Capítulo 40 - Duerme tranquila

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Quizás algo se quebró o solo es parte de imaginación, pero nunca creí que unas simples palabras me hicieran sentir un profundo vacío.

—Descansa pequeña valiente —le respondí, aceptando su pequeña manita.

—Papi, papi Alonso —volvió a decir, antes de quedarse dormida.

—Aún está confundida por los efectos de la sustancia—comenté—. Me confundió con su padre, pobrecilla... Imagino lo mucho que debe hacerle falta —respondí, sintiéndome tan identificado con esa sensación de ausencia. Tal vez por eso me simpatizaba la niña, porque de algún modo yo sentí ese vacío.

Letizia afirmó, acercándose, después de sacar un paño de su bolso, para limpiar la frente de su hija.

—Aunque no llegó a conocerlo, ella adora a Alonso. Lleva su foto a cualquier lado, le hace dibujos, me pregunta por él y disfruta cada vez que cuento la historia de mi difunto esposo.

—¿Aún lo llamas esposo?

—Fue el último hombre en mi vida, dejó una gran huella en mí. Pienso que, si él hubiera seguido vivo, amaría a Leonor como lo hacía desde mi vientre. Letizia sonreía con nostalgia en su voz. Ese hombre siempre formaría parte de su vida, incluso estando muerto.

—¿Y qué hay del doctorcito ese?

—¿Hablas de Raul?

—¿De qué otro doctor puedo estar hablando? Es el único tarado que conozco.

—Raul no es ningún tarado.

—Olvidas que te besó y ahora tú vas a darle un abrazo, ¿acaso ese idiota no tiene sangre en la cara?

—Ese es un tema que lo conversaré con él. No recuerdo nada sobre un beso, pero voy a dejar todo muy claro.

—Por supuesto, dirás que es tu amigo, pero eso no quita que él siga pendiente de ti y de tú hija.

—Felipe, no quiero discutir aquí —me pidió—. Raul y yo somos muy buenos amigos, nos conocemos tantos años y nunca ha tratado de sobrepasarse conmigo, lo estimo y asunto terminado.

En parte Letizia tenía razón, no era el lugar ni momento de discutir, la pequeña descansaba; lo cual era importante para su recuperación.

—De acuerdo, lo más importante ahora es ver a esta princesa despertar. Imagino que vas a querer quedarte a solas con ella. Al dirigir su mirada a mí, asintió.

—En ese caso, las dejo a solas.

Salí de la habitación, encontrando a Alvaro a metros de Sonsoles.

—¿Cómo está la niña? —me preguntaron al unísono. Fue como si se hubieran puesto de acuerdo para estar coordinados.

Ellos intercambiaron miradas, convirtiendo el ambiente en una escena de tensión, drama y hasta cierto punto graciosa por las expresiones en sus rostros.

—Es una pequeña fuerte, despertó hace unos minutos, pero el cansancio la hizo volver a quedarse dormida.

—Pobre criatura y pobre de Letizia, su hija lo es todo en su vida —añadió Sonsoles.

—Alvaro, ¿podrías ir a mi oficina? Dejé todo abierto, sin poder cerrar. No voy a irme hasta que la niña despierte por completo o su médico notifique el alta.

—Comprendo, no te preocupes. Además, que la niña haya despertado, indica algo bueno —dio unos pasos, más se detuvo frente a Sonsoles—. ¿Vienes?

—Puedo ir sola, primero hablaré con Letizia.

—Está bien, no insisto —contestó, marchándose.

AHORA ESTOY DIVORCIADA (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora