Capítulo 68 - Afrontando consecuencias

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Me daría mucha pena por la roca, porque me temo que tu cabeza es más dura —contesté a modo de broma, pero no esperaba que él me lo regresara.

—Es la otra cabeza, la que tengo dura.

—¡Deja de sexualizar todo! ¿Qué te pasa?

—Solo te devuelvo la broma, aunque si quieres...

Quité sus manos de mi cara y toqué la suya.

—Está algo caliente —dije en mi cabeza—. Por eso está hablando tarugadas, aunque no hay tanta diferencia cuando es normal. Ay Dios, ¿acaso esta noche va a ser interminable? Después de una tarea en la que use toda mi fuerza para sacarlo de su auto y llevarlo al mío, no me quedaban fuerzas para manejar.

—Creo que me rompí una costilla... —suspiré jadeando—. Pero no puedo quedarme aquí. Estiré mis músculos antes de regresar a mi asiento, escuché como uno de los huesos tronó, y casi chillo de dolor.

—Ay... Ahora si me rompí algo.

...

Ya en camino, visualicé que Felipe se había quedado completamente dormido en el asiento trasero.

—Imagino que trabajar con esos malestares, lo ha dejado agotado.

—Leonor... Leonor... mi niña... —murmuró entre sueños. Estaba soñando con nuestra hija, y al mirar por el espejo, vi la sonrisa en sus labios.

—Perdón Leonor... Perdona por no haber estado contigo... Papi te quiere, y va a amarte, aunque yo mismo me abandone.

No entendí esa parte de sus palabras, fue bastante extraño y ciertamente sentí escalofríos. Probablemente sean palabras sin sentido, estaba delirando entre sueños y no sabía lo que decía.

—Ya casi llegamos, Felipe, despierta —dije, tratando de hacer que despierte. Y eventualmente, llegamos. Estacioné mi camioneta, viendo como solo un minuto después, la grúa dejaba el vehículo de Felipe.

—Muchas gracias —fue mi respuesta tras haberles pagado—. Pero podría pedirles un último favor.

—Claro, señora.

—Emm —lo de señora me tomó de sorpresa, pero seguro ellos creían que Felipe era mi esposo, y francamente no tenía tiempo para aclararlo—. ¿Podrían ayudarme a subirlo a su habitación? Ustedes parecen ser personas con más fuerza. No sé si fue el halago o el dinero que les ofrecí, pero ellos aceptaron.

Ambos hombres llevaron a Felipe a su dormitorio, lo dejaron en su cama y yo les pagué por su servicio extra, marchándose en completo acuerdo.

—Ay... Ahora qué haré contigo —dije, sentándome al borde de su cama—. Podría irme ahora, pero no creo que esté bien. Salí de la habitación, y regresé con agua y paños para bajarle la fiebre que iba en aumento.

—Si esto aumenta, tendré que llevarte al hospital, pero primero... —tomé su primer mano y comencé a quitar la venda—. Bueno, parece que no trae infección. Lavé su mano y cambié el vendaje por otra, hice lo mismo con la otra mano. Me levanté a tirar lo que ya estaba contaminado, cuando oí su voz a mi espalda.

—No pensé que te preocupara.

—Y yo no pensé que estuvieras despierto —contesté, tomando asiento a una distancia considerable—. Que tramposo eres.

—Acabo de despertar, solo vi cuando terminaste de vendarme la mano.

—No tenía opción, estaban manchadas. Por cierto, ¿cómo te hiciste esas cosas? ¿Te peleaste? ¿O te pegaron?

Él soltó una risa corta.

—No, no tiene caso recordarlo —sin embargo, sus ojos se agrandaron y su reacción cambió abruptamente—. No has buscado nada, ¿cierto?

AHORA ESTOY DIVORCIADA (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora