80. Lo Predecible

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-¿Dónde está Johnny?- sollocé asustado, retrocediendo otra paso cuando Rubius parpadeó lentamente, bajando una vez más su mirada acuosa al cadáver entre sus manos.

No respondió de inmediato. Se quedó callado e inmóvil, pestañeando con una extraña lentitud que me ponía de los nervios a cada segundo más que pasaba.

Tomé una gran bocanada de aire para armarme de valentía y tragarme las lágrimas, y luego decidí acercarme a él con pasos dudosos, mirando a la vez de manera fija su rostro para no posar nuevamente mis ojos en el cuerpito felino entre sus manos.

-Rubius.- hablé cauteloso, intentando llamar su atención, la cual permanecía perdida en la nada.- Dime qué sucedió...

Cuando estuve a un paso de su cuerpo sentado sobre la cama decidí agacharme y ponerme de cuclillas frente a él, intentando así mirarlo a los ojos.

A pesar de ello, mi propia mirada terminó desviándose sin quererlo al suelo manchado de sangre, y luego a la gata degollada que Rubius sostenía con una firmeza temblorosa contra su anatomía.

Raspberry estaba irreconocible, y la crueldad de su muerte me hizo arrugar el ceño con dolor y pena.

-¿Qué pasó...?- murmuré, sintiendo las lágrimas acumulándose nuevamente en los bordes de mis párpados.- ¿Por qué...?

Negué con la cabeza, sin poder creérmelo aún. Ver cómo Rubius seguía sosteniendo aquella sangrienta pequeña cuchilla de hospital contra su mano me daba escalofríos, por lo que aproximé mis dedos para intentar quitársela de una buena vez.

Ante mi intromisión, Rubius movió débilmente sus brazos sin oponer resistencia y, cuando al fin le quité la cuchilla... mi atención se posó en sus muñecas ahora expuestas ante mi visión.

Sentí que se me helaba la sangre y que mis ojos se ampliaban contra mi voluntad al comprender lo que mi mirada estaba registrando.

No podía ser verdad...

Horrorizado como nunca antes tomé uno de los brazos de Rubius para acercarlo rápidamente a mi rostro con el fin de verlo más de cerca. Aquello que no quise creer pero que estuvo completamente claro en cuanto inspeccioné su muñeca con claridad.

-¡USHIO!- grité de inmediato, soltándole y poniéndome de pie para correr hacia la puerta del cuarto. La cuchilla se me resbaló de las manos y cayó al suelo con un sonido sordo, pero yo sólo pude pensar en pedir ayuda a nuestra vecina que se había quedado esperando en la entrada de la casa.- ¡USHIO, LLAMA UNA AMBULANCIA!

Al escuchar un lejano grito de respuesta a modo de afirmación volví a correr hacia Rubius e inspeccioné la otra muñeca, exhalando asustado al verla de la misma forma que la otra.

Se había cortado.

-¿¡Qué hiciste!?- exclamé hacia Rubius, el cual seguía con la mirada perdida y vacía. Fue entonces cuando noté su debilidad por la falta de sangre en sus párpados decaídos. Estaba pálido. Muy pálido.

Me levanté como un resorte y sostuve las sábanas de la cama con torpeza, intentando luego cubrir con aquello las muñecas abiertas del castaño que parecía estar a punto de desmayarse. Las sábanas se mancharon con su sangre de inmediato y me sentí un completo idiota por no saber qué hacer en una situación así. ¿Debía dejar de hacer presión sobre las heridas? ¿Soltarlo e ir a buscar algo limpio con lo que cubrirlo? ¿Desinfectar? ¿Un torniquete? ¿Seguir evitando que saliera más sangre hasta que llegara la ambulancia?

Mi respiración se había alterado al igual que mi corazón y hasta mis lágrimas habían desaparecido por el susto. Mis manos temblaban involuntariamente incluso teniéndolas presionadas con las sábanas fuertemente contra sus muñecas. Exhalé desesperado, sintiéndome impotente al ver que las sábanas se manchaban más y más con la sangre que no dejaba de salir. La sangre de Rubius... el cual ya había dejado caer sus párpados y comenzaba a inclinarse hacia mí.

Luces Fuera (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora