46. HAY RUMORES DE QUE PERDEMOS PODER

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—¿Nos estamos volviendo unidos? —Esa es la respuesta de Sebastián cuando por fin contesta su celular—. Eres tan insistente como una novia celosa.

—Necesito que hablemos antes de llegar a la casa, no quiero que Isabella pueda escuchar temas tan delicados. —Un silencio se hace al otro lado de la línea y sé que está pensando si aceptar o simplemente joderme la vida.

Sebastián es así, un poco lento. Estoy seguro de que su demora es sopesando si algún día debe pedirme el mismo favor, y obviamente la respuesta es sí, a menos que no tenga en sus planes formar familia o la pareja que elija conozca y acepte abiertamente esta doble vida.

—Bien, en el bar de Jimmy —dice por fin y cuelga.

Mi relación con Sebastián no siempre fue así. Cuando éramos chicos, él era quien me defendía de las burlas de los compañeros por no tener a mis padres, incluso recuerdo un par de golpizas a Joe Merino y Teo Radcliffe en fechas como el día del padre. Luego, no necesité que me defendiera y crecimos.

Sebastián estudió negocios internacionales, así que es quien se encarga de trámites de importaciones y exportaciones en la empresa. Esa labor le da una coartada para poder moverse y desaparecerse por días a cumplir otras misiones, como la que le encomendé.

Llego de primeras al bar y pido lo usual. El encargado me saluda con familiaridad con una mueca desde la barra y me envía con la mesera el primer trago como obsequio de la casa, como felicitación por mi boda. La mujer que la trae es nueva, me saluda de manera coqueta y se inclina más de lo necesario para depositar la bebida y el hielo en la mesa, dejándome apreciar su hermoso escote. La veo alejarse con un contoneo de caderas que no puedo negar me deja con una sonrisa en los labios.

Hace poco más de un mes, le habría seguido el juego para pasar después un buen rato, pero en este momento no me apetece. No estoy ciego, no me han dejado de llamar la atención las otras mujeres ni nada por el estilo, pero por ahora, no siento la necesidad de tocar otro cuerpo que no sea el de mi mujer. Tomo el primer sorbo y miro el reloj esperando que Sebastián no demore tanto. Afortunadamente, no lo hace y tres minutos después está al lado mío.

—Esperaba más resistencia —dice tras mostrarme una imagen en la pantalla de su celular.

Tomo el aparato y amplío la imagen mientras Sebastián hace señas con la mano para que le traigan lo mismo que a mí.

—Algo no me gusta y no sé qué es —dice tras desaparecer de un sorbo la mitad de su bebida—. El tipo simplemente esperaba que no le cobraran y las otras personas de la lista también. No eres el ser más intimidante pero tampoco para esta reacción en cadena.

—¿Insinúas que alguien los puso de acuerdo para no pagar? —Pone cara de fastidio antes de contestar.

—Debo estar de acuerdo contigo en que esto debe ser manejado como familia. Alguien está corriendo la voz de que estamos perdiendo poder y tenemos el tiempo contado —eso es algo que nos toca el orgullo—. Aún no estoy seguro de quién, pero hay más nombres en la lista y alguno tiene que saber algo.

—No será que estás perdiendo tu toque —digo en son de burla, a lo que él hace un bufido como primera respuesta.

—No creo que ellos piensen eso, los hubieras escuchado gritar y suplicar —de pronto esa cara de casi éxtasis que pone al rememorar los castigos que infringe me recuerda que debo tener cuidado con él—. Tal vez debas hablar de esto con el abuelo.

¡No! ¡Eso nunca! En este momento eso sería como admitir que me queda grande el negocio parcial, menos me entregará el resto y si no supero esto solo, siempre pensaré en que tal vez Noah sí podría haberlo hecho.

—Aún no quiero molestar al viejo, está demasiado contento ahora.

—Como quieras, pero ten presente que cada vez las medidas que estamos tomando de seguridad física para las empresas son más fuertes y eso podría terminar atrayendo demasiado la atención —tiene razón en eso, tal vez no es tan tonto como creía.

Pido otra ronda y me mira extrañado. Yo en cambio detallo con disimulo el grueso anillo dorado en su mano derecha, lo que me recuerda que ya debe estar el resultado de la limpieza del video del escape de Juliana. Tras esa ronda le doy los pormenores del tema de la mercancía faltante y acepta apoyarme con esa investigación. Sé que al sonido de su nombre muchos tiemblan, por eso mi nombramiento como líder fue tan bien recibido al considerarme una opción mucho más "amigable" y sensata.

El celular de Sebastián suena y me muestra el nombre brillando en la pantalla.

—Hora de irnos —digo, sabiendo que esa llamada de mi tío es para apurar a Sebastián a llegar a casa del abuelo, pues ya nos está esperando.

Isabella se ve encantada entre el abuelo y mi tío Ronald. No tengo idea de qué tipo de historias le están contando, pero si conozco a mi tío, debe estarme avergonzando con alguna historia de mi adolescencia y ese es el motivo de las carcajadas que escucho.

—Y entonces debimos frotarlos como por tres días con esponja hasta que salió esa tinta azul —dice el tío Ronald.

—Pero azules y todo debieron ir a estudiar, no podíamos premiarlos por eso —remató el abuelo, viendo encantado cómo reía Isabella.

Sebastián y yo nos acercamos al trío que departen alegremente en el patio de la casa a expensas nuestras.

—En nuestra defensa, no sabíamos que demoraría tanto en desaparecer esa cosa —digo en voz alta, llegando hasta Isabella y tomándola por la cintura para besar su cuello.

—Creo recordar que esa fue la época en que más golpeé chicos en el instituto —dice orgulloso Sebastián—. Te citaron tantas veces en la dirección ese año, fue mi récord.

Todos reímos, menos mi tío.

—Sí, tu madre me culpó de todo ahora que lo recuerdo —dice mi tío, haciendo cara de que había olvidado esa parte de la historia—. Me mandó para la habitación de huéspedes hasta que solucioné ese problema.

—Isabella, este es mi nieto Sebastián y tu misión será ayudarle a conseguir una novia bonita como la muchacha que te visitó hace un rato —le dice de manera jocosa el abuelo—. Ya es hora de que llenen esta casa de niños.

—Gusto en conocerte, Isabella. Sí, soy su nieto Sebastián, pero no tienes que ayudarme a conseguir novia —luego mira al abuelo—. Ya hemos hablado de esto.

Me sorprende escuchar eso, no sabía que el abuelo presionara también a Sebastián por tener familia.

—¿Dónde está mamá? —pregunta Sebastián, mirando para todos lados.

—Fue por servilletas a la cocina y no sé qué más —dice mi tío Ronald, acercándose al asador para girar la carne.

—Parece que ustedes eran terribles —dice Isabella, girando entre mis brazos para luego reclamar mis labios.

Extrañé esos labios y, sin dudarlo, le respondo el beso de forma tierna, terminando con juntar nuestras frentes. Unos cuantos sonidos de carraspeo nos hacen reír.

—Ignóralos, eso es envidia —vuelvo y la beso.

—Voy por mamá, seguro y no trae cerveza —dice Sebastián antes de desaparecer.

No vi nada raro en la mirada de Sebastián hacia Isabella, pero siempre es así en un inicio con él, así que no pienso despegarme de Isabella en toda la noche. Casi siempre algo cambia después en la forma en que las mira, una mueca de desagrado se vuelve una constante.

ADICTA A SUS BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora