68. Mentiras

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Pasaron dos semanas desde la reaparición de Rubius, y sin embargo aún me costaba creerlo cada vez que me despertaba y lo miraba rendido a mi lado en la cama.

En realidad pocas veces me despertaba, ya que, en primer lugar, me costaba mucho el tan solo dormitarme. Constantemente estaba pendiente de Rubius, de si deseaba agua, de si tenía dolores al vomitar, de si le subía la fiebre, pesadillas, hambre, temblores, frío, todos, absolutamente todos mis sentidos estaban puestos en él, y por ello eran muy pocas las veces en las que conseguía cerrar mis ojos fatigados por completo.

A pesar de eso, no había nada más tranquilizante para mí que ver con mi propia visión su cuerpo sereno recostado a mi lado. 

Tampoco había nada más reconfortante que verlo despertar, ver sus párpados separarse y sus ojos mirarme fijamente de manera adormilada. A veces se quedaba un buen rato observándome, pestañeando con lentitud, como si le costara comprender que todo lo malo ya había pasado y que en verdad estaba a mi lado. Y realmente me resultaba curioso que a los dos nos pasara exactamente lo mismo.

"Está bien, todo está bien", le decía en voz baja cada vez que él parecía en verdad perdido, y sólo entonces se relajaba suspirando con cansancio para luego volver a cerrar los ojos y dejarse sostener completamente por el colchón. 

En estas dos semanas no lo había dejado ponerse de pie más que para ir al baño o ducharse, y en ambas situaciones me encargaba de ayudarle lo mejor que pudiera. También lo ayudaba a cambiarse, le prestaba mi ropa, aunque no mucha, ya que el clima no estaba tan frío y de todos modos él se la pasaba abrigado por mis sábanas y mantas. Le preparaba la comida buscando en internet constantemente cosas fáciles que cocinarle y que le ayudaran a recuperarse más rápido, rezando cada vez que acababa su plato, suplicando que no vomitara como de costumbre. Por suerte ya hacía unos cuatro días que no vomitaba nada, y además su tiempo de sueño se había reducido a ocho normales horas, cuando antes se la pasaba durmiendo todo el día. En verdad parecía estar recuperándose poco a poco, y yo agradecía una y otra vez en silencio al aire por ello. 

De todos modos, algunas cosas no parecían mejorar con el tiempo.

Por ejemplo; me di cuenta de que Rubius no soportaba mucho tiempo que yo lo abrazara. Tal vez podría considerarse algo tonto si se lo tomara a la ligera, pero me di cuenta que desgraciadamente no era para juego. Rubius en verdad tenía que hacer un esfuerzo por mantenerse quieto entre mis brazos, y me di cuenta de ello un día en el que ya no pudo más y me apartó temblando mientras dormíamos. Yo ni siquiera me había dado cuenta que lo tenía prácticamente aprisionado contra mí aquella noche. Fue justamente eso lo que hizo que Rubius se alterara. Cuando logré que se calmara finalmente me confesó en voz baja que le ponía nervioso sentir la imposibilidad de movimiento. Que no soportaba un abrazo tan firme, o que cerrara la puerta del baño. Incluso la puerta del cuarto. Me confesó que no le gustaba sentirse en medio de un espacio reducido, atrapado, ya que eso le recordaba sus días... bajo tierra.

Ese no fue el único síntoma que Rubius mostró a causa de su prolongado aislamiento. 

El déficit de atención del cual él siempre hablaba cuando era más joven, asegurando entre risas que no era tan grave, ahora parecía haberse manifestado con más fuerza. Yo no era un experto en medicina ni nada por el estilo, pero con internet siempre al alcance de mi mano me había encargado de investigar y al parecer algunas cosas que Rubius demostraba en su comportamiento coincidían con lo que yo leía por las noches eternas mientras él dormía a mi lado. 

No me había dado cuenta antes, pero parecía costarle trabajo encontrar las palabras adecuadas al hablar conmigo. Y cuando yo le hablaba también le costaba concentrarse en ciertas ocasiones. A veces lo pillaba viendo el techo o la ventana perdidamente, y cuando lo llamaba él me preguntaba por la hora a pesar de tener mi móvil a su lado en la pequeña mesa junto a la cama. A pesar de que yo le decía siempre que mi móvil estaba a su lado y que lo usara si lo necesitaba para lo que sea.

Luces Fuera (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora