Las ropas que le había prestado le quedaban tan holgadas... demasiado sueltas y flojas alrededor de su cuerpo ahogado por ellas. Era extraño. Mis prendas siempre le habían quedado grandes a él... pero ahora la diferencia era tan abismal que la sensación de desconocimiento no cedía de mi pecho.
Nos habíamos sentado en la mesa, frente a frente, y yo no podía dejar de observarlo atentamente a pesar de que él tenía la mirada baja. Ya eran las cinco y medida de la mañana y la lluvia había menguado un poco. La luz había vuelto hacía unos cuantos minutos atrás, pero por alguna razón yo habría preferido apagar todo y dejar solo la luz suave de las velas, en lugar de la luminosidad artificial que ahora nos rodeaba intensamente, alumbrando todo a la perfección y exponiendo con crueldad cada uno de los rasgos de Rubius sin impedimento ante mis ojos esclarecidos por mis gafas.
Le había preparado un improvisado caldo de pollo que hice con las manos temblando, y me alegré mucho cuando lo aceptó y comenzó a comer con prisa, aunque más de prisa bebía el agua que yo le dejaba en un vaso frente a él. Al final terminé dejando el recipiente entero lleno de agua fresca para que él mismo se sirviera cuando quisiese. Tuve que detenerlo un par de veces para que se calmara porque en verdad temí que se ahogara si seguía tomando el agua de la manera en que lo hacía. Afortunadamente, ahora ya parecía haber calmado sus ansias iniciales. Iba por su segundo plato de caldo de pollo, y no había tocado el vaso con agua en un largo rato.
Yo no podía dejar de observar su rostro cabizbajo. Ya que se había dado un baño anteriormente, ahora podía notar con claridad los raspones que tenía su piel y que antes se confundían entre la suciedad difusa. El golpe mayor seguía intacto en la comisura de su labio, pero además de aquel hematoma, poseía en su piel diversas heridas con aspecto de rasguño. Eran pequeñas y pocas, pero estaban allí, y mis pupilas insistían en examinarlas con atención. Aunque tuviese el rostro bajo, yo podía ver todo sin ninguna clase de estorbo.
Me di cuenta de que él ya no tenía hambre al verlo jugar con el cubierto dentro de la sopa distraídamente y con la mirada perdida. Deseaba tanto saber qué era lo que pasaba por su mente ahora mismo... ¿estaría él tan nervioso como yo, tan confundido, ansioso e inquieto?
Tan perplejo.
-¿Estás enojado conmigo?- preguntó de repente en voz baja, sin levantar la mirada hacia mí.
Ya era la segunda vez que me lo preguntaba.
Pestañeé saliendo de mis pensamientos. No logré hablar de inmediato. Aún seguían dándome escalofríos cuando lo escuchaba hablar con voz gastada. Quise llevarme la mano al pecho para intentar apaciguar mi corazón desmesurado, pero no lo hice. Sólo respiré profundamente y volví a pestañear, ignorando también el dolor de estómago que comenzaba a crecer.
-No.
-Lo pareces...- susurró nuevamente.
-No estoy enojado.- gruñí inconscientemente, haciendo que él me mirara de manera breve para luego volver a bajar la mirada.
El silencio que se formaba entre nosotros reiteradas veces solo hacía que mi ansiedad aumentara.
-Gracias por la comida.- volvió a hablar al rato, dejando finalmente la cuchara a un costado del plato hondo.- La... la lluvia ya se ha calmado...
No contesté. Estaba concentrado en lo mal que sonaba su voz. No lo entendía. ¿Qué cojones había hecho para desgarrarse así las cuerdas vocales? Gritar; era lo primero que se me venía a la mente. Quise preguntar... en serio quise hacerlo. Pero las palabras se quedaban atascadas en mi garganta y se acumulaban dolorosamente. La presión aumentaba cada vez más.
Le temía tanto a la respuesta.
-Es mejor que... me vaya.- concluyó despacio. Le miré sin pestañear.
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Luces Fuera (Rubelangel)
FanfictionMi corazón golpeó con fuerza mi pecho y mi respiración se cortó repentinamente al escucharle decir aquello. Rubius sólo seguía observándome, suplicante, con lágrimas de desesperación en sus ojos. -Por favor...- susurró con voz quebrada- Tienes que c...