Capítulo 36 - No pasó

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El taxi me dejó fuera de casa, aún traía la terrible sensación de haber hecho lo imperdonable en mi vida. Aquello no había podido suceder, yo no lo permitiría, pero no se puede tapar el sol con el dedo. ¿Me acosté con Felipe?

Era claro que desperté completamente vestida, pero eso no quita las marcas en mi cuello y pecho. Algo pasó, estoy muy segura que no simplemente dormí en su casa. Pero ¿cómo sucedió? Por más que trato de recordar, no llega a mi mente el momento en que sucedió.

—Algo debieron contener esas bebidas —dije, al estar en la puerta de mi casa. Camilo me abrió la puerta, porque hasta mis llaves se habían perdido. ¡Qué horror! Esto jamás me ha pasado, soy una persona muy prudente.

—¿¡Letizia!? —se sorprendió, procediendo a guardar su celular—. ¿Dónde estabas? Te he estado llamando y no contestas. Abrí los ojos con fuerza, y pasé mis manos en mi vestido.

—Creo que lo perdí, Ay Camilo, no traje ni mi bolso, el taxi está esperando afuera. Él fijó su vista detrás y comprendió.

—Ya veo, entra a casa, yo iré a pagarle.

Hice lo recomendado por Camilo. Subí a mi habitación, donde pude examinar a mayor plenitud las marcas en mi cuerpo.

—Está es más pequeña —dije, al pasar los dedos en la mancha en mi cuello, probablemente se borre muy pronto—. Pero esta es más grande —toqué la que sobresalía de mi escote—. A Felipe siempre le gustaba hacer esto conmigo, es obvio que no perdió la costumbre.

—¿Puedo? —preguntó Camilo, antes de entrar.

—Adelante —le respondí, después de ocultar mi cuello con una almohada.

—No es necesario que lo hagas, fue lo primero que vi cuando apareciste en la puerta.

Descubierta, no tuve mayor alternativa que dejar la almohada.

—¿Mi hija?

—Leonor se durmió anoche muy temprano, llegó agotada de sus clases de ballet y cayó como un bello ángel.

—Mi pobre pequeña...

—No pasa nada, más bien dime, ¿qué pasó con esas cosas? —señaló mis manchas—. ¿Dónde estuviste?

Me senté en mi cama, ni siquiera yo podía creer lo que iba a contar.

—Me acosté con Felipe —dije, sin mayor rodeo, viendo como a Camilo se le cayó la mandíbula.

—¿Que-qué? Espera, espera, ¿estamos hablando del mismo Felipe? ¿El Felipe que estuvo aquí? ¿Ese hombre de cuerpo de Dios griego? ¿Tu ex esposo?

—¿De qué otro Felipe puedo estar hablando? Fue con él.

—¡Letizia Ortiz! No lo puedo creer —dijo serio—. ¡Cuenta todo con lujo de detalles! —tomando asiento, mostró la mirada con interés.

—No hay detalles, porque ni yo lo recuerdo.

Camilo sacudió la cabeza.

—¿Cómo qué no hay detalles? No entiendo, entonces, ¿cómo puedes estar segura que te acostaste con él?

—Porque desperté en su cama, y traía estas cosas en mi cuerpo, ¿qué otra explicación existe?

—¿Y él estaba allí? ¿Despertó contigo?

—No.

—¿Estabas vestida?

—De hecho, sí.

—¿Entonces cuál es el problema? Tal vez solo te llevó a su casa y te dejo dormir. No hay seguridad de que haya ocurrido eso.

AHORA ESTOY DIVORCIADA (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora