44. Tacto

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Hacían aproximadamente 30 minutos desde que Rubius había ingresado a aquel cuarto en donde lo revisaría un doctor. 30 minutos completamente aburridos y eternos.

Suspiré, observando con los párpados pesados el gran reloj digital que se veía en la pantalla de la televisión pegada a una de las paredes frente a mí. Los segundos parecían hacerse cada vez mas lentos cuando yo fijaba mi vista en la hora, así que decidí apartarla hacia mis rodillas flexionadas. Me encontraba sentado en una de las típicas sillas incómodas de plástico colocadas en hileras a lo largo de la sala de espera repleta de gente. Al parecer no habíamos sido los únicos con problemas la noche anterior en la que la tormenta imposibilitó la circulación de las ambulancias.

Suspiré nuevamente, cansado de esperar. Tenía un leve dolor de cabeza desde mi despertar en la mañana, y las quejas de la madre de Rubius a mi lado no ayudaban mucho que digamos. Ella parecía incluso más cansada y nerviosa que yo.

-No puedo creer que ese malcriado no me haya dejado entrar con él a la consulta. ¡Por dios, soy su madre!- seguía parloteando, totalmente indignada. La entendía en cierta forma; yo también había querido acompañar a Rubius mientras el doctor lo revisaba, pero el castaño se negó a ir en compañía, argumentando que ya estaba bastante "grandecito" como para tener que ir acompañado. Una excusa bastante estúpida a mi parecer, pero al final ni su madre ni yo pudimos convencerle, así que le dejamos ir sólo.

Claro que entendía a la mujer que no dejaba de quejarse a mi lado, pero en verdad necesitaba que hiciera silencio ahora mismo. Había mucho ruido en donde nos encontrábamos, y aquello ya era suficiente como para que yo sintiera las punzadas en mi cabeza haciéndose mucho más intensas e insoportables. No me gustaban comenzar a tomarme tan a la ligera estos dolores constantes, tal vez sería mejor que yo también me concentrara por un momento en mi propio bienestar, y no sólo en el de Rubius. Pero tal y como estaban las cosas... lo veía difícil.

Joder, Mangel. Sólo es un estúpido dolor pasajero de cabeza. Deja de dramatizar, me reprendí silenciosamente.

-Sé que ya no es un niño, pero aún así yo sigo siendo responsable de lo que le suceda. Quiero que el mismo doctor me diga qué es lo que le sucede a mi hijo. Tengo derecho a saberlo.- Sabía que la madre de Rubius continuaba quejándose a mi lado, pero realmente ya ni siquiera la escuchaba. Sólo me dedicaba a asentir levemente, mientras que mi cerebro ya se había desconectado por completo del hilo de la conversación.

Pestañeé con pesadez un segundo antes de que mi móvil comenzara a sonar inesperadamente dentro del bolsillo de mis pantalones. Lo alcancé con rapidez y lo sostuve entre mis manos sin molestarme en ver quién era la persona que me llamaba.

-Tengo que contestar.- le dije a la mujer rubia que seguía quejándose ahora del mal servicio hospitalario. En verdad parecía de mal humor esa mañana, y no era la única. El día había comenzado nublado y un tanto deprimente. Agradecí mentalmente a la persona que estuviese llamándome, ya que atender la llamada sería una perfecta escusa para salir unos minutos al exterior y tomar un poco de aire fresco.

-Contesta, Miguel. No me molesta.- respondió ella al ver cómo yo me ponía de pie.

-Iré a hacerlo afuera. Aquí hay mucho ruido.- expliqué desesperado por huir de aquel lugar lleno de enfermos. Los hospitales me incomodaban demasiado.

-Vale, pero no tardes. Rubén debe de estar a punto de salir.- aceptó dándome una pequeña sonrisa cansada. Le devolví el gesto facial y comencé a caminar a paso rápido lejos de allí, esquivando a las pocas personas que permanecían de pie por la falta de asientos.

En el camino hacia la salida decidí contestar la llamada antes de que se cortara.

-¿Diga?- murmuré, empujando la puerta de cristal que me separaba del jardín delantero del hospital, dejando que el intenso frío noruego me pusiera los vellos de punta. Inspiré el aire puro entrecerrando los ojos, aliviado de haber salido del tumulto de gente engripada.

Luces Fuera (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora