76. Juegos

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Afortunadamente Rubius estuvo en la puerta de mi departamento antes de lo que yo esperaba. Suspiré aliviado al verlo, ya que la verdad mi mente había estado maquinando muchos escenarios posibles en los que él no regresaba conmigo, no pronto al menos. Últimamente, siempre que me separaba de él, tenía la paranoica sensación de que lo perdería. De que pasaría mucho tiempo antes de volver a verle. Pero no había sido así, por suerte ahora lo tenía parado frente a mí, mirándome con sus ojos tranquilos y una pequeña sonrisa de lado que marcaba muy levemente un hoyuelo en su mejilla derecha.

-Compré pizza y cervezas.- habló en cuanto conectamos miradas, enseñándome sus manos ocupadas.

-Ese es mi chico.- sonreí satisfecho.

-¿Tu chico?- rió con voz sorprendida, pasando luego a mi lado mientras negaba con su cabeza.

-Es lo que eres, ¿no?- le seguí sonriente, adelantando luego mi paso para poder rodear su cintura delgada con mis brazos desde atrás. Cuando apoyé mi mentón en su hombro se detuvo. Pareció no esperar mi movimiento, ya que su sonrisa tembló al voltear su cabeza para mirarme. Sonreí aún más al verle pestañear dos veces con rapidez.

-Mangel... ¿eres posesivo, tío?- susurró como si fuera un secreto.

-No sé, macho, tú dime.- Antes de que pudiera responderme me acerqué y le robé un beso breve en los labios que lo dejó con los ojos abiertos como los de esos personajes de anime que tanto le gustaba ver. Me carcajeé por su expresión, soltándolo para luego pasar mi mano por sus cabellos a modo de caricia. Después le quité las bolsas de las manos y seguí caminando hacia la cocina, dejando su paralizada figura detrás.

Esto me gustaba. Sentía que ahora al ser su pareja tenía el derecho de hacer cosas que antes sólo podía imaginar o soñar en rincones muy escondidos de mi cabeza.

Ahora... poder ser la mejor versión de mí mismo con él no tenía comparación.

No tardamos casi nada en echarnos al sofá con la pizza y las cervezas acompañándonos, como tantas veces habíamos hecho en el pasado. Mi querido Johnny también decidió unirse, recostándose sobre mis pies descalzos subidos a la superficie del sofá. Comencé a hacerle cariños al mismo tiempo en el que sentí a Rubius acomodándose del otro lado para quedar más cerca de mí, y cuando al fin lo tuve recostado, apoyándose en mí casi por completo, fue cuando comencé a buscar alguna película en Netflix que nos entretuviera un rato.

Fue la primera vez que no me cabreé por no encontrar nada en la mierda que era Netflix, porque joder... tenía a Rubius platicándome amenamente, apoyado en mi costado con una naturalidad que madre mía... y también tenía a mi buen Johnny calentando mis pies con su calidez gatuna del otro lado. ¿Qué más podía pedir? En este momento me sentía como si hubiera ganado la puta lotería.

Realmente valoraba momentos así, me encantaban pero... tampoco podía hacer la vista gorda y fingir que todo estaba bien. Ojalá pudiera hacerlo.

Que va... no todo podía ser perfecto. Aunque lo pareciera, no era así. Yo sabía bien que lo que había sucedido esta tarde no había sido olvidado. Rubius actuaba como si estuviera bien y relajado, pero en el fondo yo sabía que las palabras de aquel sujeto en el parque le habían afectado. Cualquier cosa que se relacionara a su canal de youtube terminaba rayándole un buen rato, y no se sentía tranquilo hasta solucionarlo. Noches y noches de insomnio terminaban causándole horribles ojeras y una palidez de cansancio en su rostro. Siempre había sido así, desde que más y más gente lo veía y seguía, por más estúpida y vana que fuera la crítica, a Rubius terminaba atacándolo la inseguridad.

Pues vale... ahora tenía más razones para preocuparse, y yo lo entendía.

-Me duele la cabeza.- se quejó repentinamente cuando la película que veíamos (la cual el nombre ni siquiera vale la pena mencionar) ya llevaba cuarenta minutos y la pizza se había acabado.

Luces Fuera (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora