Capítulo 35 - Efectos en la noche

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POV Felipe

Ellos se estaban besando, ellos se estaban... Dijo que era solo su amigo, ¿¡A un amigo lo besas!? El muy malnacido la estaba apretando a su cuerpo, pasaba su asquerosa mano en el hombro de Letizia. ¡La estaba besando! ¿¡Con qué puto derecho lo hace!? La sangre me hierve, sé que dije que mantendría la calma por el bien de la empresa, que no desataría al demonio que guardo, que sería más tolerante, pero... esto...

—Letizia... —dijo él, abandonando la boca de ella, para bajar a su cuello, y hasta ahí llegó mi calma.

—¡Oh cielos! —dijo Letizia, cuando empujé al imbécil que parecía un lobo a punto de comerse al cordero.

—¿Qué carajos te pasa? —me respondió el idiota, con la mancha de labial en su rostro.

—¿Por qué todos tiemblan? —nos señaló Letizia, quien se reía sin ningún motivo—. Creo que esa cosa tenía algo más o será que no sirvo para beber... Ja, ja, ja. Esto es raro, Letizia no es así. Me acerqué a ella y tomé su mentón.

—¿¡Qué le haces!? —gritó Raul.

—No te acerques o te mato —lo amenacé con una mirada fría.

—¿Felipe? —me dice Letizia confundida.

—Sopla —le pedí y ella obedeció, por lo que pude comprobar que no era alcohol—. ¿¡Qué mierda le disté de beber!? —me dirigí a él, estaba por agarrarlo del cuello y matarlo.

—No sé de qué carajos me hablas, pero Letizia y yo...

—Felipe... —para mi sorpresa Letizia se abrazó a mi brazo—. ¿Por qué estamos aquí? Vamos a casa... ¿Sí?

¿A casa? Letizia estaba alucinando, ella y yo no vivimos juntos desde hace muchos años.

—Leti, nosotros no...

—Hace mucho frio, quiero ir a casa contigo.

Ella no estaba bien. Nunca la he visto actuar así.

—Está bien, te llevaré a casa —le dije, levantándola en mis brazos.

—¿Qué vas a hacer con ella?

—Eso no te importa, no sé por qué, pero tu cara me trae recuerdos. Voy a averiguar quién eres, te lo juro —le advertí, llevándome a Letizia conmigo, y esas palabras fueron suficientes para que él se quedara sin decir una sola palabra. Encontré a Alvaro con la corbata y camisa desacomodada, parecía agitado hasta cierto punto nervioso.

—¿Y a ti qué te pasa? —le pregunté.

—Nada, solo es... ¿Qué pasó con Letizia? —quiso saber, al notarla desorientada.

—Voy a llevarla conmigo, si alguien le toma una foto en ese estado. Van a hacer leña de su imagen. Así que, por ahora, te encargo del evento. No puedo dejar a Letizia en este estado.

—Comprendo, ve con ella.

—¿Ya nos vamos a casa? —me preguntó, frotando su nariz en mi cuello.

—Sí, vamos. Me di media vuelta. Estaba seguro que Alvaro haría un gran trabajo, confío ciegamente en él. La llevé a mi auto, miré a derecha e izquierda solo para estar seguro que nadie capturara una foto.

—Voy a llevarte a tu casa —le informé—. Un momento, si tu hija te ve en ese estado, podrá asustarse. Recordé las infinidades de veces que vi a mi madre incontrolable por el alcohol. Los niños no se recuperan de esos recuerdos. Jamás.

Encendí el motor de mi auto, y teniendo la mente clara, la llevé a mi casa. En todo el camino, ella se había quedado dormida, parecía que el efecto estaba desapareciendo. La miré tan tranquila, tan relajada, tan dulce como en esos años en los que todo era perfecto. Llegué a casa tras unos minutos de largo manejo, pero por fortuna no encontré tráfico.

AHORA ESTOY DIVORCIADA (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora