Capítulo 74 - Esperar

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—¿Por qué? —me pregunté, mirando el suelo—¿¡Por qué!? —dije, pero esta vez en voz alta, golpeando el suelo con mi puño, sintiendo el dolor de mi pecho con más fuerza que el de mi mano—. ¿Por qué...? —dije, pero con un hilo de voz muy débil—. Letizia... Mi amor.

—Felipe. Colocando sus manos en mis hombros, Álvaro me encontró en mi peor estado de vida. Para mí nada tenía sentido ahora, me duele, me duele como si me destrozaran desde del interior de mi cuerpo, siento que me desmorono. Mis fuerzas no tienen comparación a lo que una vez sentí, soy como el muro de arena que aparenta ser fuerte, pero que al más mínimo soplo del viento se destruye sin la posibilidad de que se detenga.

—¿Qué hice, Álvaro? ¿Qué clase de bastardo he sido para haberle hecho todo eso?

—Ay amigo... —su rostro mostró compasión, dando palmadas a mi espalda—. Lo lamento tanto.

—Estaba enferma, Álvaro ... Me hice cargo de Isabel con la creencia que le daría un hogar a un niño que nunca existió. Y dejé a quien sí me necesitaba... Aquel día del divorcio, Letizia no solo estaba embarazada, llevaba en la sangre una maldita enfermedad que casi se la lleva de esta vida... ¡Maldita sea! —frustrado me tomé de los cabellos.

—Amigo, entiendo que duele, pues yo sentí lo mismo, pero si hablas con ella.

—¿Cómo lo hago, Álvaro? Dime, ¿cómo podré mirarla a la cara? La dejé sola cuando estaba embarazada, ¡Casi provoco la muerte de mi hija! ¡Por amor a Dios, ella estaba enferma! ¡Pudo haber...! Ni siquiera puedo decirlo. Y yo... Le dije todas esas cosas... Aun así... ella tuvo a mi hija, me permitió ser padre.

—Esto es pasajero, todo tiene solución.

—¿Solución? ¡Me siento hecho mierda!

¡PEOR QUE MIERDA! —repetí totalmente furioso conmigo mismo—. ¿Sabes que voy a hacer? —susurré—. Si no pude detenerla, voy a ir por ella. Tomaré un avión, la alcanzaré y no la dejaré ir. Di media vuelta, sin analizar las demás cosas que pasaban a mi alrededor.

—¡Hey! — Álvaro alcanzó, evitando que yo fuera a comprar un boleto para el siguiente vuelo.

—¿Estás loco? Tú no puedes hacer eso.

Apártate Álvaro, nada va a detenerme ni va a impedir que yo vaya tras ella.

—Felipe, no estás pensando razonablemente. Estás actuando por impulso, estás dejando que tus emociones te ganen, trata de analizar la situación.

—No tengo nada que analizar, lo único que tengo que hacer es tomar ese avión, y comportarme como siempre debí ser, un hombre.

—Pero dime, ¿qué te garantiza que, al ir ahora, Letizia vaya a escucharte? ¿Crees que ella estará feliz de saber de qué vas tras ella solo porque te enteraste de todo lo que pasó?

—Entiéndeme, yo tengo que hablar con ella, necesito decirle esto que tengo aquí adentro, esto que jamás ha cambiado, y que traté de forzar a que sea un sentimiento contrario, pero que no pude, no puedo, ni podré jamás cambiarlo.

—Piensa en tu trabajo, no puedes abandonarlo simplemente porque te dio la locura de seguirla.

—Al demonio al trabajo, me interesa una mierda el dinero, ¿crees que en este momento me interesan las cosas materiales? Soy capaz de mandar todo al mismo infierno.

—De acuerdo, si no quieres pensar en tu trabajo, al menos piensa en tu hija. Fue entonces que bajé la guardia, y pensé en mi hija.

—Si te vas, ¿cómo crees que se sentirá ella? Esa niña te adora, tienes el amor de una personita muy pequeña que te mira como su héroe, ¿qué crees que pasará cuando te vayas? Ella preguntará por ti, y al no verte empezará a llorar.

AHORA ESTOY DIVORCIADA (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora