72. La Canción

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Como soy un tío clásico y algo romántico a la vieja escuela decidí simplemente invitar a Rubius a cenar sin darle muchas más vueltas. No se me ocurría ninguna otra clase de cita original y única de esas que salen en las películas, por lo que mandé a la mierda mi idea inicial de anoche de organizar la salida más épica y extremadamente cursi jamás vista en España y me fui directamente por lo seguro. Una cena, tal vez en un lugar lujoso. Comida refinada de esas que te dejan con hambre y algún vino que nos recomendara la casa. La verdad no me preocupaba mucho el ambiente en el que sucediera la cita... ¿o sí? Tal vez un poco. Ese tema también era importante, claro que sí, pero joder... estaba más rayado por lo que le diría a Rubius. El cómo se lo diría y en qué momento. ¿Durante la cena? ¿Después? ¿Estaría bien escribírselo en una servilleta?

No tenía ni la más puta idea y me sentía ridículo por pensarlo tanto.

-En verdad estás rayadísimo, tío. ¿Qué cojones te pasa, eh?- Levanté la mirada para ver a Cheeto, el cual se encontraba sentado frente a mí. Había decidido invitarlo a tomar algo en esta cafetería que acababan de abrir en Madrid, y ahora ambos nos encontrábamos disfrutando una merienda sentados en una pequeña mesa al fondo del lugar. Estaba lleno de gente por ser un establecimiento nuevo, por lo que no escuché muy bien lo que me dijo mi amigo barbudo.

-¿Qué?

-Que estás en las nubes.

Suspiré.

-Ya lo sé, macho. Perdóname. En realidad te invité para pedirte algo.

-Suéltalo ya.

-Recomiéndame algún sitio. Eh... algo simple, pero elegante. Ya sabes, un... un buen lugar para comer... esta noche... que no sea demasiado, pero sí... digno, ¿me explico?- tartamudeé como gilipollas, sin atreverme a ver con qué cara me estaría mirando Cheeto ahora.

-Un lugar para comer... pues pregúntale a Rubius, tío. Él conoce Madrid mejor que todos nosotros, ¿no?

-Gilipollas... tú eres el que sabe de cocina. Y ya sabes cómo es él, me recomendará el Burger King de la esquina.- hablé con rapidez, nervioso.

Cheeto rió con ganas, bebiendo luego un poco de su batido lleno de frutas distintas que yo no tenía ni puta idea de cómo se llamaba.

-Así que... invitarás a alguien a comer.- sonrió de lado, apoyando su codo en la mesa y sosteniéndose con la mano su cabeza.- Ya era hora.

-Sí, bueno... estoy planeándolo aún, pero hace demasiado que no hago estas cosas. - Desordené mi cabello en un acto nervioso.- Pensé que tú sabrías aconsejarme.- confesé.

-Sólo me llamaste, después de meses sin contacto, ¿para que te ayude a conquistar a alguien? Me duele, tío.- fingió llorar, tapándose la cara con las manos.

-Cállate, gilipollas. Tú eres el que se ha ido de viaje por el mundo los últimos meses. Hasta que te dignas en volver a Madrid.

-Necesitaba un cambio de aire.- se encogió de hombros, sacándose las manos de la cara.- En fin... te recomendaré algunos lugares, aunque seguramente tendrás que hacer reservación y no te darán lugar para esta noche. Estas cosas se hacen con anticipación, tío.- explicó, a lo que suspiré exasperado.- Seré tu google maps pero sólo si luego me dices todos los detalles de lo que suceda, ¿vale?

-¿Qué? ¿Por que? No tengo que andar contándote todo como si fuéramos unos chavales.- me quejé, tal vez demasiado a la defensiva. Sostuve el zumo que me había pedido y le di un buen sorbo, desviando la mirada hacia la gente del lugar que hablaba de sus propias cosas.

-Entonces consíguete otro recomendador experto de sitios para llevarte a tu cita a la cama luego de la cena.- Me atoré con mi bebida al escucharle decir aquello. 

Luces Fuera (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora