-No, Mangel.
-Que sí, que sí, que sí.
-No, no, no. ¡NO! ¡BÁJAME!
-Vamos tío, si te encanta.
-Coñoooo, Mangel.
Reí sin prestarle atención y terminé de cargarlo entre mis brazos, sosteniéndolo con una mano en su espalda baja y otra bajo sus rodillas. El hijo de puta pesaba un huevo pero de cierta forma aquello me alegraba, ya que significaba que estaba sano y ya casi alcanzando su gordura habitual.
Sin prestar atención a sus quejidos de niñato avancé con él entre mis brazos hasta la casa de tamaño mediano que se mostraba frente a nosotros. Caminando por sobre el césped bajo mis pies que formaba el patio delantero, inspiré profundamente, sintiéndome feliz y entusiasmado.
Finalmente, luego de un mes entero buscando, habíamos encontrado la casa perfecta para nosotros. Se encontraba en las afueras de Madrid, pero no demasiado lejos, ya que Rubius continuaba visitando a su psicoterapeuta en la ciudad. Aún así, habíamos encontrado un espacio tranquilo más cerca de lo que creíamos, con amplias extensiones verdes y sólo algunos vecinos lejanos rodeando nuestra ahora nueva casa. El lugar era precioso, y Rubius y yo no tardamos casi nada en enamorarnos de la tranquilidad que irradiaba el ambiente. Y como si fuera poco había una gran playa artificial cercana a nosotros, a una media hora en coche, y que no solía ser muy concurrida.
Definitivamente era el lugar perfecto para un nuevo comienzo en nuestras vidas.
Ambos habíamos aportado de nuestros ahorros para comprar la propiedad, la cual no nos había costado tanto como creímos que lo haría. No era exactamente una casa digna de llamarse mansión. Ya que sólo viviríamos nosotros aquí, nos habíamos conformado con una cocina mediana, un salón amplio para relajarnos e invitar a nuestros amigos, un baño, tres habitaciones; una de juegos (donde seguramente Rubius pondría todo su set de grabación cuando volviera a Youtube), otra que aún no sabíamos qué finalidad podría tener (aunque era casi seguro que sería para mi uso personal), y por último la que sería nuestra habitación principal, la cual tenía un baño privado con una gran tina que secretamente quise incluir a toda costa, sólo por comodidad, claro.
También había insistido en imitar el estilo de los espejos de la antigua habitación de Rubius. Él accedió extrañado ante mi urgencia de colocarlos, y yo no tenía intención de revelarle el por qué de mis caprichos. Ya se daría cuenta por sí solo... algún día.
Volví a respirar profundamente el aire puro de este gran día en el que al fin la casa era nuestra oficialmente, gozando de la sensación reconfortante y fresca de tener un hogar nuevo junto a mi persona favorita. Definitivamente ya no podía pedir más que esto. Había llegado a un punto en mi vida en el que podía afirmar que era en verdad feliz, sin excepciones.
Bajé y ladeé mi mirada a Rubius, el cual seguía entre mis brazos pero se había quedado quieto repentinamente. Fue entonces cuando sonreí al ver que él miraba el cielo, dejándose sostener por mí en silencio y disfrutando de nuestro nuevo comienzo como yo lo hacía.
Todo irá bien ahora, fue lo único que pude pensar al verlo tan tranquilo y a gusto.
Aún no había llegado la mudanza con nuestros muebles, por lo que al entrar a la casa sólo pudimos ver los espacios vacíos con algunas cajas que nos habíamos traído hace unos días atrás en el coche de Rubius. También habíamos traído a nuestros gatos, los cuales se acercaron al vernos ingresar al lugar. Johnny y Raspberry parecían llevarse bien, por lo que estábamos seguros de que no habría inconvenientes entre ellos.
-Raspyyy...- se alegró Rubius al verla. Decidí bajarlo para que pudiera acariciarla y él abandonó mis brazos soltando quejidos como si fuera un anciano adolorido, haciéndome reír. Luego se inclinó hacia su gata, la cual aceptó la caricia que le brindó en su cabecita y tras sus orejas, ronroneando relajada.
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Luces Fuera (Rubelangel)
FanfictionMi corazón golpeó con fuerza mi pecho y mi respiración se cortó repentinamente al escucharle decir aquello. Rubius sólo seguía observándome, suplicante, con lágrimas de desesperación en sus ojos. -Por favor...- susurró con voz quebrada- Tienes que c...