Capítulo 66 - Efectos inesperados II

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POV Álvaro

—¿Estás seguro que me los quieres dar? Se ven muy finos —digo, tras tomar la caja de castañoles.

—No tengo apetito, además creo que no tiene maní, supongo que puedes comerlos o en todo caso tíralo a la basura.

Entonces lo entendí y sonreí al descubrir lo que le ocurría.

—Claro, como no los preparó Letizia, no deseas comerlos, pero... ¿Qué tal si la que te mandó estos bocadillos fue ella?

Felipe sonrió de lado.

—Es imposible, ella nunca haría eso —sus manos se posaron una sobre la otra—. Cuando Letizia hacía postres, ella los espolvoreaba con algo que sustituyera el azúcar. Decía que de esta forma podría comer rico y saludable.

La nostalgia en su mirar y voz fue tan notable, que incluso sonrió como un niño.

—Y tuviste que arruinarlo por Isabel.

Solo mencionar ese nombre, hizo que su buen humor desapareciera.

—No arruines mi día, ya he tenido suficiente con este dolor en las manos.

Al saber la razón de esas heridas, lo miré con cierta lástima.

—Comprendo que hayas estado furioso, yo también lo estaría, pero has sido tú quien eligió la manera más humillante para separarte de Letizia.

—No tenía opción —contestó seguro de sí mismo.

—Pero no pensaste en ella. No te detuviste a pensar en el daño que le hacías.

—¡Claro que pensé en ella! ¡Cada acción! ¡Cada detalle siempre fue teniéndola presente en mi cabeza! Y yo... —tensó sus puños en el escritorio—. Mejor déjame, Álvaro. No quiero desquitarme contigo.

Sería imposible, negué con mi cabeza y salí con la caja de su oficina. Si permanecía un segundo más, sería capaz de decirle que todo lo que ocurría era por su propia culpa. Que mientras él cree haberlo pasado mal, ella lo pasó peor, pero no. Yo había dado mi palabra, y no iba a traicionar la confianza de Sonsoles.

—Sonsoles —dije, bajando a mirar los bocadillos—. Tal vez a ella le gusten —pensé—. Pero primero debo terminar con esto —miré los archivos que cargaba en mis brazos y regresé a mi área correspondiente.

Pasé todo el día metido entre papeles, y aún no los había terminado, probablemente saldría a media noche, entonces me dije: No creo que haya problema si los llevo a casa. Guardé el trabajo en mi maletín, sería más cómodo hacerlo desde mi casa que en este lugar frío y vacío. Ya estaba por marcharme, cuando noté la caja.

—Ni siquiera pude entregárselo, aunque... —miré la hora en mi reloj—. Si corro, podré alcanzarla. Apreté todos mis objetos a mi pecho, e hice lo que debía hacer. Tomé el ascensor, dejando a otros que también se disponían a usarlo. Al dar con el primer piso, visualicé su figura alejándose en la calle para alcanzar un taxi.

—Carajo —gruñí entre dientes, proponiéndome detenerla. Ella levantó su mano, justo a tiempo para detener un auto.

—¡Sonsoles! —grité, y ella se detuvo abruptamente, por lo que yo no alcancé a detenerme, entonces... Fue como volver al inicio, aquel día en que yo llegaba tarde y sin querer choqué contra ella, pues ahora acababa de ocurrir lo mismo.

—¡Ay, ay, ay! —se quejó, frotando su espalda.

— Sonsoles, perdón —dije, tratando de ayudarla con sus objetos habían ido a parar al suelo. Es que te detuviste y mis piernas...

AHORA ESTOY DIVORCIADA (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora