42. Tormenta y Calma

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-Perdóname Mangel...

-Ya te dije que no hay problema, Rubius. Lo intentaremos cuando estemos en Madrid.- expliqué resignado, caminando a su lado de regreso a la casa. Hacía unos minutos que habíamos ido a la iglesia en un nuevo intento por explicarle a un sacerdote lo que estaba ocurriendo, pero como había sucedido anteriormente, Rubius se negó a entrar al lugar en el último momento y ni siquiera mis palabras de ánimo lograron hacerle cambiar de opinión. Realmente llegué a pensar que esta vez sería diferente, ya que Rubius había terminado aceptando ir conmigo con actitud positiva. Pero al llegar a la puerta de la iglesia, simplemente toda la determinación que poseía se esfumó como vapor, y se negó a entrar, diciendo que se sentía mal y que realmente deseaba volver a la casa para recostarse un rato.

No me negué, ya que en verdad se le veía algo pálido y descompuesto. En realidad se veía cansado desde que habíamos jugado con los niños en la nieve, pero luego de ir a la iglesia en verdad pareció perder el color de su rostro. Ahora caminábamos uno al lado del otro lentamente, de regreso a la calidez de la casa en donde la madre de Rubius seguramente nos esperaba con el almuerzo ya listo y servido en la mesa.

Mientras caminábamos no podía evitar mirar de vez en cuando al castaño a mi lado; se le veía tan decepcionado de sí mismo que me daban ganas de abrazarlo y de susurrarle miles de veces que no se preocupara, que cuando llegáramos a Madrid lo intentaríamos de nuevo en otra iglesia, y que tendríamos éxito, y que todo se solucionaría rápidamente, y que volveríamos a dormir en paz por las noches, cualquier cosa serviría con tal de verle animado.

Quería decirle que todo estaría bien... y estar completamente seguro de ello.

Pero no quería mentirle más, así que me quedé callado.

-Soy gilipollas, en verdad no sé qué me sucede, Mangel yo...

-Para ya.- le interrumpí sin mirarle. Debía admitir que comenzaban a irritarme sus disculpas sin sentido.- Te he dicho que no hay problema. No estoy enojado, ¿vale?

-Vale.- suspiró en voz baja y desanimada. Suspiré yo también, sintiéndome algo mal por haberle hablado de forma cortante. No tenía ánimos de verle de esa manera decaída, así que, intentando dejar mi mente en blanco y eliminar la absurda vergüenza, rocé mi mano con la suya de manera intencional, las cuales estaban una al lado de la otra mientras caminábamos con lentitud.

Debía admitirlo; me había encantado tener su mano junto a la mía en aquel agarre cariñoso que nos habíamos dado cuando estábamos sentados en la banca. Quería que eso se repitiera, por más vergüenza o corte que me diera admitirlo y realizarlo. Tocarle me daba una extraña sensación de pertenencia y confianza. Era una forma de saber que estaba conmigo realmente, una forma de saber que estaba bien y a mi lado.

Él pareció no percatarse de mi leve contacto, en verdad se encontraba profundamente ensimismado y perdido en sus pensamientos internos, así que, pegándome un poco más a él, terminé por atrapar su mano con la mía rápida y firmemente. Y esta vez él sí se sorprendió, ya que elevó su rostro antes cabizbajo hacia el mío con agilidad, dejándome ver de reojo sus claros ojos bien abiertos y sobresaltados. Pero a pesar de eso no le devolví la mirada, intentando aparentar que esto era totalmente normal para mí, o bueno... para nosotros. Así debería ser ahora, ¿no? Después de todo... podría decirse que actualmente teníamos algo. El problema era que yo no sabía cómo llamarle a ese algo. No éramos novios o algo por el estilo... ¿debería pedírselo? No, no... aquello sería demasiado raro y vergonzoso. ¿Apresurado, tal vez? ¡Joder! Apenas nos habíamos "confesado" ayer y yo ya pensaba en gilipolleces innecesarias de adolescentes. Todo era mucho más fácil con las chicas pero... mierda, era Rubius al que sostenía con mi mano ahora. Era él a quien tenía cogido de la mano... era Rubén a quien yo sentía devolviéndome el apretón lentamente. Eran sus dedos los que se estaban entrelazando con los míos ahora mismo. Era él... y tal vez siempre había sido él. ¿Porque no lo había visto antes? ¿Por qué había sido necesario llegar a un situación de... peligro para que yo finalmente me percatara de lo obvio? Era frustrante si lo pensaba con detenimiento... realmente frustrante.

Luces Fuera (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora