61. PREGUNTAS IMPORTANTES

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—¿Por qué sabes los horarios de trabajo de mi cuñada? —pregunto de manera suspicaz.

Normalmente no me interesaría saber con qué mujeres se involucra Sebastián, pero Sophia es una excepción, pues es mi cuñada. Cuando Sebastián la haga sufrir, eso sería un drama para mí. Ya imagino a Isabella preocupada por su hermana y todo el drama familiar interno innecesario que preferiría evitar.

Me mira de manera fugaz y vuelve a centrar su vista en el camino.

—Responde —insisto, ganando una sonrisa algo burlona de su parte antes de hablar.

—Ya había investigado eso, pues contigo o sin ti igual pensaba ir a hablar con ella y pedirle concepto —su respuesta logra calmarme, hasta que sigue hablando—, pero ten presente que podría estarte mintiendo y tener otras razones para saberlo y hablarle sobre la lesión de Roberto. Solo me daba la excusa perfecta para buscarla.

Volteo a verlo y el imbécil está tan serio que no tengo forma de saber cómo tomar eso. Sebastián es así, casi siempre está serio y en aparente calma, pero cuando estalla es impulsivo, completamente impredecible.

—No te metas con Sophia, ella ahora es familia —sigo mirándolo y aunque las facciones que alcanzo a ver de su rostro no se mueven, sí detecto que aprieta con más fuerza el volante.

—Tengo muy claro que ella ahora es familia, es demasiado parecida a tu mujer como para que pueda olvidar eso.

No estoy del todo tranquilo con esa respuesta, pero sí tiene razón en que son parecidas. Decido pasar por el momento página y adentrarme en temas más urgentes con Sebastián.

—¿Cuál es el trabajo que tu padre y el abuelo te obligaron a aceptar? —voltea a verme de manera rápida y frunce las cejas antes de volver la vista a la vía.

—Nunca te había interesado saber cuál es el trabajo que me asignaron, ¿por qué te interesa ahora? —evasiva, no puede contestar a mi pregunta con otra pregunta.

—¿Cómo hicieron para obligarte a algo? ¿No se supone que eres el más rudo de la familia? ¿Te descubrieron algún secreto sucio?

El sol ya empieza a descender en el horizonte. Estamos en ese momento de la tarde en que se pueden ver bandadas de aves volando a sus nidos en busca de refugio, y sería fabuloso que eso fuera lo único que pudiéramos apreciar. Pero para nuestra mala fortuna, también vemos el gran trancón de la hora pico. El vehículo está casi detenido en medio de la quinta avenida, así que por fin vamos a tener algo de tiempo para conversar de manera más enfocada.

Por fin me mira. Siento como si estuviera analizando el motivo de mis preguntas, como si me evaluara.

—Te demoraste mucho en hacer esas preguntas. Noah las hizo en su primera semana, a ti te llevó casi dos años —esas palabras no me responden nada, en cambio sí me generan nuevos interrogantes y creo que me hacen sentir mal conmigo mismo.

No me siento así ahora por pensar en compararme con Noah, sino por el infantil motivo que me impedía hablar de frente con Sebastián.

—El abuelo dividió el trabajo en secciones. Se supone que tú serás quien direccione toda la organización, pero yo soy quien se encarga de cobrar las deudas difíciles y en general de manejar todo el tema de seguridad de la familia y la empresa.

—Suena lógico, pero no entiendo. ¿Por qué no supe de eso hasta ahora? —pregunto dudoso de esa respuesta.

—No preguntas, yo no hablo. Aún le rindo cuentas al viejo, no a ti. ¿Quieres trabajar solo y manejar todo solo? No me opongo. Supongo que ese es un método de trabajo viable, así trabajó el abuelo antes de que nuestros padres crecieran y ayudaran —me muestra el anillo—. El abuelo convirtió este anillo en un símbolo de poder de la familia. Solo lo usaba para cobrar cuentas, por eso ahora suelo usarlo yo.

Vuelvo a mirar el anillo y ahora me parece más feo. Me insta a preguntar lo que sucedió con Juliana.

—Entiendo que no querías heredar ese trabajo. ¿Cómo te obligaron a aceptarlo?

El vehículo de enfrente avanza y pone en pausa un momento la conversación.

—Eso no importa. Mi permanencia aquí es indefinida. Mi padre ya no está en condiciones de cumplir a cabalidad con esas funciones, así que yo las heredé. Es lo mejor que puedo hacer por el momento —la expresión de Sebastián me dice que no quiere ahondar en esa parte del tema en especial.

—¿El abuelo o tú tuvieron algo que ver con la desaparición de Juliana? ¿Este anillo era el que salió en el video que mágicamente desapareció de la empresa junto con esos minutos de grabación?

El silencio reinó por un momento.

—No creí que supieras nada de eso, pero sí, en parte. La saqué de tu apartamento y la llevé a tomar un vuelo, pero después de eso desapareció y no la hemos podido volver a encontrar. Sinceramente, no creo que esté viva.

Estoy irritado. Aún desconozco el motivo por el cual hicieron eso, pero no importa. Ella parece estar muerta y, aunque no la amé, sí fue alguien a quien consideré importante en su momento y eso hace que me sienta triste.

—No fue una coincidencia que después de que conocieras a Juliana, las cosas avanzaran tan rápido entre ustedes. Alguien la estaba coaccionando para que se acercara a ti y posiblemente tendernos una trampa.

—¿Qué? ¿Cómo sabes eso? —pregunto incrédulo.

—Mamá escuchó algo raro después de una de las cenas del abuelo y yo solo debí intervenir su línea y salir de dudas. Pero cuando la confronté las primeras veces, lo negó.

—¿Por eso salías a cenar con ella?

—Sí, pero a pocos días de la boda por fin habló conmigo y me dijo histérica que necesitaba que la sacara del país. No tenía una aventura con tu ex, tranquilo. Nunca me agradó la mujer.

—¿Por qué el abuelo ni tú me contaron algo de eso? ¿Hay más cosas importantes que no me han contado? —pregunto con una mezcla de mal genio y decepción.

—Tenemos una conversación pendiente los cuatro. Ya es hora. Por el momento, lo que sí te puedo decir es que el abuelo está encandilado con tu mujer. Así que, a la luz del cambio tan positivo que has tenido, yo también debo decir que hiciste una gran elección.

—No me importa la aprobación de ustedes. ¿Quién estaba presionando a Juliana?

—No alcanzamos a averiguarlo. Ella misma, hasta que se subió a ese avión, tampoco fue capaz de saberlo —ingresa el vehículo al parqueadero de la clínica—. Podemos continuar esta conversación después, con calma.

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