63. Ansias

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-Rodea mi cuello con tus brazos...- le dije en voz baja. Obedeció y levantó sus brazos delgados despacio para luego rodearme de la misma manera. Cuando sentí que se había sujetado bien hice un movimiento rápido y logré cargarlo con mis brazos, haciendo que sus pies se elevaran del suelo. A pesar de que yo también estaba cansado y sentía mi cuerpo adolorido, apenas percibí el peso de su anatomía ahora completamente sostenida por la mía. Intentando ignorar eso, comencé a caminar por el departamento aséptico con su cuerpo sujetado de manera firme contra el mío. 

Entré en mi cuarto sin encender la luz y luego de aproximarme a la cama lo recosté con lentitud sobre el colchón cubierto de sábanas, inclinándome con él, y notando que sus párpados habían caído por completo. No parecía tener la intención de volver a abrirlos por ahora. Lo solté un momento para enfocarme en sacarle el calzado que le había prestado, descubriendo así sus pies abrigados también por unos calcetines de mi propiedad. Luego, como pude, lo sumergí bajo las sábanas y lo arropé con movimientos lentos, mirando atentamente su rostro oscurecido por el ambiente sin luz. Sólo las luces de afuera de la habitación y que llegaban de manera tenue hasta nosotros me permitían verlo. 

Ya no deseaba pensar más en lo mal que se veía su piel. No quería pensar en su rostro lastimado ni en su expresión facial rendida. No quería porque todo en él ahora mismo me hacía sentir un dolor extraño que se intensificaba en mi pecho a cada latido. Estaba seguro de que era angustia, pero nunca lo había sentido así. Había muchos sentimientos más mezclados allí que juntos formaban una incomodidad demasiado grande como para ignorarla con solo respirar hondo un par de veces. No quería pensar que todo esto me estaba superando y que era demasiado para mí solo, pero me era difícil parar mis pensamientos. Muy difícil.

Me senté en la cama, a su lado, sin sacarle la mirada de encima. Permití que mis dedos se acercaran para hacer contacto con su cabello un momento. Ahora sus mechones se sentían más suaves que antes debido al baño que le había ayudado a darse anteriormente, pero aún así los percibía diferentes. Su cabello había cambiado al igual que su cuerpo. No sabría explicar de qué manera exactamente. Sólo lo sentía diferente cuando me rozaba la yema de los dedos.

Fue en ese momento en el que él entreabrió los párpados al sentir mi tacto y posó sus orbes oscuros y vidriosos en los míos, dejándome sin aliento. No aparté la mirada ni mi mano, y seguí observándolo, intentando que mediante mi mirada comprendiera todo lo que me estaba pasando por la cabeza. Todo lo que estaba sintiendo. Aquello que ni siquiera yo comprendía. 

Intenté también comprender lo que le sucedía a él, lo que le había sucedido, pero sólo lograba angustiarme más al notar su débiles ojos desconocidos puestos en los míos como si fueran algo difícil de ver.

-Por favor...- susurró, articulando cada palabra con lentitud.- No me mires así...

Fruncí el ceño, sin fuerza y casi de manera instantánea.

-¿Cómo...?

-Como si no me conocieras.

Me quedé quieto, pero luego de un segundo desvié la mirada hacia cualquier otro lugar que no fueran sus ojos. Me había delatado; mi mirada había sido demasiada obvia y me avergonzó profundamente que él pudiera leerme tan fácilmente. No era eso exactamente lo que yo quería que viera en mí. Aparté mi mano de sus cabellos y me volteé por completo para ponerme de pie, murmurando un "lo siento" que ni siquiera estuve seguro de si salió de mi boca. No logré escucharme.

Salí del cuarto con rapidez y, cuando logré llegar al salón, me llevé las manos a la boca y ahogué un sollozo fuerte que de no haberlo tapado habría resonado por todo el departamento. Apreté mis párpados para que las lágrimas no se me salieran y luego caminé a ciegas unos pocos pasos hasta toparme con el borde del sofá. Como pude me senté en él, sintiendo mis manos apretadas contra mi rostro temblequear.

Luces Fuera (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora