Capítulos 14 - Las Flores de la discordia

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Entre su actitud de valerle una mierda lo que yo le decía y el hecho de que en este lugar recibiera sus "obsequios" como si fuéramos parte de su juego, me desquiciaba.

Con el portazo que hizo al encerrarse en su oficina y dejarme con las palabras en la boca, mis manos hicieron un puño que llevó a que parte de las flores se quebraran.

—S-señor... —titubeó una de las empleadas—. Si desea, yo puedo encargarme de esas flo... Ni siquiera le presté atención e ingresé a su oficina, de la misma manera que ella invadía mi cabeza sin mi permiso.

—¿Quieres dejar de jugar? Estás malditas flores tienen tu nombre, así que no te hagas la desentendida. Este es un lugar para trabajar, no para recibir regalos estúpidos.

—Pues lo mismo te digo —observándome, ella dejó unos documentos que traía en la mano, sobre su escritorio—. En lugar de venir a hacerme perder el tiempo, ve a hacer tu trabajo, parece que estás obsesionado con hacerme la vida cuadros.

—¿Ahora soy yo quien te hace la vida cuadros? ¿Y qué hay de ti?

—Te recuerdo que hasta el momento no he sido yo quien ha ido a tu oficina, ¿ves tus pies? Estás en mi área de trabajo.

—Mis pies son libres de ir a dónde les plazca, y todo este lugar está bajo mis órdenes, por lo tanto, si tu estúpido noviecito quiere mandarte regalitos ¡Qué lo envíe a tu vivienda!

—Novi- ¿qué?

—Hazte la desentendida, dices que tu tiempo es valioso, pero lo gastas en un pobre idiota.

—Mira Felipe, no sé de qué me estás hablando, tus reclamos no tienen ningún valor en la empresa. Solo estás haciendo el ridículo. Además, lo que yo haga con mi tiempo fuera de la oficina, es asunto mío y de nadie más. Y ahora, te pido amablemente que te retires.

—Esto es lo que faltaba, que me dieras órdenes en mi propia empresa.

—¡Ya fue suficiente! No voy a seguir tolerando tu actitud. Ella se levantó de su asiento, disponiéndose a quitarme el ramo.

—Dame eso, y déjame acabar con toda esta tontería.

—Deberías saber quién te las manda, hasta el nombre es de un estúpido —solo sentía mi sangre caliente. No había visto al sujeto, apenas y lo había notado de espaldas, pero sentía unas ganas de dejarle mi puño como recuerdo.

—¿Qué pretendes, Felipe? —preguntó, colocando las manos en sus caderas—. Es como si a fuerza buscaras una explicación de la cual no tengo idea.

—¿No tienes idea? —acortando la distancia, miré más de cerca su expresión seria, recordando por un instante, cuando esos mismos labios me sonreían y buscaban los míos para ser besados. Pasé saliva, teniendo la vista privilegiada de lo ceñido que le quedaba esa blusa, además de ver como su sujetador se marcaba en su pecho.

AHORA ESTOY DIVORCIADA (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora