Tragué saliva mientras que veía cómo aquel sujeto mayor de edad con una pequeña barba negra abrazaba al sonriente castaño.
Dirigí disimuladamente mi mano hacia el bolsillo de mi amplio abrigo, y saqué mi móvil con pulso tembloroso.
No podia ser, ¿verdad? No podía ser tan gilipollas...
Encendí el móvil, y observé la fecha debajo de los números que indicaban la hora.
"13 de Febrero"
Madre mía...
Me quedé viendo la pantalla con los ojos abiertos como platos, sin poder creerme que fuera tan jodidamente despistado y estúpido. ¿13 ya? ¿Tan pronto? ¿Pero en qué puto momento se había pasado el mes de Enero? Había tenido tantas gilipolleces metidas en la cabeza que ni siquiera me había acordado del cumpleaños de mi mejor amigo.
Levanté mi mirada nuevamente hacia Rubius, sintiendo mi estómago revolviéndose lleno culpa. Él no había mencionado nada de su propio cumpleaños. Cuando sacamos los pasajes de avión yo ni siquiera me percaté de que el viaje sería un día antes de su "día especial". ¿Y si él pensó que yo lo había hecho a propósito para que se reencontrara con su familia justamente hoy? Joder... soy el peor amigo de mundo. ¿Y ahora qué debía hacer? ¿Fingir indiferencia y comprarle un regalo a escondidas? ¿¡Pero en qué momento?! Seguramente hoy me retendrían el día entero aquí sin dejarme escapar. Además no tenía idea de a dónde ir a comprar algo. ¡Estábamos en medio de la nada! ¡En un lugar en dónde las personas hablaban en otro idioma! ¡Puta vida!
-Miguel, ¿vienes? Aquí empieza a hacer mucho frío.- una vez más la voz de la madre de Rubius me sacó de mis pensamientos. Asentí sonriéndole lo mejor que pude y comencé a caminar sobre la nieve a su lado, mientras que veía cómo todos entraban en la casa hablando con Rubius... seguramente de cosas relacionadas a su cumpleaños.
Pateé un poco de nieve, frustrado.
La casa se veía bastante acojedora. Un agradable aroma a comida caliente se coló por mis fosas nasales cuando atravesé la entrada, y aquello logró relajarme de alguna manera, llenando mi cuerpo congelado poco a poco de calidez. El ambiente era totalmente familiar. Los pequeños primitos de Rubius corrían de un lado a otro sobre el piso de madera oscura mientras que los adultos comenzaban a acomodarse en la mesa de la sala principal. Joder, parecía que ya estaban listos para comer a pesar de que era bastante temprano.
Fue cuando recordé que aquí el sol se escondía en plena tarde, y entonces comprendí de alguna manera el apuro por sentarse a almorzar.
Afortunadamente, observé cómo Rubius caminaba hacia mí con su maleta en mano. Ya pensaba yo que me quedaría aquí parado como subnormal sin saber qué hacer. Sí... la incomodidad había vuelto.
-Vamos a dejar las cosas a mi habitación.- me dijo cuando pasó frente a mí. Asentí, sin verme capaz de hablarle por la vergüenza que sentía al haberme olividado de su cumpleaños.
Mientras subíamos las escaleras hasta su cuarto, escuché el móvil de Rubius comenzando a sonar. Observé cómo él lo sacaba de su bolsillo, y luego una sonrisa ladeada se formó en sus labios mientras que lo llevaba a su oreja con entusiasmo.
-Heey- saludó luego de atender la llamada. Se quedó unos segundos en silencio, mientras que la sonrisa en su rostro no hacía más que crecer. Y aquello me hacía sonreír a mí también de manera inconsciente. Verlo feliz después de todo lo que habíamos pasado era... gratificante.- Sois unos parguelas- rió sin dejar de subir las escaleras, yo escuchaba atentamente detrás de él.- Sí, sí. Hemos llegado ya.... sí... hace un frío de cojones como siempre. Ya... vale, vale. Pues muchas gracias por llamar, Alex. ¡Que sí! ¡Gracias a todos por haberme cantado en la oreja! ¿Felices? Vaaaale no sólo a Alex.... sí... también a ti Cheeto. Y a Staxx, y a Luzu, y al bueno de Willy y sobretodo a Vegettita. ¡Qué sí! Guárdame un pedazo de pastel para cuando vuelva Cheeto cabrón. Os quiero... guapos...- rió una vez más, y luego cortó la llamada negando divertido.- Te envían saludos- dijo luego mirándome de reojo.
-Gracias...- contesté susurrando, sintiendo la cara caliente. Todos le habían saludado ya, joder. Yo era el único gilipollas que no le había felicitado.- Eh... fe... feliz cumpleaños...- murmuré patéticamente con la mirada clavada en el suelo.
-Así que al fin te acordaste...- suspiró riendo para sí mismo en un tono bajo.
-Lo siento, soy gilipollas, tío.
Él no contestó. Sólo me brindó una última sonrisa divertida mientras que llegábamos al segundo piso de la casa. Ya que había muchos invitados yo tendría que dormir con él en la misma habitación, lo cual me aliviaba un poco porque estaba seguro de que me sentiría incómodo e inquieto durmiendo sólo en una casa ajena.
-Bienvendio a mi humilde morada.- dijo mientras abría una de las puertas del largo pasillo en donde ahora nos encontrábamos. Reí por la presentación y luego entré al lugar con mi maleta, mirando todo de manera curiosa.
-Así que aquí es donde el pequeño Rubius noruego se divertía por las noches.- dije mirando la cantidad de videojuegos antiguos que tenía apilados en un mueble de madera blanca.
-Sí...- suspiró él mirando todo con nostalgia- Aquí fue donde jugué por horas a solas con mi consola y mi computadora, con mis juguetes de pokemon, las series de anime... mi primera paja... ah... good times.- bromeó sacándome una carcajada baja.
-Guarro.- afirmé sentándome en la cama individual que se encontraba pegada a una de las cuatro paredes.
-También...- agregó ignorando mi comentario. Caminó hacia la computadora y pasó su mano por la pantalla, quitando un poco de polvo- También solía hablar contigo por aquí, ¿recuerdas? Cuando jugábamos a la demo del Halo...- recordó en voz alta.
Le sonreí cuando sus ojos se encontraron con los míos.
-Claro que sí... y también hablábamos por Skype. Aquellos sí que eran buenos tiempos.
-¿Qué te parece si más tarde jugamos una partida? Sólo por... los viejos tiempos.- propuso con alegría en su voz.
-Vale, será divertido.
Nos quedamos mirando con amplias sonrisas en nuestros rostros, él apoyado en el mueble que sostenía el ordenador y yo sentado en la cama. Y a medida que mi corazón se aceleraba al ver sus ojos ahora castaños brillando baja la tenue luz de la mañana en Noruega, me regañé a mí mismo por permitir que el agradable cosquilleo en mi pecho se hiciera presente libremente.
Ya lo había decidido en el avión, no dejaría que estas sensaciones llegaran a más. No estaba bien.
-En serio lamento...- comencé a decir para romper el hielo.- ...haberme olvidado de tu cumpleaños.
-Ya olvídalo Mangel. Creo que has hecho suficientes cosas por mí todo este tiempo. No necesito un regalo material de tu parte.- sentí mis mejillas algo calientes al escucharle decir aquellas cosas. Joder... ¿cómo podía ser tan guarro en un momento y luego verse tan mono con esas palabras dulces saliendo de sus labios?
-Vale, pero aún así debo hacerte un regalo.- lo pensé un momento, hasta que una rápida idea cruzó mi mente- ¡Ya sé! Te invitaré a cenar.- dije convencido y orgulloso de mi decisión.
-¿Una cena? Osea que... ¿sería como una cita?- insinuó sonriendo con picardía.
-No. Será sólo una inocente y limpia cena de amigos.- establecí riendo algo nervioso. ¿Cómo le era tan fácil bromear sobre cosas así siendo que hace unas semanas nos habíamos bes...?
No. No pienses en eso, Mangel. No pienses en eso, Mangel.
-Qué aburrido.- bufó sentándose a mi lado en la cama.- Pero está bien... aceptaré tu invitación Mangel.
-¡Vale! Pero tú deberás buscar el restaurante y la reservación, porque yo no tengo idea de cómo hacer todo eso hablando en Noruego.
Y sólo eso bastó para que estallara en carcajadas a mi lado. Me uní a él, contagiado como siempre por su risa.
-¿Sabes?- dijo dejando salir las últimas y pequeñas risas restantes- Creo que... unas cervezas y pizza bastarán.
Sonreí; me había leído la mente.
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Luces Fuera (Rubelangel)
FanficMi corazón golpeó con fuerza mi pecho y mi respiración se cortó repentinamente al escucharle decir aquello. Rubius sólo seguía observándome, suplicante, con lágrimas de desesperación en sus ojos. -Por favor...- susurró con voz quebrada- Tienes que c...