67. Llorar hasta Reír

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-No me trajiste el cepillo de dientes... ni la pasta dental...- Fue lo primero que dijo Rubius al entreabrir los ojos, sorprendiéndome aunque ya hacía un buen rato que yo le observaba atentamente. Me había recostado a su lado ignorando el sueño que tenía solo para verlo dormir. Sonreí de lado al notar que su voz ya no sonaba tan rasposa como antes. Ahora un pequeño atisbo de sonido se colaba entre su ronquera.

-Traje agua.- intenté justificar mi flojera, y es que la lluvia de anoche había hecho que la temperatura bajara a tal punto de hacerme querer tirarme en la cama para hacer el vago y tener como actividad única posar mi ojos en Rubius por el resto del día. 

-¿Qué hora es...?- preguntó mirando a su alrededor sin pestañear, desorientado.

-Las 11 de la mañana. ¿Tienes hambre?

-No, no... sólo tengo sed.- De inmediato me giré para alcanzar el vaso con agua que había dejado en la mesita al lado de la cama. Él se incorporó lentamente, cogiendo después el vaso que le ofrecí.- Gracias.

-Por nada.- Sonreí otra vez, levantándome de la cama dispuesto a ir por el cepillo y la pasta dental.

No me tardé nada. Cuando volví me sorprendí al ver que el vaso anteriormente lleno ahora estaba completamente vacío entre las manos de Rubius. Él me observó atentamente mientras me acercaba.

-Escuché que... alguien tocó la puerta...- murmuró cuando me hube sentado a su lado nuevamente.

Asentí sorprendido.

-Pensé que dormías.- admití.

-Lo hacía pero... aún así logré escuchar la puerta.

Suspiré rendido.

-Era Alexby.- expliqué sincero, haciendo que él agrandara sus ojos.

-¿L-Le... le has dicho...?

-No, tranquilo.- Miré su expresión de alivio con curiosidad.- ¿Vas a decirme por qué nadie más que yo debe saber que estás aquí?

-Fue una de las condiciones que ella impuso cuando me dejó venir aquí. Sólo me permitió que tú me vieras por ahora... aunque siempre decía que tu me odiabas y no querrías verme. En fin... ya te he e-explicado todo ese asunto.- Vi cómo apretaba un poco sus manos en torno al vaso de vidrio- Mangel... ¿podrías... traerme más agua?

-Claro.- Le quité el vaso de las manos fingiendo que no había notado el tono culposo y avergonzado de su voz y salí disparado a la cocina para volver lo antes posible. Cuando lo hice, él ya tenía el cepillo de dientes en la boca.

Me senté a su lado una vez más, viéndolo cepillarse sin mucha energía. Sus movimientos aún se notaban bastante aletargados y fatigados, pero al menos se lo veía mejor que cuando había entrado por la puerta de mi casa.

Le aproximé el balde limpio en donde antes había vomitado, y luego de haberse enjuagado con el agua que le traje y escupir los restos de pasta dentro del mismo, me encargué de buscarle más agua. Agua que él agradeció. Se cepilló los dientes una vez más, por lo que no tardé en ir a por más agua cuando hubo terminado definitivamente.

-No tienes idea de lo reconfortante que se siente tener la boca limpia.- susurró sonriendo con los labios apretados. Sentí mi pecho apretarse.

-Cualquier cosa que quieras o necesites... dímela sin vergüenza, ¿vale?- pedí mirándole fijamente para que así entendiera que iba en serio.

Sonrió hacia mí, asintiendo.

Exhalé.

-Tú no tienes idea de lo reconfortante que es para mí tenerte sentado en mi cama ahora mismo.- confesé sin titubear, mirándole aún a los ojos. 

Luces Fuera (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora