31. HÏ Ibiza

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Me siento satisfecho, casi podría decir que pleno. Muchas han sido las razones. En parte, es mi ego de macho alborotado por tener a mi lado y sexualmente satisfecha a una mujer hermosa como Isabella. Pero no es solo eso. Por primera vez en mi vida, siento que tengo un complemento. Ni yo mismo me entiendo o puedo definir completamente lo que significa para mí este complemento. Solo sé que me siento cuidado de alguna forma por esta mujer. Es más baja que yo y menos fuerte físicamente, pero me hace sentir extrañamente bien con aquellos detalles que tiene hacia mí, quizás de manera inconsciente.

Hace algún tiempo, la palabra "hermosa" para describir a una mujer significaba para mí solo la parte física. Ahora entiendo lo errado de ese pensamiento. Isabella me encanta físicamente, eso es verdad, pero no es eso lo que estoy valorando de ella en este momento. No es su físico lo que está haciendo estragos en mi cabeza y, aunque me parezca casi increíble admitirlo en este momento... en mi corazón.

Cuando puse mis ojos en ella, había decidido cuidarla y protegerla por ser la futura madre de mi hijo y por ser yo quien la metió en todo este lío. Pero ahora no quiero cuidarla por obligación y responsabilidad, sino por gusto, porque me nace, porque me interesa. No podría interesarme menos en este momento la partida misteriosa de Juliana, pues gracias a eso estoy con esta mujer y me siento así. Incluso no le cobraría la afrenta si eso no enviara un mensaje de debilidad en mi mundo.

Estoy decidido a mantener esta burbuja todo lo que pueda y vivir con intensidad la magia que está contenida en ella. La música resuena de manera envolvente, mientras las luces parecen bailar al compás de esta, haciendo rebosar nuestros cuerpos de vida y energía. HÏ Ibiza nunca me había parecido más moderno y placentero que en este momento junto a Isabella.

Casi por doquier puedo apreciar rostros alegres, personas o grupos que disfrutan y bailan, olvidando que afuera hay un mundo lleno de injusticias y obligaciones. Yo me cuento como uno de ellos. Mis manos y mi vista no se apartan de Isabella, quien con su sonrisa y su mirada puede tener a cualquier hombre a sus pies. Pero ahora, con ese vestido que no sé si amo u odio, está en un nivel superior.

El lugar es tan bueno que no cabe una sola alma más, y posiblemente, de no ser quien soy, no habríamos podido ingresar esta noche. Tras un par de horas, el cuerpo pide descanso de bailar, saltar e incluso descanso auditivo, así que salimos al "jardín" a recibir algo de aire fresco. La música es más baja ahí, así que pudimos conversar mucho mejor.

Dejo un momento a Isabella esperando en una de las bancas mientras voy por el agua que me pidió, cuando soy interceptado y agarrado por los hombros por dos sujetos que no quiero cerca de ella: Richard y Liam, dos compañeros de "negocios".

—Felicitaciones por tu matrimonio, Alexander —dice Richard, quien es el más influyente de los dos—. Esperé con paciencia mi invitación, pero parece que se extravió.

Richard Brown es, en apariencia, un respetable empresario unos cinco años mayor que yo, un visionario del mundo de los licores famoso por sus fiestas descontroladas, pues no intenta siquiera esconder eso de los medios. Su influencia está repartida principalmente en dos lugares: todo Texas y la ciudad de Los Ángeles.

Tal parece que mi racha de suerte empieza a flaquear. Richard es de esos hombres que caen bien, pero a quien fallarle representa una muerte segura y de forma creativa. ¿Por qué de todos los lugares del mundo decidió venir precisamente hoy aquí?

Su mirada oscura pasea rápidamente por Isabella y trago saliva al saber que no hay forma de no presentarla.

—No digas tonterías, Richard —hablo lo más relajado que puedo—. Si te invitaba, tendría que llevar a todo el grupo y eso no lo puedo explicar a los medios. Luego, ¿tú me invitarías?

El hombre sonríe confiado y niega con la cabeza antes de responder.

—¿Yo casarme? Aún no pienso en eso y sinceramente no sé si algún día lo considere —una mujer despampanante llega hasta él y creo reconocerla de alguna revista de farándula, una presentadora de TV o algo así—. Solo te estoy tomando del pelo, hombre. Katerina, te presento a Alexander Pizano, un gran socio.

La mujer me saluda cortésmente, mientras Richard la pega a su cuerpo y parece decir cosas muy graciosas a su oído, pues ella ríe con ganas.

—Vengan, les presentaré a mi esposa —digo tomando la botella de agua que debía haberle entregado hace rato a Isabella.

Isabella nos ve acercarnos y me recibe la botella de agua.

—Isabella, te presento al señor Richard Brown, su amiga Katerina y al señor Liam Williams, compañeros de negocios —ahora los miro a ellos—. Señores, les presento a mi esposa, Isabella.

Isabella devuelve cortésmente el saludo a todos y se ve algo nerviosa ante la presencia de ellos. No sé qué tipo de mirada le hizo Liam a Isabella, pero ella lo fulmina con la suya, así que me ubico detrás de ella y la abrazo de manera posesiva mirando fijamente a Liam, quien se pone serio ante mi mirada.

—Perdón, amigo, es costumbre —dice el infeliz—. Eres afortunado.

—Qué mala costumbre —contesta Isabella y creo que un corrientazo de miedo cruza mi columna—. Deberías respetar a mujeres que sabes son casadas.

Liam está tomado y, aunque mi equipo de seguridad está cerca, estoy seguro de que el de ellos también. Liam, a diferencia de Richard, no es alguien que sepa comportarse. Es alguien de origen muy humilde que ganó dinero de la noche a la mañana y estoy seguro de que no le cae en gracia que una mujer lo enfrente. Aún mantiene costumbres perjudiciales para cualquier negocio.

Nunca antes había estado en esta situación. No me había importado realmente mi acompañante antes. Mi mente examina en este momento todos los escenarios posibles y, aunque sé que en caso de una rencilla aquí no pasaría nada debido a la cantidad de gente tomando selfis y subiendo a redes sociales, una vez salgamos de aquí, el asunto sería a otro precio. Aun así, gustoso armaría una guerra si no cede a lo que voy a decir, pues estoy seguro de qué tipo de mirada le hizo a mi mujer.

—No deberías disculparte conmigo, sino con Isabella.

—Yo no... —empieza a hablar Liam, pero Richard lo interrumpe.

—Discúlpate con la señora. Si tú fueras Alexander, estoy seguro de que exigirías lo mismo, así que solo hazlo y no armes una guerra por algo como esto. Aún nos espera fiesta adentro y quiero aprovecharla.

Aquel hombre de mirada oscura, barba corta y algo de sobrepeso, es alguien a quien Liam admira, así que no se atreve a contradecirlo. El hombre se disculpa de manera adecuada y, tras despedirse, ingresan nuevamente a la discoteca, no estoy seguro a qué zona. Veo al grupo alejarse, pero sobre todo observo a Richard, quien parece ahora haber olvidado el problema.

—Me cae bien Richard, pero no el tal Liam —dice Isabella girando entre mis brazos una vez que aflojo el agarre a su cintura—. ¿Nos vamos? Creo que mis pies no resisten más.

Salimos del lugar con destino al hotel. Voy tranquilo, pues la situación ha salido bien, pero eso hace que sea necesario adelantar mi explicación a Isabella. No puede ir enfrentando personas como lo hacía normalmente con sus compañeros de universidad. La universidad, ese es otro tema del que debemos hablar.

NOTA DE AUTOR:  

Hola querido Lector. En este capítulo conocieron un personaje nuevo que aparcerá de manera fugaz un par de veces en esta historia, el señor RICHARD BROW. Este hombre es uno de los protagonistas principales en otra de mis novelas llamada TE DECLARO MÍO, la cual ya está completa en esta plataforma. Es un triángulo amoroso picante y con temática de mafia. Esa novela está partida en dos, la parte A es narrada por la protagonista y la parte B por el hombre que ganó su corazón y créanme si tienen un pensamiento tan peculiar como el mío, amarán la parte B, quizás más que la A.

Yo solo suelto ese dato y me retiro lentamente.

ADICTA A SUS BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora