8. Susto

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No entendía por qué mis pies se movían tan rápido sobre la acera, pero parecían haber tomado vida propia de un momento a otro.

Estaba corriendo, estaba corriendo hacia la casa de Rubius, desesperado por verlo y confirmar que estaba bien.

¿Por qué ésta sensación de ahogo me apretaba el pecho? Sentía que algo no estaba bien, que algo malo estaba ocurriendo, que algo malo le estaba ocurriendo a él, y cuando aquellos pensamientos me invadían la mente, cada vez con más insistencia, mis pies comenzaban a golpear con mayor velocidad y brusquedad los charcos de agua formados por la lluvia que había comenzado a caer como un manto opaco sobre Madrid.

No estaba seguro de nada. Tal vez estaba siendo paranoico y Rubius estaba sano y salvo jugando o grabando tranquilamente para su canal de Youtube. Yo deseaba de corazón que aquello fuera así. Deseaba equivocarme con mis suposiciones de que mi mejor amigo estaba en peligro.

Las pocas personas que circulaban en la calle comenzaron a correr con prisa hacia sus casas al notar el aumento de gotas de agua cayendo desde el cielo. Aquello me alivió un poco, ya que ahora no era el único sujeto que corría por la acera como todo un demente. Al menos no parecería un loco o algo por el estilo, pero poco me importaba en ese momento.

Lo único que quería, era ver a Rubius.

Cuando comenzaron a escucharse los truenos profundos y prolongados desde el cielo, llegué finalmente al edificio en donde vivía mi amigo. Entré aparentando tranquilidad y saludando al de recepción rápidamente, el cual me conocía por Rubius.

Me dirigí levemente empapado hasta el ascensor más cercano.

La ansiedad crecía cada vez más y más mientras que esperaba luego de tocar el botón a que el ascensor llegara al piso en donde me encontraba. Era como si mis músculos me advirtieran mediante movimientos inquietos que cada segundo perdido era terriblemente significativo

Golpeé la pared con mi puño, emitiendo un gruñido de frustración por la lentitud del ascensor que aún no llegaba.  Sintiéndome demasiado desesperado abandoné la idea de esperarlo y comencé a correr hacia las escaleras, dispuesto a subir lo más rápido posible.

Prácticamente estaba saltando de tres en tres los largos y blancos escalones de mármol. Necesitaba verlo, lo necesitaba con urgencia. Jamás había experimentado algo parecido. Tenía el nombre de mi amigo atorado en mi garganta, listo para gritar cuando fuera necesario.

Finalmente llegué hasta su piso, y entonces corrí por el pasillo sintiéndome totalmente exhausto por la carrera, pero aquello no impidió que prácticamente golpeara con todo mi cuerpo la puerta del departamento de Rubius cuando la tuve frente a mí. Comencé a insistir con mi puño, dando toques seguidos y desesperados.

-¡Rubius!- llamé con el pulso latiéndome en las sienes.- ¡Rubius abre la puerta!- seguí gritando como un lunático.

Él me había dejado una llave de su departamento por cualquier emergencia hace unos meses, pero con el tema de mi mudanza y el desorden de cajas no sabía en dónde había quedado la jodida llave, por lo que había optado en salir corriendo directamente hasta aquí, confiando en que él me abriría la puerta.

Gilipollas, eres gilipollas Miguel.

-¡Rubius!- volví a exclamar ya completamente asustado, agarrando el pomo de la puerta en un intento por abrir a la fuerza de ser necesario.

Estuve a punto de llamar a gritos al recepcionista para que me diera alguna copia de la llave de su departamento, pero justo en ese momento, escuché un crujido suave resonando en la puerta desde el otro lado.

Me eché levemente hacia atrás de manera lenta, viendo de reojo cómo algunos vecinos habían asomado sus cabezas, preocupados y molestos por mis gritos, pero en ese momento no les presté atención.

Observé temblando cómo el pomo de la puerta se giraba lentamente y luego cómo esta se entreabría, dejando ver una cabeza con cabellos alborotados desde el otro lado.

-¿Mangel...?- murmuró frunciendo su ceño. Parecía haberlo despertado, porque sus ojos estaban pequeños y lagrimosos- Tío, ¿estás bien?- preguntó mirándome de arriba a abajo- Estás empapad...- pero antes de que pudiera terminar, yo ya me había lanzado a sus brazos, dándole un abrazo tan fuerte que le hizo toser.- Mangel... estás temblando..- susurró devolviéndome el abrazo con delicadeza.

Solté un largo suspiro tembloroso de puro alivio.

Nunca me había asustado tanto en mi puta vida.

¿Por qué cojones me había asustado tanto en primer lugar?

-¿Está todo bien?- escuché que preguntaba alguien a nuestras espaldas. Pero no me giré. Sólo hundí mi rostro en el hombro de Rubius, sintiéndome avergonzado.

-Sí, no se preocupe...- dijo el castaño jalándome hacia el interior del departamento con suavidad- Lo lamento de verdad...- se disculpó.

Y escuché la puerta cerrarse detrás de nosotros.

No abrí los ojos por un buen tiempo, sólo me quedé inmóvil, abrazando a Rubius casi con desesperación. El corazón aún me latía desenfrenado, como si me advirtiera que aún existía cierto peligro, pero no me importaba, porque lo tenía a él conmigo y eso... era más que suficiente.

Luces Fuera (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora