AHORA ESTOY DIVORCIADA (Adaptación)

Capítulo 26 - El comienzo de una era

POV Letizia

—El material acaba de llegar hoy, señora Ortiz. La tela es realmente de calidad, hace tanto que no teníamos tan buenos insumos como estos.

—Me alegra que todo esté en orden y que el pedido ya haya llegado. Lo que haremos, será preparar el vestido que fue presentado en la junta de hoy.

—Eso quiere decir...

—Así es muchachas, estamos dando pasos gigantes para que Borbón y Grecia salga de la ceniza. Cuando dije esto, las empleadas sonrieron emocionadas, dando pequeños saltos de alegría.

—Todas están muy contentas —me refirió Sonsoles—. Ellas me comentaron que antes de tu llegada, no había inspección y era Isabel quien se encargaba de los pedidos de tela.

—Imagino que no utilizaba todo el presupuesto asignado —contesté.

—La calidad fue cayendo y perdieron muchos clientes.

—¿Sabes? Hoy no la he visto, pensé que estaría presente en la junta, pero pienso que realmente no le importa lo que suceda con la empresa.

—Para alguien que lo ha tenido todo desde pequeño, es poco probable que tenga el mismo compromiso que nosotras. Solo cuando pisas tierra y te golpea la realidad más de una vez, se abre los ojos. Sabiendo por todo lo que pasó Sonsoles antes de conocernos, le estiré mi mano para tomar la suya.

—Agradezco que a donde vaya, estás allí como mi mano derecha. Eres mis ojos donde no tengo vista, mis oídos no escucho y mi amiga. Estoy segura que el destino hizo que nos conociéramos para juntar nuestras creatividades y lograr grandes cosas.

—Pero soy yo quien debe darte las gracias, porque me disté la mano cuando nadie apostaba una sola moneda por mí, todas las puertas se cerraron en mi cara y tuve que recurrir... A eso... —recordó con vergüenza.

—Yo no te juzgo, y eso no te hace menos valiosa, al contrario, me hace sentir tanto orgullo de ser testigo en la gran mujer que te has convertido.

—Leti... —murmuró conmovida, abrazándome. Sonsoles no suele mostrar su afecto a libertad, trata de ser reservada y prudente, pero cuando logra salir de su caparazón, es una persona tan tierna y dulce como nadie lo sería.

—¿Y qué sucedió con los laxantes? —le pregunté, cuando nos separamos.

—Oh, ese tonto. Solo fue un engaño, no he tenido ninguna sensación de malestar en el estómago.

—Dudo que Alvaro haga bromas tan pesadas, es una persona que solo quiere agradar.

—¿Y por qué pones las manos al fuego por él? Apenas lo conoces.

—Bueno, ya lo conocía desde antes, aunque, ahora lo veo con más detalle, sin embargo, no pongo las manos al fuego por él ni por nadie, solo lo presiento. Es una persona agradable.

—¿Agradable? Para mí ha sido como una patada a los ovarios.

—¡Ey! Aún estamos cerca de las empleadas.

—Lo es, no me inspira confianza.

—Eso lo dices por el golpe que te dio en la espalda, fue accidental.

—Lo dudo, los hombres son iguales ¡Lo dice la biblia!

—¿Ah sí? —levanté la ceja con curiosidad.

—Sí, así me lo comentó un padrecito.

—¿Padrecito? No sabía que fueras a la iglesia.

—No, fue en el pasado, cuando yo me dedicaba eso.