61. Inseguridades

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Tomé una gran bocanada de aire, intentando que mi corazón se calmara y que mi respiración se regulara de una buena vez, pero no funcionó. Aún así comencé a ponerme de pie lo más rápido que se me hizo posible, siendo consciente de que ahora no podía darme el lujo de quedarme sentado en el suelo como gilipollas mientras que Rubius estaba mal y rendido en el sillón. Tenía que ayudarlo. Tenía que ayudarlo pero ya. 

Agarrándome del apoyabrazos del sofá llegué hasta su cuerpo a pesar de mi mareo por la impresión de los hechos y, tratando de no pisar la suciedad derramada en el suelo, sostuve su rostro pálido y frágil entre mis manos para observarle y examinarlo mejor.

-Llamaré una ambulancia.- le dije aunque él tuviera los párpados cerrados. Más bien me lo dije a mí mismo, intentando enfocarme. Lo solté despacio y me di la vuelta para buscar mi móvil, pero justo en ese instante sentí un apretón en mi brazo, un apretón que fue lo suficientemente notorio como para detenerme. Cuando volteé descubrí que Rubius había abierto los ojos un poco. Separó los labios levemente, tomando aire. Quería decirme algo, lo supe por los pequeños movimientos de su mandíbula temblorosa, igual de temblorosa que su mano sujeta a mi brazo. Pestañeaba demasiado, irregularmente, como si le costara mantener los párpados separados.

-Mangel...

-Llamaré a una ambulancia.- repetí.

-No... Mangel... no...- Tragué saliva, angustiado por lo rota y desgastada que sonaba su voz. Estaba tan afónico que hasta dolía escucharle. Comencé a pensar que de alguna forma había forzado de más sus cuerdas vocales. Sacudí la cabeza, no queriendo pensar más en eso.

-Tengo que llamar. Tranquilo, pronto estarás bien.- Me aproximé a él otra vez para hacer que se recostara por completo, ya que se había enderezado un poco al intentar detenerme.

-No...- suplicó negando con la cabeza.- No llames o... todo esto no... no se...

-No te entiendo, joder. Por favor, déjame pedir ayuda. Tengo que...- Tengo que llamar una ambulancia. Un doctor. Tengo que pedir ayuda. Informar que apareció. Informar que Rubius está aquí conmigo. Tengo que avisarle a todos. Tengo que decirle a su madre.- Tengo que...- tartamudeé. Tenía tantas cosas desordenadas rondando en mi mente que me era imposible concentrarme.

-Mangel...- Negó otra vez, apretando su agarre en mi brazo. Sin prestarle atención lo empujé suavemente de los hombros para que volviera a apoyar su espalda en el sofá por completo, y como resultado recibí una queja baja de su parte.- Mangel... agua, Mangel.

-Llamaré una ambulancia y luego te traeré agua. Será rápido, lo prometo.

-Escúchame, por favor...- Me detuvo una vez más, agarrándome el brazo con fuerza débil.- No llames... no llames a nadie...

-¿Qué?- pregunté incrédulo.

-Confía. Por favor, confía en mí. No llames a nadie.

-No puedo quedarme sin hacer nada.- dije firme.

-Por favor. Te lo ruego. Por favor.- Abrí los ojos impresionado cuando, logrando al fin dejar de pestañear forzosamente, enfocó su mirada desesperada en la mía de manera fija. Fue la primera vez que me miró directamente desde que había aparecido por la puerta. Y quedé impresionado, porque sus ojos, el color de sus iris, ahora lucía muchísimo más oscuro de lo que yo recordaba. Era casi negro. Un color marrón muy oscuro que me estremeció el pecho y me puso la piel de gallina. No parecían sus ojos.

-¿Qué te ha pasado...?- murmuré asustado, sin poder quitarle la mirada de encima. Me senté a su lado, más bien dejándome caer por la impresión.

-Confía en mí.- suplicó nuevamente.

Luces Fuera (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora