73. Una Razón

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-No estoy borracho, coño.- se quejó por 8398 vez apoyado en mi hombro.- Sólo necesito tomar agua y mear.

-Cállate y quédate quieto.- Era realmente difícil caminar hacia el ascensor con sus gruñidos y sus intentos por zafarse de mis brazos. El gilipollas no se dejaba sostener y yo ya estaba pensando seriamente en dejarlo a su suerte por aquí en alguna parte.

Casi no había nadie a los alrededores porque a estas horas de la madrugada todos seguramente estarían durmiendo o aún de fiesta por ahí. Acabábamos de entrar al edificio donde vivía Rubius y lo único en lo que yo podía pensar era en llegar de una buena vez a su piso. Rubius ya no era tan liviano y había recuperado su fuerza, por lo que era difícil sostenerlo sin que se me escapara de las manos. Ya no tenía el mismo cuerpo débil y demacrado de antes, afortunadamente juntos habíamos mejorado nuestra alimentación con una dieta más saludable (sin contar la hamburguesa que nos comimos en el coche, claro). Pero ahora, joder, su extraña energía adormilada pero firme comenzaba a tocarme los cojones.

-Rubius, voy a dejarte aquí. Hablo en serio, tío. Quédate quieto.- amenacé harto, y por suerte él acató al fin mi orden bufando exageradamente.

Finalmente entramos al ascensor y luego de unos minutos ingresamos a su hogar. Lo llevé hasta el salón y lo lancé al sofá sin darme cuenta de que Raspberry dormía allí, lo cual nos costó caro. La gata pegó un chillido tan alto que tanto Rubius como yo nos sobresaltamos al instante. Rubius, en particular, rodó por el sofá por el susto y cayó de culo al suelo, a lo que no pude evitar reír. En verdad escuchar semejante chillido de gato entre tanto silencio de madrugada casi me hace mearme encima.

-Me cago en tu puta desgracia, Raspy.- lloriqueó Rubius intentando ponerse de pie. La gata ya se había ido corriendo del salón.

-Fue tu culpa, no la viste. Pobrecita, la aplastaste sin compación.- Me agaché hacia él para ayudarlo a levantarse.

-Tú me lanzaste al sofá como un costal de patatas.- gruñó aceptando mi ayuda. Volví a levantarlo y decidí llevarlo a su cuarto para dejarlo dormir más cómodo.- Mangel quiero darme una ducha, apesto a cerveza y estoy todo sudado.- habló en un tono más bajo. Asentí en silencio y cambié mi rumbo hacia el baño, conociendo ya de memoria en dónde estaba cada cuarto.

-Intenta no caerte ni partirte la cabeza.- aconsejé dejándole en la puerta del baño, a lo que levantó el dedo pulgar agarrándose del marco y luego se encerró sin mirarme. A los pocos segundos escuché el sonido de la ducha, por lo que decidí ir a su cuarto que quedaba justo al lado para sacarme el calzado y relajarme.

Me senté en la cama y me quedé mirando el espejo que ocupaba casi toda una pared frente a mí. A Rubius le encantaban los espejos, tenía como cinco colgados por toda la casa, de todo tipos y tamaños. El de su cuarto particularmente me gustaba porque ampliaba visualmente la habitación, haciéndola lucir más grande y espaciosa. También solía burlarme de él, diciéndole que tenía este espejo para verse mientras follaba. Y no era mentira, el espejo ofrecía una perfecta visión de toda la cama.

Un pensamiento fugaz subido de tono cruzó por mi mente, por lo que sacudí mi cabeza y decidí pensar en otra cosa.

Rubius se estaba duchando, lo cual significaba que tal vez el leve estado de borrachera que tuviera se le iría. ¿Eso significaba que no todo estaba perdido? Tal vez cuando saliera podríamos hablar y podría al fin cumplir mi objetivo de pedirle que fuéramos algo más que gilipollas llamándose mejores amigos mientras se besaban con todo y lengua. El problema era que yo también me sentía mareado, por lo que sería bueno darme una ducha como Rubius con el fin de aclarar mis ideas.

Esperé a que saliera con los párpados pesados y mis piernas doliendo levemente por el cansancio que me había dejado la noche movida. También mis oídos hormigueaban por el silencio de madrugada en contraste con la anterior música potente que habíamos disfrutado en aquella discoteca en medio de la nada. Realmente la había pasado bien pero estaba totalmente desacostumbrado a salir de noche. Hacía mucho que no lo hacíamos y el sentirme ahora tan fatigado por solo unas horas de diversión como en los viejos tiempos me hizo sentir como un anciano.

Luces Fuera (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora