39. SUEGRA EN EL BOLSILLO

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Este hombre es increíble, ¿acaso solo piensa en sexo? Bueno, tampoco puedo darme las de santa ahora, pues eso de tener relaciones en cualquier parte de la casa y la música a alto volumen, ya lo había pensado también. Pero en verdad me cae bien ese hombre de mirada triste y cabello cano.

—Entendí —no puedo más que sonreírle—. Yo también quiero eso, es solo que me da pena con él. Pero tal vez podamos encontrar una solución, una manera de atenuarle las cosas al pobre hombre.

—¿Cuál pobre hombre? —responde Alexander, pareciera que él ve un hombre diferente al que veo yo.

—Claro que sí, es un pobre hombre. Creó una empresa para el bienestar de su familia. Ahora todos están tan ocupados trabajando en esa empresa que a duras penas lo visitan, y para rematar, su esposa falleció. Este no era su sueño a esta edad —defiendo al hombre, pues posiblemente a mi marido no se le ha ocurrido pensar en lo que quisiera a la edad de su abuelo.

—Algo se me ocurrirá para estar con mi mujer a gusto —por el momento gané, pero luego un gesto pícaro en su rostro me hace soltar una carcajada, ya hay una idea sexual dando vueltas en su cabeza.

—Conozco esa cara. ¿Qué locura estás pensando, Alexander?

Me incomodan tantos cambios, sobre todo saber que he perdido de alguna forma libertad, pues no puedo solo tomar mi bolso e ir a comprar un helado o meterme a curiosear a la biblioteca de manera espontánea. Ahora todo debe ser programado por cuestiones de seguridad, hasta las visitas a casa de mamá, mis hermanos y obviamente a la de mi amiga, quien a estas alturas debe estar que me asesina por ingrata y ocultarle todo esto. Pero aún así estoy dispuesta a tolerar eso por compromiso y en parte por el gusto que me genera estar con este hombre.

—Nada loco. Solo pensaba en que si este lugar nos restringe mientras encontramos una solución, tendremos que ser creativos y darnos nuestras escapadas de vez en cuando.

—¿Nuestras escapadas? —pregunto intrigada y muy segura de que sea lo que sea, lo disfrutaré.

—Conocerás un motel.

—¿Vas a llevar a tu esposa a un motel? ¿Acaso eso no es solo para parejas no casadas y para escapadas de amantes?

No es que no quiera conocer un lugar de esos, claro que quiero. Quiero la fantasía completa, el cliché aquel de entrar ocultando el rostro para que nadie me vea y todo, pero tal vez sea algo tonto hacer eso cuando estamos casados y no existe motivo para esconderlo, pues realmente es conmigo con quien debe estar.

—Dime que no te mueres por conocer uno —su mirada divertida me dice que conoce mi respuesta. ¿Cómo no conocerla si me acabo de dar cuenta de que estaba mordiendo mi labio inferior?

—Claro que sí, tengo curiosidad, pero y sin salimos en la portada una revista de farandula—confieso y expreso también mi temor, aunque su sonrisa me da a entender que no será tan demorado llegar a ese momento.

—Deja que yo me preocupe por eso.

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Mamá ama la comida de mar, así que le pedí a Alexander que me recomendara un lugar en el que esa fuera la especialidad y, desde luego, su recomendación no me defraudó. El lugar es tan lujoso y conocido que, apenas le di el nombre del lugar a mi madre, tuve que repetirle tres veces la información para que me pudiera creer.

—Parece que le gusta la idea —dice Alexander mientras nos estamos arreglando para el encuentro—. Acabo de hablar con Roberto y me dice que la mujer que la está acompañando lo llamó y le contó que está como loca peleando con su ropa para la cena. Tal parece que mi suegra es más vanidosa que mi mujer.

No puedo más que reír por eso. Puedo imaginarla cambiándose como mínimo tres veces e incluso haciendo salidas al centro comercial para comprar ropa a última hora. Ella es así.

—Toda la vida ha sido así —digo peleando con la cremallera del vestido, pero Alexander llega y es él quien termina subiéndola—. Para ella, la presentación personal es muy importante, más aún cuando es un lugar de tanto renombre como ese restaurante.

—¿Algún consejo que darme?

Lo pienso por un momento y por fin digo algo.

—Tenle paciencia, de alguna manera ella se parece al abuelo. Es de aquellas personas que tienen muchas historias para contar, así que le gusta hablar y que la escuchen. Ahora que lo pienso, tal vez deberíamos llevar al abuelo, se entretendrían mucho —me mira como si estuviera preguntándome, ¿en serio? ¿ese es el consejo?, así que río—. No te preocupes, solo dile que me vas a cuidar y respetar, eso es en resumidas cuentas lo que a ella le importa.

—Eso sí me es útil —me muestra su brazo para que lo tome de gancho y eso hago.

—Después, indudablemente se conocerán tu madre y mi abuelo, pero por el momento preferiría menos variables para controlar —entiendo a lo que se refiere.

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El lugar es encantador y la música es muy suave, indudablemente mamá amará este lugar. Inicialmente creí que Alexander querría ir a la casa y eso me preocupaba, pues eso haría que mamá se estresara por cosas como no tener una casa muy linda para mostrarle a alguien que evidentemente lo tiene todo. Ella pensaría en el aseo y en qué tipo de comida debería ofrecerle, terminaríamos estresándola más que otra cosa.

Llegamos antes que ella y es evidente que se esmeró en su presentación personal. Si el lugar le parece bonito, no lo demuestra su rostro, así que supongo que eso sí lo heredé de ella. Alexander se levanta inmediatamente y le corre la silla para que ella pueda acomodarse. Iniciar la conversación fue tan incómodo como creí que sería.

Un saludo inicial con presentaciones, una sonrisa de cortesía por parte de ella, pero con evidente descontento. El mesero llega a nosotros y nos entrega la carta para el que la prefiera, mientras que para los otros solo debemos escanear el código QR que está en la mesa. Casi me voy de espalda al mirar el precio de cada plato, pero Alexander se ve tan tranquilo que pareciera que realmente está acostumbrado a esto.

Mamá me mira de manera disimulada sobre la carta y sé que acaba de pensar en lo mismo. Tras efectuar el pedido, todos sabemos que tenemos mucho tiempo para hablar mientras preparan todo y lo traen a la mesa. Al inicio, mamá no mira con buena cara a Alexander, él se ve demasiado relajado y responde a su interrogatorio con bastante ligereza y parece que ella no esperaba eso.

Como no pudo con Alexander, entonces se enfrascó en mí, atacando con lo mala hija que soy debido a mi falta de confianza en ella al escapar con un hombre. Aunque sé que ella tiene razón, no sé cómo pude aplacarla. Bueno, sí sé, fue Alexander quien intervino y, de la nada, se pone serio y pide perdón por eso. Dice que es su culpa, pero que planea cuidarme y amarme, y que sabe que con el tiempo ella terminará perdonándonos cuando se dé cuenta de que somos felices.

Hasta yo quedé de una pieza con sus palabras y mi corazón quería salirse de mi pecho al escuchar tan hermosas palabras. Ahora mamá está en su bolsillo.


NOTA DE AUTOR:

Chicos necesito opiniones. ¿Qué opinan de este capítulo? ¿Lo sienten muy lento o están de acuerdo con el ritmo de la novela? ¿Que quieren?



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