45. Juntos

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-"...miré al hombre que me interrogaba fijamente, intentando demostrarle mediante la sinceridad de mis ojos que yo no la había asesinado. Pero él insistía en querer saber toda la historia; toda la "versión" de mi historia. Así que al fin y al cabo, no me quedó de otra que resignarme... y contarle todo, de la manera más calma que se me hiciera posible." - Rubius hizo una pausa, pasándose rápidamente la lengua por sobre sus labios resecos gracias a la lectura apresurada y nerviosa que llevaba. Suspiré al ver que sus manos temblaban un poco en torno al móvil que sostenía entre sus dedos, y pensando que tal vez tenía algo de frío, le arropé mejor con las sábanas que estaban ya casi caídas detrás de su espalda debido a su posición erguida. Él sostuvo los cobertores contra sus hombros al notar mis intenciones, agradeciéndome luego con una rápida mirada que yo correspondí con una sonrisa confiada, y me permití disfrutar aquel mínimo momento en el que sus ojos brillantes se encontraron con los míos; parecían haberse vuelto color dorado gracias al fuego de la chimenea que nos iluminaba desde adelante. En realidad... la única razón por la cual yo le había sugerido venir aquí en plena noche era porque me gustaba demasiado ver sus ojos reflejando el fuego de la chimenea que calentaba el salón. Tal vez era un poco infantil de mi parte... pero no pude evitarlo desde que descubrí aquel hermoso y nuevo color en sus orbes brillantes. Me cautivaba, era tan simple como eso.

Me moví un poco más hacia él sobre el pequeño sofá que habíamos acercado a la hoguera, pegando mi hombro con el suyo en un intento por darle más confianza y seguridad al continuar con la lectura. Ahora ambos estábamos sentados uno al lado del otro, pegados por hombros y piernas flexionadas. También habíamos subido nuestros pies cubiertos por calcetines al sofá, ocultándolos bajo las mantas que nos cubrían del frío nocturno iluminado únicamente por el vivo fuego de la chimenea, aquel que hacía que los ojos de Rubius brillaran como dos velas tranquilas y suaves en la silenciosa penumbra.

-Sigue...- murmuré con la mirada puesta en su móvil, esperando a que él continuase con la lectura.

-"Mi hija..."- comenzó a releer en en susurros, con un tono particularmente triste y lento adornando su voz.- "Mi hija me decía que por las noches... siempre despertaba por culpa de ruidos extraños; ruidos... que provenían de su habitación. Jamás le presté mucha atención, pensé que... que aquel pequeño miedo que tenía acabaría esfumándose por sí sólo. Era normal que tuviera miedo de su cuarto, después de todo, acabábamos de mudarnos y el espacio de la nueva casa era considerablemente mucho más amplio de lo que a nosotras estábamos acostumbradas. Así que no le presté atención, y le aseguré que nada extraño sucedía en su cuarto."

"Pero una mañana, al despertar, quedé desconcertada cuando me percaté de que mi pequeña hija estaba durmiendo a mi lado en la cama. La desperté con caricias cariñosas, y cuando estuvo lo suficientemente consciente, le pregunté por qué había venido a dormir conmigo. Me dijo: No me gusta escucharlo llorar. Lo dijo con tranquilidad, sin miedo ni inquietudes... Sonaba tan segura y confiada que me vi en la obligación de volver a preguntar."

"Él es el que hacía los ruidos en la habitación, mamá. Y ya no le tengo miedo, no me molesta que sea tan inquieto cuando duermo. Pero anoche fue la primera vez que lloró a los pies de mi cama, y no me gustó escucharle. Me hacía sentir mal, y con mucho frío."

"Recuerdo que me preguntaba a mí misma constantemente de dónde podría haber sacado mi hija una cosa así. De qué parte de su joven e inexperta mente había sido creada aquella historia. Nunca he creído en fantasmas, le aseguré al hombre que me interrogaba, pero aún así, le dije a mi hija que aquel hombre que lloraba a los pies de su cama acabaría yéndose al cabo de un tiempo. Le dije que sólo se dedicara a ignorarle, y ya. Pero las cosas no mejoraron. Mi hija parecía cada vez más desanimada, cansada, angustiada. Podía ver claramente que una extraña sombra de tristeza había abarcado la totalidad de sus ojitos grises, esos que poco a poco se iban tornando más oscuros. Además, prácticamente todas las noches se venía a dormir conmigo en mi habitación. No me molestaba tenerla conmigo, pero no quería que terminara acostumbrándose a dormir a mi lado. Yo tenía que hacer muchos viajes de negocios en las próximas semanas, y no estaría tranquila sabiendo que mi hija dormiría con miedo y con la única compañía de la niñera. No. Las cosas no podían seguir así. Tenía que hacer algo para darle confianza y seguridad a mi niña."

Luces Fuera (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora