20. Posibilidad

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-¿Miguel?- preguntó mirándome de arriba a abajo, como si no pudiera creer que yo estuviera en la puerta de su casa.

-Hola mamá.- sonreí tímidamente, sintiéndome un poco avergonzado por haber venido aquí sin siquiera preguntar. Aunque aquello no tenía sentido... después de todo, alguna vez esta también fue mi casa.

-¡Hijo, tanto tiempo!- sonrió ella avalanzándose hacia mí, dándome un fuerte abrazo apretado que me hizo formar una pequeña mueca de dolor al sentir una punzada en mi hombro y brazo. Y cómo no... ella se dio cuenta de ello. No podía ocultarle nada a esta mujer- ¿Pasa algo hijo?- preguntó separándose de mí lentamente, con una expresión de preocupación en su rostro.

-Nada, nada, sólo me he golpeado en el hombro hace unos días. Nada preocupante pero aún me duele un poco.- dije sin mentir del todo.

Mientras volvía a mi casa el día de ayer, luego de esa discusión con Rubius que me dejó medio decaído, comencé a sentir dolor en mi brazo, el cual había utilizado para voltear la puerta su habitación aquel día en el que se quedó encerrado sin razón aparente. En el momento no había sentido dolor, ya que estaba más preocupado por él que por mí, pero ahora sentía pequeñas y profundas punzadas en el hombro y parte de mi brazo, lo cual era bastante molesto. Soportable, pero molesto.

Aún así eso no me detuvo de tomarme un tren para visitar a mis padres aquí en Algarinejo. Me apetecía verlos al menos unas horas, y que tal vez pudieran aconsejarme o sólo hacerme compañía si yo no llegaba a atreverme a hablar.

-Ya...- suspiró ella volviendo a sonreírme con cariño, acompañando aquel gesto con una mirada que reflejaba nostalgia. Aquello logró que me sintiera algo culpable por no haber venido a visitarla. A visitarlos. Mi padre, mi madre y mi hermana vivían aquí, en Algarinejo. Pero yo había decidido independizarme hace un par de años.

Cuando me fui a vivir con Rubius...

-¿Miguel? ¿Seguro que estás bien?- aquel susurro logró sacarme de recuerdos que ahora mismo no deseaba rememorar. La miré a los ojos, aquellos ojos oscuros tan parecidos a los míos que eran capaces de ver la verdad en mí, y negué con la cabeza lentamente, bajando luego mi mirada hacia el suelo.

-No...- susurré sincero. No tenía sentido mentirle a ella. No quería mentirle.

-Ven.- ordenó al instante, tomándome la mano con suavidad y jalándome hacia mi antiguo hogar. Me dejé llevar por el salón luego de que ella cerrara la puerta tras mis espaldas. Me sentó como si fuera un niño en el sofá que tan bien conocía, y me quedé allí, mirando mis manos perdidamente.

Había sentido la necesidad de desahogarme por todo lo que me estaba pasando. Me sentía lleno de pensamientos y preguntas sin respuestas. Era demasiado para mi mente, y ahora sentía que había llegado a un límite en el cual necesitaba liberar mi frustración con alguien.

-¿Quieres tomar algo?- preguntó mi madre desde la cocina.

-Agua. Gracias.- murmuré, sacándome las gafas un momento. Las dejé sobre la mesita frente al sofá y me apoyé en el respaldo, relajándome.

-Tu padre y tu hermana han salido a comprar la comida para la cena. ¿Te quedarás a comer? Estoy muy feliz de que hayas venido hijo.- siguió hablando mientras que caminaba hacia mí, sentándose luego a mi lado y ofreciéndome un vaso con agua. Lo agarré y me acurruqué mejor en el sofá, sintiendo un poco de frío. Por suerte, la calidez del lugar disminuía un poco aquella sensación.

-¿Puedo quedarme por unas horas? No quisiera molestaros.

-No molestas para nada hijo. No seas ridículo. Ahora dime. ¿Qué es lo que sucede?

Luces Fuera (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora