21. Hecho

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Unas horas después de haber hablado con mi madre en el salón de mi antiguo hogar, mi padre y mi hermanita llegaron a la casa, llenos de bolsas en mano con ingredientes para la cena. Sus rostros al verme fueron de sorpresa total, y volví a sentirme culpable por no visitarlos tan a menudo. Tal y como lo esperaba, me asfixiaron con abrazos cariñosos y preguntas, preguntas que yo respondí intentando no meter a Rubius en el tema. Ya lo había hablado con mi madre, así que no veía necesario preocupar a mi padre también. Sólo le dije que mi amigo estaba planeando irse a Noruega por un tiempo, y que yo había sido invitado. Invitación que había rechazado.

Pero que tal vez estaba reconsiderando.

Seguimos hablando mientras que ayudaba un poco en la cocina, picando cebollas y alcanzando condimentos a mi padre. Y así, lentamente los temas comenzaron a transformarse, llegando a un punto en el cual Rubius ya no formaba parte de nuestros diálogos. Agradecí aquello mentalmente, ya que no deseaba seguir pensando en Rubius ni en el hecho de que se iría mañana por la noche.

La cena transcurrió lenta y calmada, y fui yo el que habló la mayoría del tiempo, contando un poco sobre cómo me estaba yendo en la vida. Mis padres me interrogaron hasta sobre qué desayunaba y cuántas horas dormía a diario, cosa que me hacía blanquear los ojos varias veces mientras que mi hermana reía por mi mal humor. Y es que de verdad me cabreaba que a veces fueran tan entrometidos, pero aún así, mi cariño hacia ellos permanecía como siempre.

Decidí quedarme a dormir en la casa esa noche, ya que se había hecho bastante tarde y mi padre aseguró que llovería dentro de unas horas. No me opuse, la verdad era que no tenía ganas de volver a mi departamento a estas horas, por lo que luego de terminar de cenar y de despedirme de mi familia, me dirigí con total confianza a mi antigua habitación, aquella que permanecía exactamente igual a como yo la dejaba cada vez que venía de visita.

Me sentí más cómodo y libre cuando me encerré en el cuarto.

Suspiré totalmente aliviado y también algo cansado. Había sido un día largo, pero no estaba cansado de una manera negativa, porque la verdad era que el día había sido bastante productivo.

Comencé a desvestirme y me coloqué un viejo pijama que guardaba en el armario frente a mi cama, el cual me hizo entrar en calor. La temperatura descendía mucho más por las noches en Algarinejo.

No tardé en meterme a la cama luego de apagar la luz, dejando que las luces del exterior que se reflejaban por la ventana iluminaran levemente parte de la habitación.

Me acurruqué entre las sábanas luego de sacarme los lentes y dejarlos junto a mi móvil en la mesita de luz, y me tapé hasta el cuello con las mantas de polar, sintiendo una agradable sensación de relajación que fue incrementada al comenzar a escuchar algunas gotas de lluvia cayendo desde el exterior. El ambiente era perfecto para un par de horas de sueño.

Antes de que pudiera darme cuenta, mis párpados ya se habían entrecerrado, y mis pupilas miraban perdidamente la ventana que reflejaba la lluvia suave.

Suspiré, sin emitir sonido.

Pensé en él. Pensé en si ya habría hecho sus maletas, y en si estaría bien estando sólo es su departamento. Pensé en la posibilidad de ir con él a Noruega, pensé en las consecuencias. Pensé en si realmente las había. Pensé en sus ojos decepcionados. Pensé en si estaba haciendo lo correcto al dejarlo ir por su cuenta, y pensé en todo lo que había estado pasando los últimos meses.

"Estás enamorado de Rubén"

Pensé en aquella afirmación de mi madre, y sentí un pequeño temblor en mis piernas calentitas bajo las sábanas. No quería pensar en sus palabras, no quería creer que tuviera razón porque sería verdaderamente acojonante y raro. Claro que le tenía cariño a ese gilipollas, y mucho. Pero... ¿enamorado? Lo veía muy poco posible. ¿Era posible? Sí, sí lo era pero simplemente no era esa la situación. Yo no estaba enamorado de Rubén. Definitivamente, no.

Luces Fuera (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora