77. HACIENDO TRATOS CON EL DIABLO

19 3 3
                                    

Ocho días, o quizás menos, antes de que empecemos a sentir las represalias de los Williams. Retrocedo y me inclino hacia un lado, esquivando el golpe que mi compañero de prácticas intenta asestarme. Un golpe suyo debe ser muy doloroso a juzgar por su corpulencia, pero, para mi buena fortuna, no es muy hábil. Así que me da tiempo suficiente para golpear su costado, haciendo que se doble, e inmediatamente le tiro un golpe de gancho.

No me interesa realmente lastimarlo, solo necesitaba quemar energía y empezar a retomar viejos hábitos. Esta es una actividad que no puedo compartir con Isabella; se escandalizaría si supiera de esto y tendríamos una discusión sobre la gravedad de mis lesiones. Ya estoy bien, lo suficientemente bien, no necesito que un médico me lo diga.

—Estás motivado —dice mi entrenador—. ¿Un día pesado en la oficina?

Me quito el protector bucal y los guantes.

—Algo así, pero independiente de eso, me empezarás a ver dos o tres veces a la semana —respondo.

Me doy una ducha rápida y, ahora sí, tomo camino a casa. La firma de los contratos de los Williams con el estado debería haber salido ayer, así que en consecuencia no les han ingresado los anticipos que estaban esperando. Ellos son una familia prestante; las empresas que poseen son fuertes, pero su objeto social legal no es algo que pueda comprar cualquiera, sino que dependen principalmente de las asignaciones del estado y de tratados comerciales con otros países.

Estoy ya en casa cuando el celular replica y el nombre de Antony Williams brilla en la pantalla.

—Así que te estás haciendo el fuerte —dice el chico con tono prepotente—, pero esa jugarreta no es algo que pueda detener esto, solo es algo que me hace enfurecer más.

—¿De verdad crees que eso es todo? —digo, manteniendo mi tono pausado y alejándome con disimulo de Isabella—. Deberías ver la sorpresita que te tengo preparada para mañana.

—Bien, entonces no te quejes cuando esto inicie de verdad —corta la llamada.

Legalmente, su ingreso de dinero está detenido y así no pueden lavar el que va ingresando por "los negocios alternos". Ahora solo falta que llegue la auditoría y congelen sus cuentas. El señor Rajoy nos aseguró que él puede conseguir eso. "Siempre hay un rastro de algo, solo hay que saber en dónde mirar", dijo hace unos días.

Necesitamos que los auditores enviados sean tan buenos y estén tan motivados a encontrar la trampa de los Williams, que sea imposible no ensuciar su nombre e iniciar procesos legales. En definitiva, esa sería una de las peores cosas que podemos hacerles: dañar su reputación. Un político como lo es Austin Williams sin duda recibirá mucho cubrimiento por parte de la prensa, así que ellos también empezarán a hurgar ahí.

Sé que ellos deben tener caletas con dinero sin reportar, pero me pregunto, ¿para cuánto tiempo de fidelidad de sus hombres alcanzará eso?

Sé que habrá derramamiento de sangre, eso es algo más que seguro, pero trataré de que sea lo menos posible, sobre todo en mi bando. Por eso debo actuar con inteligencia antes de que ellos inicien los atentados. Trataré de ganar la mayor cantidad de tiempo posible para que Sebastián acompañe a Noah y pueda convencerlo para que el abuelo pueda visitarlo.

Necesito sacar al abuelo de aquí; a él no lo puedo controlar del todo. Puedo tener segura a Isabella; ella está cuidada en la empresa, no iniciará clases sino hasta el próximo semestre y el resto del tiempo está en casa conmigo, así que está segura por el momento. Afortunadamente, ella entiende el problema y no trata de exponerse.

¿Por cuánto tiempo será tan cooperativa? No estoy seguro, pero sé que no puedo tentar tanto mi suerte, pues lógicamente llegará el momento en que quiera ir al cine, caminar por un parque o simplemente que nos demos una escapada un fin de semana. No es que no sea posible, pero es especialmente riesgoso en este momento.

—Dime, por favor, que existe forma de usar a Ekaterina Smirnov en nuestro favor —mi pregunta es directa.

—Algo así, lo único que no hará será asesinar a sus jefes, pero conociéndote, ese no es tu estilo. ¿Qué necesitas que haga?

Descanso un poco con esas palabras, definitivamente Sebastián me conoce y no es tan visceral como puede llegar a aparentar.

—Necesito que ponga a circular un rumor entre los hombres de los Williams, nada más.

Sonrío al imaginar las consecuencias internas de eso. No será algo que se vea de manera inmediata, pero sí será como un cáncer al interior de esa organización.

—Soy todo oídos —dice intrigado Sebastián al otro lado de la línea.

Le explico lo que tengo en mente y, aunque él no está tan convencido de eso, no le pone trabas. La idea es simple: hay que hacer correr el rumor entre los hombres de los Williams sobre los posibles lugares de las caletas llenas de dinero. No sé cuántos hombres completamente fieles tienen, pero estoy seguro de que no son la mayoría. ¿Cuántos estarán dispuestos a arriesgarlo todo por esas cantidades obscenas de dinero? ¿Estaremos de buenas y sacarán ellos de mi camino a los mismos Williams por nosotros?

Tras colgar la llamada con Sebastián, me dispongo a realizar la siguiente, pues no creo tener tanta suerte como para que solo un rumor baste.

—Hola, Richard.

—Hola, cuñado —contesta de manera muy afable Richard.

Espero que Sophia no se fije en él, si no Isabella no me lo perdonará. Si yo, siendo solo un transportador, pongo en peligro a mi familia, Richard, siendo fabricante de "cosas bravas", es una garantía de tener peligro constante en sus vidas.

—Tengo un problema grande y necesito tu ayuda. Te estaré debiendo un favor grandísimo.

Mágicamente, el tono afable desaparece y es reemplazado por aquel que le está haciendo tomar fama, uno extremadamente frío.

—Soy todo oídos.

No muy convencido de lo que estoy haciendo, le explico todo a Richard, quien está completamente en silencio al otro lado de la línea. Richard no es el más fuerte aún, pero sé que el más fuerte no me prestará su ayuda. Sin embargo, en su lugar, Richard se está ganando el respeto por su falta de piedad y por ser cumplidor de su palabra.

—Estás en un gran lío —dice tras unos angustiosos minutos de silencio—, pero estás de buenas, hoy me siento benévolo. Pero quiero dos cosas a cambio. Yo te doy la protección que necesitas y nos metemos en una guerra, pero de ahora en adelante solo transportarás mi mercancía.

No puedo creer lo que estoy escuchando.

—Es lo mismo que nos están exigiendo los Williams, entonces no tendría sentido para mí la guerra —respondo a la defensiva.

—Claro que no. Yo te garantizo que, si alguien te molesta mientras estés bajo mi ala, se las verán conmigo de aquí en adelante. Te garantizaré la seguridad tuya y de toda tu familia, además de que sabré recompensar muy bien el trabajo bien hecho.

No puedo negar que eso representa una mejoría, pero tampoco estoy contento con eso.

—Déjame pensarlo —respondo por fin—, además, tampoco puedo tomar esta decisión solo. ¿Cuál es la segunda condición?

—La segunda condición no depende de ti, pero igual te la voy a decir. Después de solucionar lo tuyo, quiero los servicios de Sebastián por dos años.

Casi caigo para atrás por la impresión.

—¿Qué es lo que estás diciendo? Claro que no —respondo de inmediato.

—Eso no depende de ti, depende de Sebastián. Ahora hablaré con él y tendré mi respuesta. Esas son mis condiciones, la tomas o la dejas. Tic tac, tic tac, Alexander, sabes que no tienes mucho tiempo.

—¿Por qué quieres a Sebastián?

—No es de tu incumbencia.



ADICTA A SUS BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora