48. Control Nulo

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Cuando el mediodía llegó finalmente para dejar atrás a la anterior mañana repleta de emociones encontradas, Rubius y yo ya teníamos los estómagos llenos de brownies de chocolate, por lo que ni siquiera nos molestamos en pensar un almuerzo decente y sano. Sólo nos dedicamos a seguir ingiriendo porquerías diversas, jugando animados y tranquilos cualquier videojuego que se nos antojara. Pasamos horas y horas recostados en el sofá con los mandos en mano, sólo haciendo el vago y disfrutando de la compañía del otro como en los viejos tiempos.

Pero a medida que las horas avanzaban con rapidez, mis preocupaciones comenzaban a emerger nuevamente desde el fondo de mis pensamientos, y es que yo sabía que tarde o temprano debería volver a mi propio departamento, y eso implicaba dejar a Rubius nuevamente sólo. Hecho que, obviamente, yo deseaba evitar a toda costa, pero tampoco podía quedarme todo el día con él. No quería invadir su espacio, tampoco agobiarle o mal acostumbrarlo a mi constante presencia. Rubius seguía siendo un ser humano independiente, y como todo ser humano... también necesitaba sus momentos de soledad. Al menos así lo veía mi consciencia intranquila.

Pero por suerte, gracias a mi insistente preocupación, mi mente terminó formulando al fin una idea que me permitiría estar cerca de Rubius unas cuántas horas más. Una idea que podría servirme no sólo como solución a aquel problema, sino que también, como solución a otras cuestiones que me rondaban en la cabeza desde hacía mucho tiempo.

-¿Qué te parece si organizamos una fiesta hoy?- decidí preguntar sin sacarle la mirada de encima a la pantalla frente a mí, en la cual, mi personaje peleaba a muerte contra el de Rubius en una batalla uno contra uno. Observé de reojo cómo él mordía su labio inferior, moviendo desesperado los dedos sobre el mando inquieto entre sus manos. Él estaba perdiendo, y no le quedaba mucha vida a su personaje, pero aún así se estaba negando a rendirse. Nunca era fácil derrotar a Rubius; en ningún sentido.

-No lo sé...- resopló mostrando pocos ánimos ante mi brillante idea.- No me apetece estar con tanta gente, la verdad...

-Vale...- Volví mi total atención a la pantalla, y entonces presioné los botones correspondientes del mando para que mi personaje realizara un movimiento mortal contra el jugador de Rubius, el cual perdió mazo de vida gracias a mi rápido ataque. Sonreí de lado, escuchando cómo mi compañero de juego se quejaba en voz baja.- De todos modos no serían muchas personas, en serio. Sólo unos cuántos amigos cercanos, ¿qué dices?- propuse con tranquilidad. Desde que habíamos vuelto a Madrid no habíamos tenido la oportunidad de reencontrarnos con ninguno, y la verdad era que ya extrañaba hacer el tonto con muchos de ellos.

-Vale, vale. Pero que no sea nada en plan alocado, por favor. Sólo comamos y bebamos algo... y ya.- pidió aceptando mi idea a regañadientes. Sonreí victorioso, y cuando observé que su personaje erraba accidentalmente un movimiento contra mí, actué con rapidez y le propiné el golpe final sin dudarlo ni un segundo. El jugador de Rubius cayó completamente ensangrentado, y el mío comenzó a celebrar prácticamente sobre el cadáver.- Mierda...- se quejó tirando el mando a tomar por culo. Reí ante su rabieta.




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Estaba bien.

En serio.

No me molestaba para nada que todos nuestros amigos estuviesen como parásitos encima de Rubius.

De verdad, estaba bien con eso.

No me molestaba. Para nada.

Sentí un ligero tic en mi ojo derecho cuando observé desde la distancia lo feliz que se veía Rubius entre los brazos del cariñoso Cheeto; el cabrón lo estaba estrujando como si fuese un trapo mojado. Pero en serio, ¿desde cuándo Cheeto era tan cariñoso? Apreté inconscientemente la lata de cerveza que sostenía entre mis dedos, intentando controlar mis impulsos de ir hacia allá para alejar al barbudo de una buena vez. Joder, tío, de verdad ¿era muy necesario que aquel abrazo de reencuentro durara tanto?

Luces Fuera (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora