No me percaté de que estaba jadeando histéricamente hasta que me detuve frente a aquella puerta de madera oscura. Tragué saliva, intentando calmar mi respiración agitada por al menos un segundo, y al no lograrlo decidí ignorar mi falta de aire para extender directamente mi mano sin pulso hasta el timbre de la casa. Presioné el pequeño botón de color blanco una vez, y luego esperé impaciente, sin moverme de la entrada, a que alguien me abriera desde el otro lado.
Después de unos minutos interminables escuché finalmente el sonido del crujido causado por la llave encajando en la cerradura. Pestañeé, retrocediendo unos pasos instintivamente cuando la puerta se abrió delante de mí, y entonces observé apenado la cara adormilada del padrino, el cual no tardó en pasear sus ojos pequeños de arriba a abajo por mi cuerpo encogido en temblores.
-Rubén, ¿estás bien? ¿Qué ha pasado?- preguntó de inmediato con su característica voz rasposa de siempre. No contesté, y sólo me limité a bajar la mirada hasta mis pies ocultos bajo mi calzado, adoloridos por tanto correr hacía tan sólo unos pocos minutos.
-Y-Yo...- intenté hablar, pero el nudo en mi garganta impidió que mis cuerdas vocales emitieran un sonido claro. Carraspeé, sin poder calmar aún mis exhalaciones atropelladas.
-Ven, pasa.- dijo, evitando exigir más explicaciones. Lo agradecí silenciosamente, y luego caminé con lentitud hasta el interior de la casa, siendo recibido por su mano comprensiva en mi hombro tenso.
Nos dirigimos hasta el salón silenciosamente, y cuando llegamos allí, el padrino volvió a pasar rápidamente su mirada por mi cuerpo cubierto con pocas ropas abrigadas. Sus cejas pobladas se fruncieron un poco al notar mi incapacidad de quedarme quieto, pero yo simplemente no podía evitarlo; mis articulaciones se estremecían cada dos putos segundos y disimular los temblores que me sacudían como gelatina se me estaba haciendo muy difícil.
-Te traeré un abrigo, ¿vale? Espera aquí.- murmuró él finalmente, dejando de examinar mi patético estado. Asentí aún con la cabeza baja, viendo como se alejaba por una de las puertas que conectaba al salón con las habitaciones.
Al quedar sólo me permití observarme un momento tal y como él había hecho anteriormente. Suspiré, escaneando mi arrugada vestimenta con resignación; al menos Héctor pensaría que mis temblores deberían de estar siendo causados por el frío aire del exterior nocturno. Aunque bueno.., yo sabía bien que mis temblores no se debían precisamente al frío. No a esa clase de frío.
Volví a pasear mi mirada cansada por los alrededores, tornándome más inquieto con el paso de los segundos; toda la casa estaba silenciosa, y aquello no me extrañaba. Eran como las cuatro de la mañana, por lo que todos deberían de estar durmiendo. Mordisqueé mi labio inferior, mirando de reojo el reloj ubicado sobre uno de los muebles del salón.
Me abracé a mí mismo al sentir una sutil pero estremecedora brisa helada en mi nuca desprotegida.
Molestas.
Van a molestarse contigo, pero no dirán nada.
Vete a la calle otra vez. Molestas apareciendo sin avisar.
Sólo los molestas.
-No.
Sí. Y lo sabes.
-Mentira.- susurré. Cerré mis párpados con fuerza, intentando evitar que mi mente creyese en sus palabras. Yo no molestaba; estaba en la casa de mi familia, no podía estar molestándoles. No a ellos.
Mira a la hora que se te ocurre aparecer.
Claro que molestas.
Estorbo.
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Luces Fuera (Rubelangel)
FanfictionMi corazón golpeó con fuerza mi pecho y mi respiración se cortó repentinamente al escucharle decir aquello. Rubius sólo seguía observándome, suplicante, con lágrimas de desesperación en sus ojos. -Por favor...- susurró con voz quebrada- Tienes que c...