—Buen día, esposa mía.
Sus palabra acompañadas de aquella bella sonrisa son todo lo que necesito para espantar el sueño. Está recostado a mi lado y sus bellos ojos miel me observan de manera ¿tierna?, no estoy segura del por qué, pero eso acelera mi corazón. Tanto tiempo juntos debe estarme afectando más de lo que imaginé, pues quiero besarlo y no tengo intensión alguna de reprimirme.
Sería ilógico reprimir mis ganas de un beso después de todo lo que hicimos anoche.
—Buen día, esposo mío —contesto besando suavemente sus labios —, espero que sea un buen café, soy muy exigente con eso —.digo sonriendo de manera sincera.
El se levanta y va hasta la mesa de donde regresa con una tasa de café humeante. Mientras tanto, yo ya estoy terminando de ponerme la pijama con que tenía planeado dormir anoche.
—Gracias —recibo la tasa y vamos hasta el balcón.
No decido que me gusta más, si el anochecer o el amanecer. En solo veinte minutos, el cielo realizó una transformación total comenzando con aclararse con tonos diferentes tonos de azul que se mezclan con los primeros destellos de rosa y anaranjado. El sol se eleva lentamente sobre el horizonte, y el mar poco a poco se va pintando en su superficie de visos dorados.
Pareciera que el mundo entero despierta, siento el aire salado golpear mi rostro y trae consigo los sonidos del agua y de algunas aves madrugadoras que ya empiezan a surcar los cielos y otras que planean sobre las aguas.
—Yo no podría con eso —digo señalando a un par de personas que de manera juiciosa pasan trotando por el camino que separa la playa de las construcciones modernas.
—¿Eso quiere decir que no me vas a acompañar a correr en un futuro? —dice aparentemente interesado en mi comentario.
—¿Trotas en las mañanas? —no entiendo como no se me ocurrió eso antes de hacer ese comentario. No es posible que tenga ese físico sin una rutina diaria.
—Lo hago hace muchos años, solo que estamos de luna de miel, así que prefiero otro tipo de ejercicio en este momento —dice abrazándome por detrás y besando mi cuello y eso hace que ría al saber a qué tipo de ejercicio se refiere —mis padres murieron estando yo en la adolescencia, así que fue mi abuelo quien se encargó de mí.
No puedo ver su rostro en esta posición, pero el tono de su voz acaba de cambiar y eso me hace saber que hablar de eso es aún difícil para él.
—Al inicio fuí un completo dolor de cabeza para el viejo, así que un día me obligó a tomar una rutina de ejercicio para mantenerme ocupado y no haciendo males o adquiriendo malas mañas como él lo decía. Esa costumbre se me quedó.
—Agradezco eso —digo girando entre sus brazos —, se ve que tu abuelo es un gran hombre.
Sonríe y me besa suavemente.
—Es un gran hombre, lo amarás, ya verás.
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Creo que el tal Roberto debe ser un hombre muy encantador, pues mamá me ha devuelto el mensaje y tal parece que está que no se cambia por nadie y se deshace en alagos por ese hombre. La mujer que la acompaña se llama Patricia, la acompaña a hacer la compra y se sientan a hablar mientras ella borda, cosa que yo nunca tengo tiempo de hacer.
Eso dice el mensaje, así que le devuelvo con entusiasmo la llamada mientras Alexander se está alistando. Mamá dice que quiere conocer a mi esposo y hacerle una gran cena de bienvenida para que toda la familia lo conozca y se integre como debe de ser. Sé que el asunto con mis hermanos será algo más complicado, pero por el momento, quien más me interesaba era mi mamá.
—Te dije que iríamos a cuantos lugares quisieras en el mundo, ¿tienes en mente otro lugar al cual ir? —pregunta Alexander tras salir del baño completamente arreglado.
—¿Quieres dejar ya este paraiso? —digo algo excéptica mirando hacia el balcón.
—Isabella, el mundo es grande y está lleno de paraísos. Hay muchos lugares hermosos incluso dentro de las mismas ciudades, elige entonces una actividad y buscamos dónde desarrollarla —en verdad quiere que yo elija, pero no estoy segura de quererme ir, este lugar es perfecto.
—Déjame pensar en el transcurso del día, pero por el momento, vamos a la piscina, miremos que cosas entretenidas tiene este hotel —, no estoy segura de cuanto paga Alexander por la estadia, pero me parece injusto que solo usemos la habitación y esporádicamente el restaurante.
El lugar es increible, la piscina es gigante y hermosa. Creo que hecharé de menos este lugar cuando llegue el momento de partir. Hemos usado el servicio de spa y tomado clases de yoga con intermedios de comida y clases de danzas.
Es de noche y la luna está hermosa. Estoy sentada al borde de una de las piscina en la cual solo quedamos nosotros. Estamos en medio de una sesión intensa de besos, así que sintiendo que ya han subido más de la cuenta los calores en nuestro cuerpo, le propongo a Alexander que subamos a la habitación.
—No creo que deba caminar así por todo el hotel —me dice Alexander mirando hacia su entrepierna.
Tal parece que si yo estoy excitada, él lo está mucho más. Obviamente no puedo dejarlo caminar así todo el trayecto, si así no más lo miran, no quiero imaginar ahora el entusiasmo de las mujeres a su paso. ¿Celos? No es eso, no puede ser eso. Reflexiono rapidamente y concluyo que es solo porque sé que legal y religiosamente, es mío.
—Ven acá —me dice halandome hacia la piscina y continuando con la tanda de besos —tendrás que ayudarme con esto.
Mi impresión es mucha, pues terminé en la piscina acorralada contra un borde y aguantando mis ganas de aumentar el volumen de mi voz, debido a la fricción superficial que hace sobre mi sexo.
—No podemos, no aquí —alcanzo a decir de manera entrecortada, pero eso no parece persuadirlo en nada.
—No quiero solucionarlo solo en un baño, ya no más —dice con voz algo ronca a mi oído.
Su pantaloneta está algo baja y ha guiado mi mano hacia su hombría para que lo toque de forma directa. Es extraño tocarlo así, pero no puedo negar que se siente excitante lo que hacemos sumado al alto riesgo que hay de ser descubiertos.
—No voy a tomarte acá, no me arriesgaré a que alguien te mire, —sigue hablando a mi oído —. Solo quiero alivianarme un poco.
Guía mi mano todo el proceso y mientras, me fascina la forma en que abre la boca sin emitir sonido.
—Tienen que salir de la piscina, ya pasó la hora de servicio —nos dice un empleado que aparece a unos metros atrás mío.
Alexander me abraza, siendo su rostro el único que puede ver el hombre.
—No sabíamos, disculpe —responde tratando de mantener su rostro lo más neutro posible, pero no pude evitar continuar el movimiento y divertirme un poco a costa de esta interacción —denos cinco minutos y ya salimos, ¿sabe si aún está funcionando el restaurante?
—Si señor, nuestro restaurante es veinticuatro horas, permiso entonces —responde más relajado.
El hombre se retira y yo no puedo menos que soltar la carcajada ante la nueva expresión que me hace Alexander.
—Eso no se hace — pero no me he detenido, así que inclina su cabeza en mi hombro y tras un pequeño quejido se sube al borde de la piscina apretando la punta de su siembro y sé que se ha venido en su mano.
Se levanta y abre la ducha que está al aire libre para juagarse.
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ADICTA A SUS BESOS
RomanceUna mañana, Isabella se despierta en la cama de un desconocido, sin recordar cómo llegó ahí. El hombre a su lado, Alexander, resulta ser un atractivo heredero de una familia poderosa, pero también con un lado oscuro: su abuelo le ha legado un negoci...