75. LA MENTALIDAD DE ANTONY WILLIAMS

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Ha sido difícil para mi tío Ronald entretener al abuelo, pero afortunadamente, al entrar la videollamada de mi tío Liam, el papá de Noah, por fin puedo quedar solo. Ya es hora de partir para la reunión, así que le he recomendado especialmente a Isabella que cuide del abuelo, pues no podré retornar con ellos a casa.

La cita fue acordada en el Club A Steakhouse. Llego de primeras pero con poco tiempo de antelación. El chico llegó tarde, muy tarde a la reunión, y no ofreció justificación alguna, dejándome eso un mensaje muy claro: no me debe consideración alguna, él se cree el jefe. De ninguna forma eso puede ser un buen inicio, pero aún así, sigo adelante con lo que tengo en mente.

Antony Williams es un chico de veintitrés años, delgado y con ademanes muy cuidados. Lo mire por donde lo mire, es evidente que pertenece a la élite de la ciudad, lo delata su ropa fina, pero sobre todo la mirada de suficiencia ante la cual todos parecemos seres inferiores.

—Supongo que tienes algo que ver con el repentino cambio de Yoshua —dice sin siquiera saludar—. Pese a mi apariencia, no soy un débil como tú, así que encontraré la manera de seguir. En este mundo todos son desechables y todos tienen un precio, ¿cuál es el tuyo?

—No todo tiene un precio, pero sí tienes razón en cuanto a que todos somos reemplazables. Eso te incluye —digo, manteniendo mi mirada serena en él.

La mirada del chico trina de ira. Tal parece que no está acostumbrado a que alguien le lleve la contraria o lo corrija, así que sigo hablando.

—No me interesa una guerra, pero tampoco voy a dejar que mi familia sea arrastrada a la esclavitud —digo, dejando en claro mi punto—. Ten presente que estás iniciando, así que el poder que manejas en este momento es el de tu familia, pero en simultánea estás iniciando a crearte tu propio nombre y de eso depende que tu poder se afiance o se desplome.

—¿Es un raro intento de amenaza?

—No lo es, es solo mi experiencia de vida, la cual, en resumidas cuentas, es lo que nos tiene aquí.

—No cometeré tus errores, ya he dejado claro que no soy un débil. Te diré de frente lo que quiero: quiero que de ahora en adelante lleves sin preguntar todo lo que tenga para transportar y, a cambio, no incendiaré tus oficinas y podrás seguir operando y manteniendo los lujos que han podido disfrutar hasta el momento.

No tengo que analizar mucho más ni ser un genio para darme cuenta de que no voy a tener forma de calmar las aguas con este chico.

—Quiere decir que no hay forma de llegar a un acuerdo pacífico.

Me levanto y salgo del lugar con un amargo sabor de boca. Muchos escenarios se habían dibujado en mi cabeza con el pasar de las horas, y han hecho que sea necesaria una respuesta adicional por parte de los Williams para determinar la dimensión de las medidas a tomar. ¿Esta es una decisión tomada por los Williams como familia o es solo el capricho de un chico con ganas de demostrar su habilidad de gestión?

Estando en el vehículo rumbo a casa, marco directamente al celular del señor Austin Williams, el líder oficial hasta el momento de esa familia. El hombre no contesta mi llamada, y creí que las estaba evitando, hasta que me la devuelve veinte minutos después.

—Alexander, perdón por no haberte podido contestar antes. Es una sorpresa que me llames, casi siempre me entiendo con Sebastián para las exportaciones. ¿Pasó algo grave?

El hombre suena tan despreocupado que casi estoy seguro de que el actuar de Antony ha sido a espaldas de la familia.

—Sé que ya no es horario de oficina, pero tengo preguntas importantes que hacerte.

Le cuento al hombre la situación completa, incluyendo mi atentado y las alianzas que realizó su hijo para intentar someternos, y espero que eso sea suficiente para frenar todo sin tener que recurrir al señor Rajoy o al mismo Richard.

—No sé qué decirte, Alexander —dice el hombre una vez que termino mi intervención—. No dudo de lo que me estás contando, pero comprenderás que antes de tomar cartas en el asunto, debo hablar con mi hijo para que me confirme personalmente lo que me estás contando. Es verdad que deseo que Antony demuestre su valía, pero no por eso le voy a permitir romper acuerdos comerciales sin un justificante válido.

—No esperaba menos de usted, Austin. Mi familia quiere mantener la relación cordial que hemos tenido hasta el momento y preferimos no involucrarnos directamente en guerras, pero en caso de ser necesario, debe quedar claro que nos defenderemos. No nos vamos a sentar a ver cómo desmoronan el trabajo de toda la vida del abuelo.

—Lo comprendo, pero dame hasta mañana. Hablaré esta noche con mi hijo y mañana prometo llamarte para contarte en qué va todo esto.

Nos despedimos de manera cordial, pero aunque no fue una llamada cortante o necesariamente negativa, tampoco me dio el respaldo que habría esperado de alguien que lleva tanto tiempo en negocios con nosotros. En ningún momento dijo algo como que, si eso es verdad, le pondrá un alto a la situación. No me queda de otra más que esperar a mañana para decidirme a actuar.

Evitaré en lo posible el derramamiento de sangre, sobre todo mientras Sebastián no pueda estar aquí para apoyarme. Me adelantaré previendo el escenario en el cual Austin le da todo su apoyo a su hijo y nos quiere someter también, así que hablaré con el abuelo para que podamos pensar en la forma en que el señor Rajoy nos pueda ayudar políticamente para mermar el poder de esa familia. Espero sea suficiente para frenarlo y no tener que recurrir a Richard.

Tengo demasiadas cosas dándome vueltas en la cabeza, así que después de hablar con el abuelo, planeo escaparme un rato para practicar kick boxing. Antes de conocer a Isabella, era un deporte que practicaba con regularidad y que me ayudaba a reducir parte del estrés. Puede que no fuera tan bueno como lo era Roberto, pero disfrutaba hacerlo.

Apenas termino de hablar con el abuelo, me entra una llamada de Sebastián y me cuenta que acaban de llegar a L.A. Fueron recibidos por el mismo Richard y este se ofreció a colaborar en lo que pudiera con el tema de Noah.

—Fue imposible no contarle el motivo de nuestro viaje —dice con voz algo extraña.

—¿Qué pasa?

—Nada, que ahora no solo debo pensar en Noah y la bebé, sino que debo cuidar a Sophia. Evidentemente, el ofrecimiento amable de Richard no fue del todo por lo buena gente, sino porque le llamó la atención tu cuñada.

—Richard es mujeriego por naturaleza y Sophia, estoy seguro, sabe manejar a ese tipo de hombres —digo, medio divertido al darme cuenta de que Sebastián entró en modo protector.

—Richard no es cualquiera, es bastante recursivo cuando se encapricha.

Tal vez Sebastián tenga razón; él conoce mejor a Richard que yo.

—Más te vale que la cuides, sino estaré en serios problemas con Isabella.

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