme una mirada, así que dejo en la mesita de noche el tinto que tenía listo para entregarle.
—La señora Emma prepara el mejor café que he probado —digo, recogiendo ahora mi tinto y degustándolo muy complacido—. Tal vez quieras tener la mente despejada para todo lo que tenemos pendiente por hablar.
Por fin sus ojos se abren y me mira de manera expectante antes de recibir en sus manos el tan ansiado café.
—Me alegra que no se te olvidara tu promesa —dice, disfrutando el olor del café antes de beberlo con mucho agrado—. Tienes razón, es un gran café.
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ADICTA A SUS BESOS
RomanceUna mañana, Isabella se despierta en la cama de un desconocido, sin recordar cómo llegó ahí. El hombre a su lado, Alexander, resulta ser un atractivo heredero de una familia poderosa, pero también con un lado oscuro: su abuelo le ha legado un negoci...