Trato de mantener la promesa que me hice en la mañana: estar positivo. Ya tengo claro que no cometeré una injusticia con Roberto; lo he comprobado. Así que, con base en eso, empezaré a armar la siguiente fase del plan. Es mediodía, así que busco a Isabella para ir a almorzar. No le puedo comentar detalles de nada, pues es difícil saber quién puede estar escuchando, pero le digo que todo ha sido confirmado.
No importa cuánta ira tenga con Roberto, estamos en el restaurante e Isabella está sentada a mi lado. No hago más que repetirme que ya no puedo actuar por impulso; ya no puedo pensar solo en mí, debo pensar en Isabella. No me queda de otra, debo llamar a Roberto y hacer de cuenta que nada está pasando para que no sospeche y poder seguir rastreando sus movimientos.
Christian tiene sus órdenes y, entre ellas, está indicarme cualquier llamada sospechosa que pueda recibir Roberto, interceptar su línea. Dejo nuevamente a Isabella en su nueva área de trabajo para que continúe con el proceso normal de contratación e inicie el proceso de inducción. No pienso estar lejos de ella durante el tiempo que demore solucionarse este problema. He llegado a la conclusión de que lo peor que me puede pasar es que lleguen a Isabella, que la usen para presionarme.
La dejo en su área de trabajo y voy directo a mi oficina a realizar la llamada. Todo se siente normal con él; logro convencerlo de que estoy en la oficina solo para el trabajo normal, pues Isabella no me deja solo porque, según ella, sigo convaleciente. Ríe montones y dice que me envidia de verdad. No sabe cuánto me irrita que diga eso.
—Afortunadamente, puedo manejar una PC, el celular y desplazarme, diferente a ti con una herida en una pierna. —Debo aprovechar que tiene limitada su movilidad—. Así que, por el momento, aquello quedará suspendido hasta que los dos podamos estar presentes.
—¿Y tu protección para la oficina? —pregunta Roberto, consciente de que en el atentado nosotros fuimos los únicos que sobrevivimos.
—Tuve que aceptar el esquema de seguridad sugerido por Sebastián, por eso, hasta que volvamos a formar un grupo confiable, no debemos hacer movimientos —digo, esperando que eso sea suficiente para convencerlo.
—Bien, creo que podré ir haciendo entrevistas y valorando al nuevo personal desde casa —dice, retomando su interés en tener una excusa para el contacto diario y posible vigilancia. No estoy seguro.
—Vale, pero aprovecha para que tu mamá te cuide. Mándale mis saludos —tengo curiosidad por conocer su respuesta.
—Le daré tus saludos. Está exagerando un poco con la comida, así que tendré que entrenar mucho para rebajar la cantidad de peso extra con que volveré —me obligo a reír ante la descarada mentira que me está diciendo.
Termino la conversación, dispuesto a continuar metido en una computadora tratando de unir los puntos de todo esto. No creo que Roberto se quede quieto en lo que sea que esté haciendo, no importa esa herida, así que debo averiguar qué es lo que está haciendo realmente.
Abro el portátil y comparo las fechas en que los dineros entraron a sus cuentas y concuerdan con días en que fueron enviados camiones que transportaban mercancía normal, pero que coinciden con el mismo encargado de cargue y descargue en las bodegas. Otras cantidades más pequeñas coinciden con las fechas de las anomalías que me reportó Sebastián en las filiales en el extranjero.
Hay algo que no me termina de cuadrar. Si Roberto me quisiera muerto, tendría formas mucho más fáciles y efectivas de hacerlo; simplemente, no estaría yo aquí contando la historia. El mismo día del atentado, Sebastián reportó otro faltante, pero esta vez en proporción mucho mayor y no le entró dinero a Roberto. ¿Y si los Williams o Yoshua no necesitan a Roberto ahora y tampoco a mí? Eso lo explicaría; ya tienen los contactos internos de Roberto, solo eliminan al intermediario.
Estoy concentrado pensando en eso cuando el sonido de golpes en la puerta de vidrio me trae de regreso al presente. Es Isabella y, solo en ese momento, caigo en cuenta de que ya es de noche.
—Perdóname, amor, se me fue el tiempo —digo, levantándome y quitando el seguro que había puesto en la puerta para evitar interrupciones.
—De eso me doy cuenta —dice, ingresando y regalándome un suave beso—. ¿Te demoras?
—Apago y nos vamos —voy hasta la PC y la guardo en un morral para llevarlo conmigo.
De ahora en adelante, no puedo dejar este aparato solo en la empresa ni en ningún lado.
—Mañana debo salir de la empresa para visitar una de las bodegas, así que quiero que te quedes aquí y no salgas sola por nada del mundo. Si debes salir, hazlo con el abuelo. Si quieres, pide comida y almuerza con tu amiga —sé que va a refutar, su expresión me lo dice, pero antes de que tenga la oportunidad de hacerlo, vuelvo a hablar—: Confía en mí, necesito moverme para poder solucionar todo, Isabella. Posiblemente, deberás regresar a casa mañana con él.
Rehuye de mi mirada por un momento, pero finalmente contesta:
—Confío en ti, pero eso no quiere decir que esté tranquila sabiendo que aún las autoridades no han atrapado a los responsables.
Las autoridades no pueden hacer mucho, ni con los contactos políticos del abuelo. No soy capaz de dejarla sola y, aunque dentro de las instalaciones de la empresa está segura, me sentiré mejor si está en el mismo lugar que la seguridad personal del abuelo. Cuando lleguemos a casa, hablaré con él, no solo para pedirle que sea la escolta mañana de Isabella en mi ausencia, sino porque quiero tener una conversación los dos solos para aclarar por fin algunos temas.
Quiero que el abuelo me diga el verdadero motivo por el cual se fue Noah y por qué Sebastián dice que fue obligado a aceptar este trabajo. Quizás la pregunta más importante que tengo es: ¿por qué me oculta las cosas? ¿Acaso no confía en mí?
—Entonces, eso haré. Solo prométeme que serás muy cuidadoso —tomo su mano y la beso—. No olvides, cuando llegues mañana, así ya esté dormida, despiértame para que me des mi beso de buenas noches.
Río al recordar que besarnos al despertar y antes de dormir fue una de las cláusulas que inventé al inicio de nuestra historia.
—No sería capaz de dormir sin eso —respondo.
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ADICTA A SUS BESOS
RomanceUna mañana, Isabella se despierta en la cama de un desconocido, sin recordar cómo llegó ahí. El hombre a su lado, Alexander, resulta ser un atractivo heredero de una familia poderosa, pero también con un lado oscuro: su abuelo le ha legado un negoci...